Curiosamente, la vida no nos premia con el resultado que buscamos cuando nos sentimos ansiosos por conseguirlo. Nos premia con la materialización de algo cuando nos sentimos con una expectativa juguetona, sintonizados con lo que realmente somos, estando alegres, satisfechos y agradecidos por ello.
Esto parece muy curioso, quizás hasta extraño y poco comprensible, pero si lo miramos con mayor profundidad, podemos observar que tiene una lógica bastante entendible, que demasiadas veces pasamos por alto.
Nuestro ser interno siempre nos habla de algo que puede ser mejor en nuestra vida y es natural sentir ese impulso de querer alcanzarlo. Es necesario escuchar esa voz para saber hacia dónde nos dirigimos. O sea, saber aquello que deseamos alcanzar. Una vez que hemos aceptado movernos en esa dirección, el siguiente paso consiste en comenzar a sentir lo que significaría encontrarse allá ahora mismo. Después de esa alineación se encontrará la ruta fisca (la acción) para llegar al resultado materializado.
En cuanto llegamos a este mundo aprendemos que tenemos que actuar para llegar al lugar a donde queremos ir y nos saltamos la etapa de alineación con aquel objetivo. Tenemos la tendencia a actuar, caminar o correr hacia nuestro objetivo, sin considerar lo que estamos sintiendo mientras estamos en el viaje. No nos hemos dado cuenta de que el sentimiento que llevamos en el intertanto, nos aporta la energía necesaria para asegurar la llegada o para alejarnos de la ruta. No es lo mismo un viaje placentero y confiado, que un viaje ansioso y colmado de estrés por llegar a satisfacer nuestro cometido, lo que nos puede confundir y muchas veces extraviar del destino.
El estrés, la angustia y las ansias por llegar a satisfacer nuestra necesidad terminan por entrometerse negativamente mientras vamos de camino hacia donde hemos decidido ir. Lejos de apoyarnos, estas emociones nos desgastan y nos envuelven en su manto, convirtiendo nuestro viaje en algo que nos desagrada. Esto nos sucede porque olvidamos que la meta está asegurada, porque no recordamos que aquello hermoso que deseamos alcanzar necesita una vibración a su equivalente de parte de nosotros. Todo se trata de alcanzar la vibración de lo que deseamos alcanzar.
Mientras sigamos programados con la idea de que tenemos que conseguir algo allá a fuera para aplacar la angustia y/o ansiedad que estamos sintiendo en el camino, nuestros resultados no serán satisfactorios. Esto es así porque esta premisa de que “necesitamos algo externo para completarnos” es falsa. Antes de atraer aquello, necesitamos reconocer que estamos completos para obtener ese bien.
Todo impulso o deseo de conseguir algún objetivo en particular tiene más relación con el hecho de evocar aquel sentimiento que ese algo puede darnos. Si pudiéramos sentarnos, serenos y confiados a despertar aquel sentimiento de satisfacción, llegaríamos más pronto a donde deseamos, porque esa misma energía liberada ayudaría a que la ruta se haga más fácil y más corta. Si conseguimos sentir ese sentimiento, la tarea estará completada y se desplegará frente a nuestros ojos aquello que estábamos extrañando ver. O sea, se trata de encontrar esa sensación dentro de nosotros en vez de desear alcanzar algo que está a fuera para saciar lo que sentimos que nos falta.
Recuerdo el caso de una mujer que se sentía muy estresada en su trabajo porque el ambiente laboral no le parecía óptimo para su trabajo y el de sus colegas. Al mirar el escenario, comprendió que no podía cambiar a los otros por medio del enfrentamiento, que solo tenía la posibilidad de aceparlos tal como eran y comprender que los demás eran inconscientes de lo que ella tenía consciencia. Este entendimiento le permitió relajar su sistema nervioso y alcanzar una mirada más amplia de todo lo que sucedía. Al poco tiempo me escribió para contarme que había creado un comité de mejora de su ambiente laboral, el cual estaba siendo apoyado por su jefatura. Me invitó a participar en una actividad que ella organizó con ese objetivo y realmente se sentía maravillosamente bien al convertirse en la semilla de cambio, no solo en su equipo, sino en la organización.
La vida nos permite alcanzar una virtud o un bien material solo después de haber sentido la dicha de poseerlo. Y esto es así porque la dicha de “ser eso” que anhelamos, es nuestra verdadera identidad. Si deseas ser un exitoso orador, llegarás a allí después de que todo tu ser haya evocado la dicha de ser un éxito orador. Si te sientes frustrado y ansioso por alcanzar ese éxito, será más difícil que lo logres porque tu baja vibración no te permite saborear la agradable expectativa de serlo. De esta manera te impides a ti mismo el sentimiento y la dicha de ser ese exitoso orador.
Es como si la vida nos invitara a ir hacia atrás. Es como si en el pasado hubieras sido un éxito orador y extrañaras volver a serlo. Podríamos decir que no te vas a convertir en un orador en el futuro, sino, que tienes que volver a recordar el pasado cuando ya lo eras. Si consigues el recuerdo, lo habrás logrado y alcanzado en tu realidad física.
Curiosamente, la vida no nos premia con el resultado que buscamos cuando nos sentimos ansiosos por conseguirlo. Nos premia con la materialización de algo cuando nos sentimos gratos, satisfechos y plenos al recordar lo que sentíamos cuando eso era nuestro. Quizás por eso lo extraños, porque era nuestro y lo hemos perdido de vista.
Debe ser por eso que la ley de atracción señala que es necesario sentir como que ya es tuyo aquello que anhelas. Todo se trata de recordar que antes de llegar a este mundo todo el poder y la magia nos pertenecían. Al parecer todo se trata de recordar aquello magnifico que era nuestro antes de llegar aquí y obtendrás en tu vida todo aquello que seas capaz de recordar que era tuyo.
¿Recuerdas que eras feliz disfrutando de la paz, la libertad, la armonía, la buena voluntad, lo constructivo y la abundancia de muchas cosas buenas alineadas al amor universal?
A recordar se ha dicho !!!!