La Virgen Maria fue identificada con Sofía, la Sabiduría. En la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen Maria se leían los proverbios de Salomón (8-22-35) donde se equipara la palabra Sofía con Sabiduría: “El Señor me poseyó al principio de sus caminos, mucho antes de que nada fuera creado. Desde la eternidad me ha establecido, antes que las colinas nací. Aún no había hecho Él la tierra. Cuando hizo el cielo, yo ya estaba allí; cuando trazó el circulo según solidas leyes alrededor de los abismos de agua; cuando condensó las nubes en lo alto del cielo y dió peso a las fuentes; cuando fijó fronteras al mar y dió límites a las aguas para que no los sobrepasasen, cuando dispuso los fundamentos de la tierra: allí estaba yo con Él y lo ordenaba todo…”
Sulamita, la amada de Salomón, es de piel oscura: “Soy morena, pero hermosa”, aparece en el Cantar de los Cantares. Y así, encontramos Madonnas Negras como madre de Dios. Sin embargo, las vírgenes negras tienen orígenes precristianos. En Éfeso había una estatua negra de Artemisa, de la que surgió una de las primeras vírgenes negras. Las vírgenes negras son imágenes de la antigua diosa madre, cuyos diferentes aspectos son conocidos, según cada cultura, como Ishtar, Astarté, Afrodita, Venus, Démeter, Ceres, Hécate, Diana, Tierra, Gaia, Isis, la Gran Madre, la Madre de los Dioses o la Virgen María. La madre de Dios representa el lado bondadoso y afable de la antigua triada de Diosas. En la entrada del santuario de nuestra señora de las nieves, en Legau-Lehensbülh (Alemania), esta escrita la frase: “entra en la casa de tu Madre”.
Hasta la contrarreforma se veneraba una Trinidad femenina en el santuario de Schildthurn, en la Baja Baviera, no muy lejos del santuario de María en Altötting. Desde el siglo XVI está documentada allí la adoración de las tres santas vírgenes Embet, Marbet y Wilbet.
Fulcanelli comenta que las vírgenes negras “representan en la simbología hermética a la materia (de mater=madre) en el estado primitivo que el artista debe escoger como sustancia de partida para la Gran Obra. La materia prima se presenta bajo el estado de un mineral, como el que hay en las vetas, completamente oculto bajo la masa rocosa” (1979). Por eso las vírgenes negras solían venerarse en cuevas subterráneas. Fulcanelli también nos dice que Isis es la virgen que ha alumbrado al Hijo y que representa a la Tierra antes de su fecundación. En analogía con ello, en el recipiente del alquimista surgen nuevas sustancias a partir de la materia tras el ennegrecimiento originado durante el proceso de la Gran Obra. A causa de la relación de lo femenino con el planeta Venus, las vetas verdes forman parte del culto a las vírgenes negras. También es la Mater Matuta de los etruscos con el recién nacido en el regazo, el modelo de todas las representaciones de la Virgen. Así el culto a la Diosa Madre ha pervivido bajo la forma de la adoración a María.
Cuando se estableció el Cristianismo en el viejo mundo se rezaba a Jesús pero, aún así, muchos continuaron con la celebración de los antiguos ritos y subían a los montes a encender sus hogueras tradicionales y a cocer sus pociones, regresando a las casas con sus antorchas mágicas encendidas. La Iglesia se dio cuenta de que no podría acabar con estas costumbres y, en lugar de combatirlas, las substituyó por otras similares, celebradas en fechas parecidas y dedicadas a vírgenes y santos que habían adoptado los caracteres de los antiguos dioses y diosas. Así, Nuestra Señora de la Candelaria toma el lugar de Belisana y es acompañada los días 1 y 2 de febrero por San Lucas, que reemplaza a Lug, dios del caldero. La sacaban en procesión con una vela en la mano rodeada por doncellas que portaban cirios encendidos y los fieles le ofrecían ramos de hierbas medicinales. El sacerdote culminaba la celebración presentándola a todos como La Virgen Madre que trae la Luz al mundo. Lo llamativo, sin embargo, es que su imagen era de color negro.
