CÓMO PERDONAR EL PASADO
Que algo haya sucedido o no como lo esperabas no tiene porqué robarte la magia del instante presente. Sea lo que sea que te hayan hecho tiempo atrás, ahora eso ya es parte del pasado y el pasado no tiene poder sobre tus vivencias actuales, a no ser que tú le confieras dicho poder.
No basta con decir que perdonas el pasado si no eres coherente con tu intención y con tu actitud. Pero no hay que confundir perdonar con olvidar, ¿acaso por el hecho de perdonar se ve afectada la memoria? Se trata de recordar pero ya sin la carga emocional negativa. Puedes darte cuenta que de verdad perdonaste algo o a alguien cuando de vez en cuando al recordarlo no te genera dolor, pues ya lo has superado.
Otro aspecto a tener en cuenta es que el perdón es una elección, la cual ha de ser libre y nunca como una obligación. También, perdonas cuando estés listo y no tiene que ser “ya mismo”. El perdón es un acto que no implica la bilateralidad, es decir, puede ser solo unilateral en donde seas tú el que perdone, independientemente de si la otra persona, por ejemplo desea reconciliarte contigo o no, y lo haces por tu propio bienestar, pues en últimas es un favor que te haces a ti mismo, no necesariamente al otro.
El reconocido psicólogo y escritor Wayne Dyer, es un claro ejemplo de ello. Cuando era niño, sus hermanos, su madre y él fueron abandonados por su padre quien era alcohólico. Su madre como no podía sostenerlos económicamente tuvo que dejar a Wayne y a sus hermanos en un hogar de acogida.
Así que creció con mucho resentimiento hacia su padre, pero un buen día todo cambió. En 1974, se enteró de que su padre hacía diez años había fallecido y una corazonada lo llevó a ir a buscar el cementerio en que yacía su tumba. Estando allí, se pasó cerca de tres horas desahogando todo su dolor y su confusión, hasta que llegó un momento a partir del cual pasó de la rabia a la compasión, lo que le llevó a hacer un acto de perdón honesto. Desde ese momento su vida se transformó para siempre y empezaron a llegar él bendiciones una tras otra. De repente, escribió con mucha facilidad y fluidez el libro: “Tus zonas erróneas”, asimismo, fueron apareciendo en su vida las personas correctas y las situaciones adecuadas para ir alcanzando cada vez más éxito y su estilo de vida empezó a ser mucho más saludable, así en general, toda su vida mejoró notablemente a partir del momento en que perdonó.
También encontramos un hermoso ejemplo en la terapeuta, escritora y experta en metafísica Louise Hay, quien de niña fue maltratada y abusada sexualmente. Además, poco se amaba a sí misma. En el colegio por ejemplo, usualmente no hacía valer sus derechos y cuando compartían algo ella siempre se quedaba de última en recibir la parte que le correspondía. A todo esto se le suma, que vivía en condiciones económicas muy precarias y se vio muchas veces privada o restringida para satisfacer cualquier clase de gustos. En su juventud, se relacionaba sexualmente con cualquiera que le ofreciera cualquier mínima muestra de atención. Años más tarde en su adultez enfermó de cáncer y como ya conocía sobre aspectos metafísicos, empezó a encontrar relación entre su cáncer y los problemas vividos en la infancia, especialmente los relacionados con los abusos y maltratos que la llevaron a vivir con rabia permanente hacia quienes le hicieron daño. Entonces, decidió ayudarse a sí misma de manera integral en cuerpo, mente y emociones. Por tanto, cambió su alimentación, su estilo de vida y empezó a ayudarse con métodos naturales para desintoxicar su organismo, pues sabía que todo esto contribuiría a su recuperación. Además de ello, empezó a amarse de verdad e incondicionalmente. Así que, practicó constantemente las afirmaciones o frases positivas en las que declaraba que ya sentía justo lo que deseaba sentir (como si ya fuese así), pero también, sabía que necesitaba perdonar para completar su proceso curativo, de lo contrario, serían mejorías pasajeras mientras no trabajara en las causas profundas de las emociones negativas que con el paso del tiempo llevaron a enfermarla. Para ello, consiguió un experto en psicoterapia quien le ayudó a desahogar las emociones reprimidas, a liberarlas para posteriormente sanar. Recuerda que en varias ocasiones le pusieron de tarea por ejemplo, golpear unas almohadas con fuerza mientras expresaba todo el coraje que llevaba en su interior. Luego, pudo entrar en calma y empezar a comprender que los que le habían hecho daño solo habían actuado con base en las pautas de comportamiento que ellos mismos habían aprendido, entonces pudo perdonarlos. Al perdonar se liberaba ella misma del peso que arrastraba consigo misma y por ende contribuía también notablemente a la sanación de su organismo. Alrededor de seis meses después ya estaba curada completamente, sin haber requerido un tratamiento médico convencional.
