Es un lugar común decir “lo que crees, creas”. Sin ánimo de meterle el miedo a nadie en el cuerpo, es una frase que tiene una gran parte de verdad.
Nuestro inconsciente es altamente complejo y si lo desconocemos, tenderemos a repetir una y otra vez las mismas situaciones: mismo tipo de relaciones laborales, de amistad, de pareja… que, de alguna forma, no nos satisfacen. Más allá de la importancia de nuestro árbol y de la transmisión del ADN energético, de alguna forma estamos generando realidad, aunque no seamos conscientes de ello. Tenemos que partir de esta premisa para responsabilizarnos de nuestros procesos y cambiarlos.
El problema, en muchas ocasiones, es que hay una divergencia entre aquello que sentimos externamente y aquello que está en lo más profundo de nuestra psique. Ese conflicto es el que podemos aprovechar como oportunidad para nuestro crecimiento personal en vez de dejarlo pasar, con lo que probablemente aumentará a lo largo de los años.
Por eso mismo, y llegados a un determinado punto, va a ser necesario que alineemos nuestro consciente y seamos conocedores de lo que hace nuestro inconsciente para, de alguna manera, evitar que nos traicione y que gobierne sobre lo que queremos realmente. Con ello podremos dirigir nuestra energía de forma correcta para conseguir aquello que nos propongamos y, efectivamente, las posibilidades de obtener nuestro objetivo serán mucho mayores. Ya hay estudios científicos que demuestran que nuestra observación influye en la alineación de los átomos con lo que tenemos capacidad de influir sobre la energía que nos rodea.