Según las más ocultas versiones esotéricas la forma humana es un reflejo perfecto del Arquetipo o forma ideal del Universo. El axioma bíblico “…Sois hechos a imagen y semejanza del Creador” es altamente significativo y creemos sinceramente que se fundamenta en una verdad esencial que ha de aplicarse no sólo a las virtudes espirituales y cualidades divinas que el ser humano ha de desarrollar durante el larguísimo proceso de la evolución, sino también a la forma de su cuerpo físico denso y del vehículo etérico que le circunda y le crea su particular campo magnético.
¿Cuál es la forma de los Ángeles?
Si la Naturaleza tal como esotéricamente se afirma es el Cuerpo de la Divinidad, es decir, una Forma total, es lógico suponer que todo cuanto existe en el interior de este Universo ha de poseer una forma definida, de acuerdo con las cualidades y características específicas de un determinado nivel evolutivo de conciencia. Y si, tal como se asegura en todos los tratados filosóficos y místicos de la humanidad, “todo es conciencia en la Vida de Dios”, habrá que suponerse obviamente que los Ángeles, que participan íntegramente de esta Conciencia divina, poseen también una Forma definida que les distingue perfectamente a unos de otros de acuerdo con la medida de su propia evolución, es decir, de acuerdo con la jerarquía espiritual que cualifica sus vidas y sus destinos angélicos.
Siendo así y según el orden de nuestras investigaciones, la pregunta que se presenta de inmediato es ésta: ¿Cuál es la forma de los Ángeles?
Con esta interrogante enfrentamos un gran misterio, imposible de ser resuelto satisfactoriamente a menos que poseamos visión espiritual y seamos capaces de percibir en los mundos invisibles. Podemos decir, sin embargo, que todo es igual pero que paradójicamente todo es distinto al estudiar la evolución angélica libres de la limitada visión objetiva y más allá del permanente estímulo de las vanas comparaciones.
El Ángel utiliza cuerpos radiantes de energía
La diferencia estriba a nuestro entender en que el Ángel utiliza cuerpos radiantes de energía en distintas frecuencias vibratorias y el hombre se manifiesta por medio de cuerpos de sustancia. ¿Nos dice algo esta sutil distinción? Podríamos argüir quizás que nuestro cuerpo es un receptáculo de todas las energías actuantes en el Cosmos y que al hablar del cuerpo de los Ángeles como de “radiantes focos de energía” no lo distinguimos del nuestro más que en un sólo aspecto, la Sutilidad. Pero,… ¿es esto realmente así?
El conocido axioma esotérico “la energía sigue al pensamiento” presta un sentido muy particular a la relación humano dévica al considerar que el pensamiento pertenece a los hombres y el dinamismo de la energía a los Ángeles. La consecuencia de esta idea, en el orden clásico de la analogía, es admitir que existe RECIPROCIDAD, o quizás sería mejor decir SIMULTANEIDAD, entre la actividad de los Ángeles y de los seres humanos y admitir lógicamente que la forma de los Ángeles –aún considerándoles rutilantes centros de energía– debería ser muy parecida a la del cuerpo humano.
Éste, según dijimos anteriormente, adopta esotéricamente la forma del Universo. Parece ser que hay algo o quizás mucho de verdad en esta semejanza de forma entre Ángeles y hombres, singularmente en las superiores formas de evolución angélica dentro del Sistema Solar. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que no todos los Ángeles pertenecen al mismo Reino dévico dentro de sus innumerables huestes o jerarquías, de la misma manera que en orden a la progresiva evolución del ser humano, un ciudadano del Cuarto Reino difiere sensiblemente de las formas inferiores que cualifican a los demás Reinos de la Naturaleza, animal, vegetal y mineral.
Distintas categorías de Ángeles
De acuerdo con el sentido de la analogía habrán de observarse grandes diferencias de forma entre las distintas categorías de Ángeles, desde los grandes Arcángeles Señores de un Plano de la Naturaleza hasta las diminutas vidas angélicas o dévicas que construyen la envoltura física de un átomo. La Forma, en todas sus expresiones, es siempre la representación simbólica de un tipo particular de energía subjetiva en lo que a los Ángeles se refiere y la objetiva expresión de cualidades de conciencia en lo que a la vida humana se refiere.
Podríamos decir por tanto que hay una absoluta correspondencia entre los diferentes tipos de energía que manipulan los Ángeles y las distintas capacidades de conciencia que distinguen entre sí a los seres humanos. Así, pues, el axioma esotérico “la energía sigue al pensamiento” puede aplicarse enteramente a la relación vital de la conciencia humana representativa del Pensamiento divino con la energía angélica que es una expresión del Fuego creador de la Divinidad.