Ella plantea que perdonar no es justificar los comportamientos del otro, sino dejar marchar las ideas respecto a ello que a uno mismo le causan malestar al obsesionarse con estas. Además, hace énfasis en el amor propio y en la sanación del niño interior, para lo cual es esencial aprender a perdonar a los demás y a uno mismo, reconociendo que siempre se hace lo mejor que se sabe hacer de acuerdo con los recursos que se tengan en determinado momento.
Así como estos, hay muchísimos ejemplos más en donde perdonar ha sido un pilar fundamental para que la persona avance en su crecimiento y transforme su existencia por una más gratificante y para que eso que llamamos milagros empiecen a manifestarse más fácilmente.
Hay que tener presente que al perdonar no tanto le hacemos “un favor” al otro, sino que nos lo hacemos más a nosotros mismos porque ayuda a nuestra sanación en cualquier área de la vida, nos liberamos de las ataduras del pasado y nos permite tener la mente más despejada, así como el corazón más dispuesto para concentrarnos en las experiencias del momento presente.
Todo se puede perdonar: personas, situaciones, resultados indeseados, experiencias dolorosas o negativas. Para ello necesitamos, primero que todo tener la disposición de perdonar (así no sepamos cómo). El primer paso es la intención de hacerlo, ya los medios irán apareciendo de alguna manera en medio del camino que vamos transitando. Luego, hay que tratar de ver más allá de lo aparente, esto significa por ejemplo, si se trata de alguien, ver más allá de sus máscaras o de los errores de su conducta y personalidad, reconocer que su ser o su alma está en proceso de evolución y que quizás está en niveles muy básicos todavía. Esto con el fin no de justificar, sino de comprender. Igualmente, si se trata de una situación pasada desagradable, hay que reconocer que somos responsables de lo que hemos atraído a nuestra vida (personas o hechos). En últimas, según la calidad de amor que nos brindemos, ese será el tipo de amor que incitaremos o provocaremos que los demás nos den.
Es bajo esta perspectiva que resulta más factible perdonar. Pero también, necesitamos desahogar la emoción que todavía tengamos en nuestro interior hacia esa persona o situación, no haciendo de cuenta que nada ha pasado, sino siendo conscientes de lo que ha sucedido y de lo que hemos sentido frente a ello, a la vez que sabemos que esa emoción no nos aporta nada útil, sino que por el contrario nos desgasta energéticamente. Por eso, hay que liberar la emoción nociva que nos hace perpetuar el resentimiento y que en consecuencia debilita todo nuestro ser, desahogándola bien sea por ejemplo, haciendo ejercicio, escribiendo, hablando o pegándole a una almohada. Después, sintiendo más calma, es importante tomar distancia cuando haya que tomarla, alejarnos de lo que nos ha dañado de alguna manera, tomar medidas o decisiones al respecto y seguir adelante, centrándonos en el momento presente para que nuestro futuro sea mucho más acorde a nuestros deseos.
El pasado, precisamente “ya pasó” y no podemos cambiar lo que sucedió, más lo que sí podemos hacer es extraer la enseñanza que nos haya dejado esa experiencia para nutrir nuestra sabiduría interior. Lo que también podemos hacer es interpretar de otra manera lo sucedido, encontrando el sentido que se esconde en toda aparente dificultad, viendo desde una nueva óptica más amable. Entre otras cosas, si somos flexibles con nosotros mismos y aceptamos equivocarnos, nos será más fácil perdonar los errores en los demás.
Empecemos pues, a darnos más amor incondicional, a ser más comprensivos con nosotros mismos, a ver nuestros desaciertos como oportunidades para seguir aprendiendo, a soltar aquello del pasado que ya no nos sirve, previamente habiendo extraído lo que sí nos aporta, a hacer las paces con el otro y con lo que nos rodea, sabiendo que nos lo hacemos a nosotros mismos al alimentar la serenidad en lugar de la discordia. Liberando el rencor, pero no quedándonos en él, no justificando al otro, pero sí comprendiéndolo en su ser, rescatando lo aprendido en el ayer, pero no quedándonos anclados a un pasado tormentoso que ya se fue, así es como logramos perdonar de corazón. Aquí y ahora es el momento de comenzar a sanar las heridas, de amarnos, de seguir adelante y de liberarnos.
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