Una discusión apasionante en la que los nervios acaben a flor de piel y las expresiones ya sean verbales o gestuales se manifiesten libremente, puede ser más benéfica que la contención. Sin lugar a dudas será menos diplomático, pero la contención, tanto física como verbal (siempre dentro de unos cánones éticos y de una normalidad) puede generarnos un bloqueo energético.
Una persona que silencia durante semanas o meses una situación de angustia, renunciando a expresarla y quejarse de ella, puede bloquear su laringe y padecer afonías. Alguien que reiteradamente se "trague" todo lo malo que le pasa, sin explicarlo a nadie o no viendo solución para ello, puede terminar con problemas digestivos cuando no con una llaga de estómago.
Integrar la primera solución
Si lo que no queremos es acabar con nuestra salud, lo primero que debemos hacer es integrar la emoción. Para ello, cada vez que tengamos un disgusto o algo nos afecte, en lugar de quedarnos compungidos en un rincón estableceremos una estrategia de acción.
Lo primero será integrar lo ocurrido, para ello, reflexionaremos sobre lo ocurrido, nos lo contaremos en voz alta, manifestaremos nuestro pesar y, si fuera el caso, lo expondremos a una persona de confianza. El desahogo, es terapéutico.
Debemos eliminar la rabia. Regodeándonos en lo sucedido no solucionaremos el problema. Si lo recordamos debe ser para tomar una determinación que resuelva el conflicto. De lo contrario es mejor tenerlo presente como parte de una experiencia a considerar sin permitir que nos amargue la vida.
Desbloqueando el cuerpo.
Tras un disgusto siempre hay una zona dolorida. Puede que hagan falta un par de horas pero seguro que nos dolerá la cabeza, la espalda, los ojos etc. Para desbloquear la emoción, una vez la hemos integrado, debemos pasar a la acción.
En primer lugar debemos dar cauce a las necesidades físicas: correr, pasear, llorar etc. En segundo lugar nos tumbaremos cómodamente y verificaremos cuál es la parte del cuerpo que más nos molesta (siempre hay una). A través de una respiración pausada y profunda relajaremos el cuerpo lo máximo posible. A continuación nos concentraremos en aquella zona de dolor, centraremos toda la atención en ella.
Centrados en la parte que nos molesta o duele, inhalaremos el máximo de aire que nos sea posible, inflándonos como si fuésemos un globo hasta no poder más. Retendremos el aire y nos concentraremos en la molestia física. Generaremos la intención de que nos duela más. Soltaremos por fin el aire, al tiempo que relajamos la zona dolorida, percibiendo que cada vez nos duele menos.
Debemos repetir las operaciones por lo menos cinco veces. Cada vez que dejamos salir el aire de forma suave, como si estuviéramos deshinchándonos, liberamos la energía que tenemos bloqueada, mejorando nuestro físico y evitando que la dolencia vaya a mayores.
Ducha para desbloquear Primero pensaremos en aquello que nos ha molestado o hecho daño. Acto seguido, nos esforzaremos por restarle valor. Una vez tengamos centrado el problema en la mente, concentraremos toda nuestra atención en sentir la energía sucia que nos rodea. Con esta sensación, nos dirigiremos a la ducha y con agua más bien fresquita, dejaremos que caiga sobre la cabeza.
No debemos movernos, sólo notar el agua resbalando por el cuerpo. Al tiempo que lo hacemos iremos imaginando que un halo oscuro y negativo que nos rodeaba, va desvaneciéndose paso a paso, por la cabeza, el cuello, los hombros, el tronco, la cintura, las piernas y los pies.
La lista del no
Los bloqueos pueden aparecer por asumir demasiadas cosas a la vez, por ello: No aceptes encargos que no puedas cumplir. No te comprometas con una situación si realmente no la sientes. No discutas con quien sabes que jamás aceptará sus errores y menos los tuyos. No digas sí cuando realmente quieres decir no. No digas "de acuerdo" cuando lo que nace, es decir "basta". No te preocupes por las cosas de las que luego no te ocupas.
No aceptes que tienes la culpa de todo lo que te pasa sin antes hacer un examen de conciencia. No reacciones nunca con agresividad desmesurada, pero no permitas que su contención extrema te amargue la vida. No te calles cuando realmente tienes algo que decir. No bajes la cabeza cuando sabes que puedes tenerla bien alta. No pierdas el tiempo con quien realmente no se lo merece