A lo largo de la Edad Media, las imágenes de la Virgen de rasgos europeos pero de piel negra, fueron abundantes. Tanto así, que algunas de ellas han llegado hasta nuestros días. Buenos ejemplos son: las francesas de Marsat y Rocamadour, las alemanas de Altötting (anteriormente citada) y Colonia, las británicas de Glastonbury y Walsingham, las italianas de Loreto y Nápoles y las españolas de Montserrat y Solsona (Cataluña), Atocha (Madrid) o Peña de Francia y Guadalupe (Extremadura), por mencionar tan solo unas cuantas. La realidad es que en cada lugar donde hubo un santuario a la Madre Tierra, se instaló una Virgen Negra. Los autores de esta substitución fueron miembros de órdenes esotéricas, integrados a importantes órdenes religiosas como la de San Antón, San Benito y el Temple.
Oriente
Oriente Medio siempre fue un punto de confluencia donde se dieron cita tanto las grandes como las pequeñas religiones mistéricas de la antigüedad. En tiempos de las Cruzadas, Tierra Santa conservaba aún restos de cultos iniciáticos a Dionisos, Mithra e Isis, que se entremezclaban con las prácticas de algunos grupos de cristianos orientales. Entre los cultos de Oriente Medio sobresale, el de la Diosa Madre, que aparece en todas las grandes religiones de la antigüedad aunque su origen es anterior a ellas. Fueron representadas generalmente de color negro porque eran el símbolo de la Tierra primigenia que, una vez fecundada por el Sol, se convertía en fuente de toda vida, pero también porque muchas de esas imágenes substituían, en el lugar de culto a una Piedra Negra de origen meteorítico, que había sido venerada en esos santuarios desde tiempo inmemorial. Tanta llegó a ser la fama que tenía el poder divino de tales rocas meteóricas que los romanos las requisaron en los países conquistados para venerarlas todas juntas en un templo dedicado a la Magna Mater (la Gran Madre) que construyeron en el Palatino de Roma. Allí lograron reunir la piedra Kybele de Frigia, la Lapis Lineus de Anatolia y El Gebel de Siria entre otras, y a ellas acudía el pueblo en general para solicitar favores, especialmente relacionados con la fecundidad en el plano físico, tanto como con la fertilidad intelectual y espiritual.
Esta veneración por las piedras negras celestes llegó hasta la Edad Media. El ejemplar más famoso, puesto que su culto persiste hasta nuestros días, es el de la negra roca basáltica conservada en el valle de Arabia donde se le adora en el templo llamado Kaaba. Cuando los musulmanes conquistaron La Meca en el año 683 y se apoderaron del templo la Kaaba, destruyeron 360 ídolos que se encontraban en su interior, pero respetaron, sin embargo la mencionada piedra negra.
Por su parte, cuando los templarios entraron en posesión de Chipre, hacia el 1191, encontraron que todavía los habitantes bizantinos de la isla rendían culto en Pafos a una Piedra Negra que para los fenicios había personificado a Astarté y que los dorios habían identificado con Afrodita Cipris. Los templarios levantaron allí una iglesia dedicada a Nuestra Señora y pusieron en su altar a una Virgen Negra en cuyo trono cúbico guardaron la piedra como una reliquia preciosa.
Así, tanto musulmanes como cristianos, demostraban una especie de temor reverente ante la idea de destruir una piedra negra que se consideraba sagrada. Atendiendo a diversos simbolismos parecería que esta adoración de piedras caídas del cielo explicaban de cierta forma el origen de la Vida y su renovación cíclica, por constituir la plasmación material del estado espiritual. Según el simbolismo cabalístico tradicional, por ejemplo, la Piedra Negra Celeste está relacionada con todas las formas derivadas de la Diosa Madre Tierra o asimiladas a ella. En la Cábala Hebraica encontramos: “El mundo solo comenzó a existir cuando Dios cogió la Piedra de Fundación y la lanzó al abismo de las posibilidades, para que pudiera construirse el mundo sobre ella.” Encontramos también ideas afines en el mito griego del Diluvio y entre los celtas.
Los antonianos y los benedictinos del Siglo XI y tras ellos los cistercienses y templarios en el Siglo XII asimilaron el sincretismo a través de los contactos que tenían con Anatolia, Siria, Chipre y Egipto y llenaron Occidente de imágenes de la Virgen Negra que tenían ocultas en su interior piedras de ese color. Estas vírgenes no fueron instaladas al azar. Los santuarios de las imágenes negras occidentales se levantan sobre las ruinas de templos paganos, que a su vez fueron edificados sobre sitios de adoración prehistóricos megalíticos y son herederos no sólo de sus piedras, bosques, manantiales y pozos, sino de sus ritos, tradiciones, mitos y folklore que aun están presentes en las celebraciones que honran a las Vírgenes Negras.
