Aunque los ángeles y demonios pertenecen primariamente a las regiones del cielo y el infierno, al parecer, ocasionalmente hacen incursiones por el mundo mortal. En la Inglaterra medieval, por ejemplo, se creía en la posibilidad de convocar a los demonios, o incluso al propio diablo. Si un caballero deseaba desafiar a otro a un duelo, debía esperar a una noche de luna llena y luego entrar a caballo en un fuerte particular y llamar al diablo. Entonces, se presentaba un demonio en forma humana, como un caballero dispuesto para el combate.
Según la Gesta Romanorum (Gestas de los Romanos), un guerrero llamado Albert consiguió derrotar a un visitante espectral procedente del infierno y capturar su corcel. Al amanecer, el animal escapó echando espuma por la boca y coceando furioso. Aunque le persiguió, se desvaneció en un instante.
No queda claro si el caballero fantasma fue un demonio, un diablo que había seguido a Lucifer en su rebelión contra Dios, un alma perdida o un ser humano condenado que había adoptado atributos demoníacos. Estas ambigüedades eran habituales en las narraciones medievales y renacentistas sobre fenómenos sobrenaturales.