¿CUÁL ES EL LLAMAMIENTO DE DIOS PARA TI COMO ESPOSA?
Existe una controversia acerca del papel correcto de la esposa en la familia de hoy. En esa controversia se han presentado muchas opiniones y perspectivas. Un punto de vista afirma que si una esposa actúa de acuerdo con la Biblia, se coloca en una posición inferior; otros afirman que la posición de la esposa es igual a la de su marido en todos los sentidos, que es digno y valioso ser una esposa. ¿Quién tiene la razón? ¿Cuál debe ser el papel de una esposa, y cómo puede desarrollarlo en la práctica? ¿Alguna vez te has preguntado cuál es el diseño de Dios para ti en el matrimonio, y cómo quiere él que tú lleves a cabo ese llamamiento en una manera que le agrada?
Son preguntas que la mujer cristiana necesita contestar si va a llegar a un entendimiento de su función tan esencial en el matrimonio, y así poder cumplirla. Por esa razón, vamos a examinar lo que la Biblia enseña acerca de estas preguntas, para entender qué es lo que Dios quiere que tú seas:
1. Sé una ayuda. La primera cosa que la Biblia enseña acerca del papel de una esposa es que ella debe ser ayuda de su marido. Después de que Dios creó a Adán, dijo, “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). La palabra ayuda nos habla de alguien cuya misión es apoyar y auxiliar a otra persona. Es importante notar aquí que, si Dios dice que tú debes ser ayuda de tu marido, quiere decir que tu marido necesita ayuda. Desde el principio, Dios ha dicho que el hombre solo está incompleto en sus capacidades para desenvolverse en una familia. Necesita la ayuda de otra persona no solamente para reproducirse, sino también para llevar a cabo todos los aspectos de una familia. La mujer fue creada para ser su ayuda perfecta en aquellas áreas del diseño de Dios que él ha designado para la mujer. Dios hizo a la mujer con habilidades muy propias en lo intelectual y lo físico, para que ella pueda ser la ayuda que su marido necesita.
¿Quiere decir esto que, siendo tú la ayuda de tu marido, eres inferior a él? Si eres su apoyo, ¿entonces ocupas segundo lugar en importancia? ¡Claro que no! La Biblia dice que Dios es nuestro “Ayudador” y que ha dado “otro Ayudador”, que es el Espíritu Santo, para que permanezca con nosotros siempre (Salmo 54:4; Juan 14:16). Obviamente, aunque Dios nos ayuda, no es inferior a nosotros. De la misma manera, en ningún sentido debes considerar tu función de ayuda como una posición inferior. Al contrario: debes considerar que tú eres la persona a quien Dios ha escogido para colaborar con tu marido en lo que tu familia necesita. Por eso, necesitas ver tu matrimonio como si fuera un equipo deportivo. Para que un equipo sea ganador, es necesario--más aún--es indispensable la ayuda y participación completa de cada miembro del equipo, o el equipo entero fracasa. Un matrimonio ganador tiene el mismo ánimo de un equipo ganador.
Nota también que Dios declara en Génesis que la mujer sería idónea para el hombre. Dios no la hizo ni superior, ni inferior al hombre, sino comparable y del mismo valor que él. La palabra idónea significa contraparte, una parte de una pareja perfectamente igualada. Así es que la mujer fue creada para ser la contraparte perfecta de su marido, como dos guantes que corresponden perfectamente, cada uno siendo lo que al otro le falta para ser completo.
