Ejercita el decir lo que piensas: expresarse libremente, sin condicionamientos, asegura buena salud psicofísica. En algunas culturas como las latinoamericanas, esta práctica no es muy frecuente, y se la reemplaza por la “cortesía”: en vez de verbalizar lo que realmente pensamos y queremos decir, se “adorna” el concepto y se emplean frases hechas. El resultado suele ser muy distante de la realidad. Considero que sí es posible manifestar lo que pensamos, midiendo el tenor de nuestras palabras y, si lo precisamos, empleando términos más neutros que los que usaríamos impulsivamente. De todas maneras podemos dar a conocer nuestra opinión o punto de vista. Lo que callas a regañadientes o a disgusto te deja un sabor amargo en el alma, y es una espina clavada dentro de ti que en algún momento puede producir un efecto adverso. Puedes cambiar este rollo si expresas lo que tú deseas de la forma que puedas y encuentres oportuno hacerlo. Aprovecha cada oportunidad que tengas y verás cómo esta práctica te quita un gran peso de tus espaldas y al mismo tiempo abre tus canales de comunicación genuinos.
Ejercita el tratarte bien: no permitas que nadie te hable como tú no deseas. Frena cada frase humillante o descalificadora, aunque te las digan como bromas o las hayas escuchado durante años. Este ejercicio incluye lo que tú te dices a ti mismo. Presta atención a tu diálogo interno y cambia las cosas que te dices por lo que realmente desearías escuchar. Hazlo cada vez que te digas algo que implique no tratarte bien. Por ejemplo, si cometes un error o rompes algo y te dices: “no sirvo para nada”, al instante contéstate: “sirvo para muchas cosas, aunque haya cometido este error o roto esto”. Si ante una ruptura de pareja sientes que “nadie te quiere”, contéstate inmediatamente: “tal vez él no me quiera como yo desearía, pero hay varias personas que sí me quieren mucho”. No generalizar, ir al punto concreto de la cuestión que es sólo una pequeña parte de esa gran generalización, es decididamente una manera de tratarte bien. Aprovecha cada oportunidad que tengas para hacerlo, y en poco tiempo verás cómo este cambio de diálogo interno se transforma en una competencia inconsciente que te permitirá ampliar tu capacidad de disfrute.
Ejercita el darte gustos: sólo tú conoces lo que deseas a fondo. Es injusto esperar que el resto de la gente reaccione de acuerdo con tus necesidades peculiares. Además, esta postura te hace pasar de frustración en frustración, ya que no hay persona que pueda actuar en un todo de acuerdo con tu manera especial de ver y sentir las cosas. Por eso: date gustos. Mímate. Cuídate. No esperes que otros lo hagan por ti. Tú ocupas el primer lugar en tu vida, al sentirte un ser completo y feliz tendrás más para dar a quienes te rodean.
Por último, te sugiero que ejercites lo que tú consideres que te va a hacer bien. Aquello que intuyes que te hará sentir esas emociones placenteras que tanto anhelas. Haz algo que tenga que ver con tus sueños de niño. O con esa idea que siempre pospusiste por alguna excusa. O con lo que sabes que ha llegado el momento de suceder. Sin presiones. A tu propio ritmo interno. Con felicidad. Disfruta. Sonríe. ¡Abre tus alas!