Lo bueno de seguir confrontando puntos de vista distintos en astrología, es ver que en el fondo son siempre complementarios, y que toda pretensión de exclusión resulta arbitraria. Quizá se trate de un rasgos unido siempre al conocimiento transmitido por tradición -es en parte anónimo y en parte tiene algunos nombres propios, pero su valor es el de una construcción colectiva, y milenaria a ser posible. Una tradición gana legitimidad al demostrarse su valor por su permanencia en el tiempo, al menos para mi. La astrología cumple con credenciales más que suficientes este requisito, y exige por ello una gran prudencia al excluir lo que en el fondo no son sino maneras distintas de decir lo mismo.
Al leer libros de una u otra corriente astrológica se puede ir viendo que hablan de lo mismo, pero lo dicen de modos diferentes, poniendo más o menos énfasis en diferentes niveles de interpretación: centrándose en las casas, desde una perspectiva más terrena, o sobrevolando incesantemente el plano arquetipal de las configuraciones de aspectos; atendiendo las energías planetarias o el dinamismo psíquico implícito en las posiciones por signo de las cuatro coordenadas, hay muchas maneras distintas de referirse a lo mismo. No son redundantes, pero tampoco repiten: avanzan en espiral, sumándose y superándose sin dejar de decir lo mismo. Y cuanto más nos lo dicen, de maneras diferentes, en función de diferentes sistemas de creencias o en otros momentos históricos, más de esa oscura claridad que viene de los conocimientos transmitidos por tradición llega a nosotros. Ganan respeto por su silenciosa continuidad y sus maneras diferentes de decir lo mismo. Habrá quien lo vea como un rasgo probatorio de su escasa exactitud y su nula capacidad predictiva, más sin embargo para mi, la melodía de las distintas formas con que la astrología repite una y otra vez lo mismo, confirma su valor e incrementa su mérito. Se demuestra que se trata de un profundísimo contenedor simbólico, al menos en el plano de la cultura, y que la psicología individual conecta con los mensajes que a través suyo se vehiculan. En ese diálogo, al menos, la astrología ya tiene un valor asegurado: suministra elementos simbólicos que activan la capacidad de autoconocimiento del que consulta. Al menos eso.