Para llevar a cabo plenamente el diseño de Dios para ti como esposa, necesitas entendimiento de cómo y en qué maneras puedes llegar a ser la contraparte perfecta de tu marido. Para saber esto, necesitas descubrir, como el miembro más valioso de su equipo, en qué manera tu marido necesita ayuda, apoyo, o tu esfuerzo. Para poder experimentar la satisfacción de ser esposa que Dios desea que tú sientas, es fundamental descubrir las necesidades que tu marido tiene. Las necesidades de tu marido pueden variar de día en día, pero Dios quiere darte ojos para ver las necesidades de tu marido, y un corazón ansioso de suplirlas. ¿Necesita tu marido de tu apoyo espiritual a causa de una lucha personal que él tiene? ¿Necesita tu punto de vista y consejo acerca de una decisión que tiene que hacer en su trabajo? ¿Necesita tu ayuda para organizar los asuntos del hogar? Tú eres la persona más capacitada para ayudarle con estas necesidades, porque tú le conoces mejor que cualquier otra persona, lo cual te coloca en la posición de ser su mejor ayuda. Recuerda lo que dijo Salomón: “Mejores son dos que uno...pero, ¡ay del solo!” (Eclesiastés 4:9-10).
2. Sé una esposa excelente. En la Biblia se hace la pregunta, “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Luego afirma, “Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado...” (Proverbios 31:9-10). La palabra virtuosa nos habla de alguien de fuerza y habilidad. Leyendo el resto de Proverbios 31, aprenderás cuáles son las características que le constituyen una mujer de fuerza y sustancia, y cómo estas características afectan su matrimonio. Nota que el rey Lemuel reconoce que “su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”. La palabra estima signifca que sería increíblemente elevado el salario que tendría que pagar a una mujer semejante: “sobrepasa largamente a...las piedras preciosas”. Así es que la Biblia nos indica que la esposa de excelencia no es nada inferior, sino absolutamente indispensable. ¡Ella vale más de lo que su marido gana!
La fuerza de una esposa virtuosa se revela no sólo en su carácter; también en su servicio a los demás. Ella es muy competente y trabajadora en los asuntos de su hogar, de manera que el corazón de su marido confía tranquilamente en las decisiones que ella toma. Sus acciones demuestran la sabiduría divina, y su verdadera bondad se refleja en las decisiones que ella toma. Todo esto logra que gane la estimación y alabanza de su marido y de sus hijos.
Esta es la vocación de esposa que Dios te ha dado. Pero, ¿qué produce este carácter, esta fuerza, esta excelencia en tu vida? La respuesta se encuentra al final de Proverbios 31, donde el rey Lemuel declara, “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada” (Proverbios 31:30). De ahí viene la fuerza de carácter: su reverencia y temor de Dios. El temor de Dios es un requisito para que cualquiera esposa llegue a tener el carácter que le ayudará a vivir una vida que agrada a Dios. El temor de Jehová es lo que nos motiva a “aborrecer el mal” y “perfeccionar la santidad” en nuestra vida (Proverbios 8:13; 2 Corintios 7:1).
¿Quieres ser una esposa virtuosa? Si tu respuesta es “sí”, entonces necesitas entregar tu vida entera a Cristo, y pedirle que él te llene de esa actitud reverente y temerosa de Dios. Pídele a Dios que te dé un aborrecimiento por el mal o el hábito malo que te cautiva en este momento. Comienza a seguir a Dios, buscándole diariamente en su Palabra, y pidiéndole verdadera santidad de corazón. Haciendo esto, comenzarán a manifestarse la fuerza de carácter y la excelencia que deseas, y cambiarán tu vida.
3. Sé una esposa prudente. Salomón declaró que “la casa y las riquezas son herencia de los padres; mas de Jehová la mujer prudente” (Proverbios 19:14). ¿Qué significa ser una esposa prudente? La palabra prudente significa sabio y entendido. Los padres dan la herencia de riquezas materiales, pero cuando Dios quiere dar algo de valor verdadero y perdurable, él da una esposa sabia y entendida. Nota nuevamente cómo la esposa prudente, según la Biblia, es una persona cuyo valor es sólo comparable con la herencia más espléndida.
Es interesante observar que Dios manda a cada marido que viva con su esposa “sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil...” (1 Pedro 3:7). Pero nota que según los pasajes en Proverbios que hemos leído, la mujer también debe ser entendida. Estos dos textos dan el equilibrio, animando a cada uno a desarrollar una de las cualidades más esenciales para un buen matrimonio: el entendimiento.