Latinoamèrica
En un hecho sin precedentes, los guanches iniciaron la adoración de una imagen cristiana mucho antes de la conquista española que ocurrió entre 1402 y 1496. Una imagen de la virgen de la Candelaria apareció entre 1390 y 1430 en las playas de Chimisay en el menceyato de Güimar en la isla de Tenerife. Esta imagen fue recibida y adorada con el nombre de Chaxiraxi, el mismo de la diosa madre que adoraban los aborígenes y una de las principales diosas del panteón guanche. Una hipótesis es que la imagen de la virgen de la candelaria habría sido llevada a Tenerife por frailes mallorquines, que se establecieron por un tiempo en la isla y dejaron elementos de la religión cristiana entre los guanches, produciéndose un sincretismo religioso espontáneo. Según los guanches, la diosa Chaxiraxi fue transformada, por obra y gracia del clero católico, en María de la Candelaria. Después de la conquista de la isla, la virgen fue declarada patrona de Canarias en 1559 por el papa Clemente VIII.
En los años siguientes, debido a que las Canarias eran escala obligatoria en los viajes a América, muchas de sus costumbres fueron exportadas al nuevo continente; entre ellas la veneración a la virgen de la Candelaria, cuya fiesta se celebra el 2 de febrero, fecha en que tradicionalmente la iglesia católica conmemora la ceremonia de purificación (40 días después del alumbramiento) mediante una procesión con candelabros que concluía con una visita al cementerio. Con el tiempo, se convirtió en la patrona de varias ciudades del nuevo mundo, como Medellín y Cartagena de Indias en Colombia, Mayagüez en Puerto Rico y Puno en el Perú. Su festividad también es celebrada en la ciudad de Copiapó y Andacollo (la Virgen Morena, patrona de los mineros) en el norte de Chile, en la ciudad de Morón en Cuba y en México.
En el mismo periodo histórico, América recibe a los creyentes Yoruba desde la costa occidental de África. Ellos consideraban y veneraban a Oyá como una orisha mayor, guerrera, propiciadora de los vientos fuertes y portera del cementerio. De manera similar, ante la imposición católica; su culto también encontró protección en el sincretismo con la virgen de la Candelaria y con Teresa de Ávila.
En el Perú de nuestros tiempos, la virgen de la Candelaria es la patrona de la ciudad de Puno, su fiesta está asociada al culto a la pachamama (la tierra), símbolo natural de la fertilidad. La fiesta de la virgen de la Candelaria o mamacha Candelaria o mamá Candi, entre los muchos nombres que le asignan, es una fiesta donde el sincretismo religioso es muy evidente; más de lo que suele serlo en casi todas las celebraciones cristianas. La virgen es de color negro y tiene el apelativo popular de “la morenita”.
Surrealismo
Los surrealistas se interesaron especialmente por las causas de la hostilidad hacia las mujeres: “En el siniestro sistema monoteísta, el amor y el conocimiento son los dos pecados mortales. En oposición a esto, la filosofía de la alquimia y del surrealismo se basan en el doble imperativo del culto a la mujer amada y la búsqueda del conocimiento. Para estas dos ideologías, la mujer es la fuente de la vida, del amor y del éxtasis trascendente, que aporta grandes promesas, la energía vital y el conocimiento (…) El ser humano debe amar para vivir, pero no puede amar si no es libre” (Schwarz, 1989).
En la actualidad
Hoy día encontramos Vírgenes Negras diseminadas por todo el mundo: En Europa, Francia es el país que tiene mayor número de Vírgenes Negras, también se encuentran en Alemania, Austria, Bélgica, República Checa, Holanda, Hungría, Inglaterra, Irlanda, Italia, Lituania, Malta, Polonia, Portugal, Suiza, España. Aparecen igualmente en América, aunque algunas de ellas no pueden considerarse rigurosamente como auténticas puesto que son copias o llegaron después de la conquista española. Las vemos en Canadá, Bolivia, Brasil, Ecuador y México.