De acuerdo con eso, si Dios quiere que tú entiendas a tu marido, ¿cómo vas a obtener ese entendimiento? Muy frecuentemente, los hombres me dicen que sus esposas no los comprenden. ¿Y tú? ¿Comprendes las necesidades de tu esposo, sus fuerzas y sus debilidades? Tal entendimiento es lo que te hará ser la ayuda más fuerte y efectiva, la contraparte que tu marido necesita.
¿Cuáles son algunas de las necesidades que tiene tu esposo? ¿Cómo puedes descubrirlas? La mejor forma de saber cuales son sus necesidades es, sencillamente, preguntándole. Pregúntale, “¿En qué manera puedo suplir tus necesidades? ¿Cómo puedo comprenderte mejor, y las luchas que tu enfrentas?” Cuando te formulas preguntas como éstas, estás formando un puente entre las diferencias que existen entre ustedes dos.
Por su naturaleza, hay enormes diferencias entre el hombre y la mujer. Son distintos en lo físico y lo hormonal, son distintos en su manera de expresarse, tienen distintas necesidades sociales y sexuales, y son distintos en su manera de expresar su afecto el uno al otro. Con tantas diferencias entre ustedes dos, tú necesitas comprender bastante bien a tu marido. Logrando comprenderle mejor, cerrarás más y más la distancia natural entre ustedes. En cambio, si te esfuerzas para lo opuesto, insistiendo en tu preferencia, sólo resaltas más las diferencias naturales, abriendo más la brecha entre ustedes. Por eso, procura comprender a tu marido, dándote cuenta de cuáles son sus necesidades reales: esto es el diseño de Dios para tu matrimonio.
4. Sé una esposa sumisa. Estoy conciente de que, para algunas que leen esto, la palabra sumisión les inquieta demasiado. Si la idea de sumisión te parece muy poco actual, quiero que la examines a la luz de las Escrituras. La correcta definición de sumisión nunca representa inferioridad o una posición despreciable. Si así ves la sumisión, te aseguro que tu concepto de la sumisión no es bíblica.
La sumisión es algo que todos aprendemos en cada aspecto de nuestra vida. Tienes que aprender a someterte a las leyes de tránsito, así como las demás leyes del país. Si trabajas fuera del hogar, tienes que someterte al supervisor. Cuando estabas en la escuela, tuviste que aprender a someterte a los maestros en cada tarea que te daban. Cuando consultas a un médico por alguna enfermedad, tienes que decidir si vas a someterte al diagnóstico y tratamiento que da el médico. En estas áreas de tu vida, te sometes y no consideras que tal sumisión te hace inferior o menospreciable. Al someterte a tu supervisor o al médico, no estás pensando que ellos sean superiores o de más valor que tú. En esas situaciones, tú razonas y dices que la sumisión es una necesidad sencilla para mantener armonía en el trabajo, o para volver a tener salud física. Lo mismo es cierto en tu matrimonio. La verdadera sumisión bíblica en tu hogar resultará en armonía y salud para tu matrimonio.
Yo creo que la razón por la cual la idea de someterse se ha hecho tan aborrecible para muchas esposas, es porque el concepto de sumisión ya no trae la definición bíblica, y por lo tanto han habido muchos abusos. Por eso, vamos a volver a examinar las Escrituras y considerar primero lo que la sumisión no es:
La sumisión no significa que seas inferior a tu marido. En todas partes, la palabra de Dios afirma la igualdad de la mujer con el hombre. El apóstol Pablo dijo, “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vostros sois uno en Cristo Jesús.” (Gálatas 2:28). Era totalmente revolucionario para el apóstol hacer esta declaración en el primer siglo, ya que la mujer de aquella época era considerada como propiedad de su marido. El apóstol Pedro también afirma que la mujer está en una posición de igualdad con su marido, declarando él que son “coherederas de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7).
Contemplando estos textos, es ridículo acusar a los apóstoles de enseñar superioridad o exclusividad masculina. En el reino de Dios, no hay ciudadanos de segunda clase, y por eso la mujer no es inferior a su esposo.
Considera también el ejemplo de Cristo. El apóstol Pablo declara que Jesús no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo...se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte” (Filipenses 2:6-
. Obviamente, si Jesús no consideraba que la sumisión al Padre significara que él valdría menos, tampoco debes tú pensar así cuando te sometes a tu marido. Eres igual a tu marido aun cuando estás sometida a él.
Además, la sumisión no significa que seas la esclava personal de tu marido. ¡Es imposible ser coheredera con él y al mismo tiempo ser su esclava! Sí: la Biblia enseña que todos los cristianos deben servir “por amor los unos a los otros” (Gálatas 5:13). Pero dice que sirvamos los unos a los otros. Un matrimonio verdaderamente bíblico se caracteriza en que el hombre y la mujer voluntariamente sirvan el uno al otro, sin ser obligados o presionados. El amor no obliga, sino se da. Jesús no llamó a sus discípulos esclavos, sino “amigos” (Juan 15:15) y así debe ser tu relación con tu marido. Los verdaderos amigos no exigen obediencia. Siempre existen límites a tu obediencia. Pablo enseñó que las esposas deben someterse, pero añade, “como conviene (es decir, apropiadamente) en el Señor” (Colosenses 3:18). No es apropiado que tu marido te mande como su sirvienta en una manera que no vaya de acuerdo con su amor. Y en ninguna manera debes someterte a algo que es pecado o que viola la palabra de Dios. En tal caso, “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).
Ahora vamos a ver lo que la sumisión sí representa. La sumisión es primeramente una actitud de amor, respeto, y amabilidad en la forma en que hablas y tratas con tu esposo. Por lo tanto, debes recibir el mismo trato de amor y respeto de su parte. Nota la exhortación que Pablo da a hombres y mujeres en Efesios 5. Les anima a la sumisión en amor, diciéndoles, “cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efesios 5:33). Cuando demuestras amor y respeto a tu marido de esta manera, ya has comprendido la esencia de la sumisión.
No obstante, la sumisión es mucho más que una actitud; también produce acción poderosa. Tu sumisión es lo que da el golpe mortal a tu egoísmo. Pablo dice, “Sométanse unos a otros en el temor de Dios.” (Efesios 5:21). La palabra someterse implica sujetar. Pero, ¿qué vas a sujetar? ¡A ti misma! Nuestro egoísmo es el obstáculo más grande para el amor y el respeto, sobre todo en nuestra relación matrimonial. La sumisión es lo que destruye el egoísmo, y te da la capacidad de dar en una manera que producirá armonía con tu marido. Si rehusas negarte a ti misma en la sumisión, siempre resultará en conflicto en todos los aspectos de tu matrimonio. En Santiago 3:16 nos dice, “donde hay celos amargos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa”. Si hay perturbación y conflicto en tu matrimonio, el egoísmo habrá sido la causa en cada caso. Por eso, aprender a truncar el egoísmo por la sumisión es la clave para solucionar los conflictos en tu matrimonio.
Por esta razón, la sumisión significa que tú estarás dispuesta a rendir tu deseo de gobernar y controlar a tu marido. Dios le ha dado la posición de cabeza y líder en la familia. Pablo dijo, “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia” (Efesios 5:23). Esto quiere decir que el marido es quien tiene la responsabilidad final ante Dios por la familia. Dios requiere que el marido tome el liderazgo espiritual en la familia, y él es responsable ante Dios por su desempeño de esa responsabilidad.
¿Por qué daría Dios el liderazgo de la familia al hombre? ¿No quiere decir que entonces la mujer sí es inferior al hombre? No, en absoluto. Dios no le ha dado a tu marido el liderazgo porque sea superior a ti. Recuerda: eres igual a él en todos los aspectos. Pero Dios le ha hecho cabeza de la familia para establecer orden y armonía en tu matrimonio, y para evitar que el conflicto vuelva su relación en una lucha por el control. Imagínate por un momento cómo sería tu vida si tuvieras dos cabezas en tu cuerpo. ¡Cuánta confusión resultaría! De la misma manera, cuando tú tratas de ser la segunda cabeza de tu hogar, entran la confusión y el conflicto, y todos salen perdiendo. Una lucha por el control nunca tiene ganador, y un matrimonio que está en esta condición, pierde. En lugar de tratar de arrebatar el control, ayuda a tu marido a hacer decisiones, ofreciéndole tu apoyo. Procura comprender a tu marido, y sé un ejemplo de una mujer de Dios. Si en verdad buscas la armonía en tu matrimonio, tienes que abandonar el deseo de controlar a tu marido.
5. Sé buena compañera de tu marido. ¿Sabes que el compañerismo es la meta principal de tu matrimonio? Cuando Dios hizo a Eva, era para suplir lo que faltaba en la soledad de Adán, dándole una compañera de por vida. Siendo así, la pregunta más importante es: ¿Cómo puedes experimentar y desarrollar ese compañerismo con tu marido? El compañerismo es el resultado de aplicar lo que hemos estado estudiando en este artículo. Cuando eres ayuda de tu marido, sumisa, no egoísta, procurando ser comprensiva, ser su amiga, el resultado natural será el compañerismo. Piensa: ¿quién quisiera ser compañero de una persona criticona, egoísta, terca, y rebelde? El verdadero compañerismo nunca podrá crecer en una relación de ese tipo. Sin embargo, Dios te ha llamado a ser una persona diferente, con una actitud diferente; tienes que llegar a ser la amiga y compañera de tu marido. Así es como el profeta Malaquías se refirió a las esposas de los judíos cuando les reprochó por su falta de cuidado de sus mujeres. Les advirtió, “Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto” (Malaquías 2:14). El compañerismo es el propósito más central y fundamental de tu matrimonio, y por lo tanto debe ser la más alta prioridad de ustedes cada día. Dios te ha llamdo a ser la compañera espiritual, emocional, intelectual, social, y sexual de tu marido, todos los días. Dios quiere que tú busques, en cada una de estas áreas, las formas específicas de desarrollar compañerismo, amistad, apoyo, comprensión, y generosidad. Amando a tu marido en esta manera, notarás que la verdad de ser una sola carne será cada vez más real y profunda. Desde ahí nacerá el gozo y la satisfacción en tu matrimonio, simplemente porque tú estás cumpliendo con el plan de Dios para ti como esposa.
¿Es el compañerismo con tu marido la primera prioridad de tu vida cotidiana? ¿Estás buscando diariamente las forma de ser la mejor ayuda de tu marido, su amiga y compañera, o es más fácil buscar el compañerismo de otra persona? Cualquiera amistad que lleva prioridad sobre la relación con tu marido, es destructiva y peligrosa. Tu marido debe tener el primer lugar entre tus amistades y tus parientes. Cuando tú le das ese lugar, abres el camino para desarrollar el compañerismo que deseas en tu matrimonio.
¿En cuáles áreas está necesitando tu marido de ti? ¿Estás dispuesta a suplir esa necesidad, o por lo menos intentarlo? Si él te expresa necesidades suyas, y tú no estás dispuesta a suplir lo que falta de tu parte, en efecto estás diciendo que no deseas compañerismo con él. Pero quizás estés pensando, “Él no responde a mis necesidades; ¿por qué he de tratar de suplir sus necesidades?” Jesús contestó esta pregunta tan común cuando dijo a sus discípulos, “Así que, todas las cosas que quieran que los hombres hagan con ustedes, así también hagan ustedes con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). En este pasaje, Jesús explica que si tú deseas que otros te amen y te traten bien, tienes que amarles y tratarles bien primero. Cristo demostró este principio en todos los aspectos de su vida. Lo que él deseaba de la humanidad, él primero dio. Quiso que la humanidad le amara, y por eso nos amó primero. Quiso que entregáramos nuestras vidas en amor, y por eso él entregó su vida en amor primero. Es este tipo de amor lo que nos atrajo a él desde el principio, lo que nos hizo querer ser sus amigos y compañeros. ¿Por qué no tomas los mismo pasos hoy, para llegar a ser la compañera de tu marido? ¡No te arrepentirás!
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