Su resultado es la forma objetiva, el aspecto más denso y positivo de la Creación universal, siendo los Ángeles y los hombres misteriosos agentes consustanciales de este proceso que tiene como objetivo llenar de formas el Universo. El proceso de sustanciación del pensamiento en formas densas y objetivas corresponde sin embargo a los “ángeles menores”, aquellos que en los estudios esotéricos son denominados “elementales constructores” o “fuerzas elementales de la Creación”.
Estas fuerzas dévicas elementales se hallan en la base de la vida evolutiva de los Reinos y de las especies y sus formas peculiares, observadas clarividentemente, ofrecen multiplicidad de particularidades de acuerdo con su grado de evolución. Tal como su denominación indica, sus vidas están vinculadas en orden a su evolución con los llamados elementos naturales, es decir, la tierra, el agua, el fuego, el aire y el éter; siendo este último el elemento coordinador y sintetizador.
Las formas etéricas merced a las cuales estas fuerzas dévicas pueden ser percibidas y clasificadas varían de acuerdo con su evolución y con la función que desempeñan dentro del elemento vital en donde viven, se mueven y tienen el ser. Actúan en grandes concentraciones y son inteligentemente dirigidas por expertos Ángeles atendiendo la ley universal de Belleza y Cumplimiento, la sagrada divisa de los Ángeles mayores del Sistema
He aquí, someramente clasificadas, las principales fuerzas y elementales constructores que estructuran las formas de la Naturaleza:
Los Elementales de la Tierra
Son aquellas fuerzas dévicas que manipulan las energías etéricas que convenientemente sustanciadas constituyen las distintas gradaciones del Reino mineral. Existen en increíbles cantidades y en multiplicidad de formas y características, desde las que construyen las piedras, el elemento sólido que constituye la osamenta del planeta, hasta las que operan a través de los minerales dotados de radiactividad, pasando por los devas especializados que construyen la extensa gama de piedras preciosas.
Los elementales de la tierra más conocidos son los llamados GNOMOS, de forma muy parecida a la que vemos reflejada en los cuentos infantiles, aunque dotados de un poder superior al que se les asigna corrientemente y bastante más difíciles de ser contactados de lo que usualmente se cree, a pesar de que ellos se esfuerzan por establecer contacto con los seres humanos. Habitan en el interior de las piedras, en las profundidades del suelo y en los huecos de los grandes árboles.
Tales devas constructores existen en todos los niveles del Plano Físico denso constituyendo de manera misteriosa la fuerza gravitatoria de los cuerpos. Desde las formas semietéricas de los devas inferiores que construyen las piedras, perceptibles a veces a los sentidos físicos, hasta aquellas que pertenecen a los que se expresan por medio de la “geometría luminosa”, especializados en la construcción de las piedras preciosas con poderes talismánicos.
Los Elementales del Agua
Entre ellos hay que distinguir a las hadas y las ondinas, es decir, a las minúsculas y refulgentes criaturas etéricas que pueblan los campos y los bosques y la misión de elaborar y sazonar los frutos de las distintas especies.
Hay una especie particular de tales devas o “pequeños Ángeles” del Reino Vegetal que dan forma a las distintas plantas y cubren de verdor los campos y los prados, así como las hojas de los árboles. Otros, más evolucionados y actualizando gran poder magnético, son los protectores invisibles de los lugares magnéticos de la Tierra.Son los Ángeles protectores que exigen “las palabras de pase” en las reuniones realmente esotéricas y que blanden “sus espadas de fuego” para ahuyentar a los malintencionados, curiosos o profanos que intentan acercarse a estos lugares.
Las Ondinas del agua cooperan también activamente en la evolución de las formas del Reino Vegetal. A la vista del cualificado observador clarividente aparecen en formas muy diversas según sea el grado de su evolución. Ciertas ondinas muy evolucionadas adoptan una forma transparente, muy hermosa y vagamente humana. Los grandes Ángeles que presiden la evolución de los elementales del agua y cuidan a través de ellos de mantener las propiedades de la misma como uno de los más preciados elementos de conservación planetaria, constituyen el Arquetipo de las ondinas aunque su tamaño es considerablemente superior y de más rutilantes y bellos colores: verde mar, azul intenso o azul claro, según se manifiesten en el agua de los océanos, de los ríos, de los lagos o de los pequeños arroyuelos de las montañas. Habitan generalmente en el seno de las aguas y en el interior de las plantas constituyendo la savia de las mismas.
Los Elementales del Fuego
Se les denomina generalmente AGNIS en lenguaje esotérico y en sus expresiones inferiores se les llama también salamandras y se les halla virtualmente en todos los lugares de la Naturaleza en donde el elemento fuego se halle en actividad, desde el Fuego místico de Kundalini en el centro del planeta hasta las pequeñas hogueras, pasando por el fuego de los volcanes y los grandes incendios. Las salamandras aparecen ante la visión clarividente como pequeñas lenguas de fuego en distintas formas.
Los Ángeles superiores del fuego, denominados Agnis, son difíciles de ser percibidos y contactados ya que su expresión es peligrosa y cualquier relación con tales Entidades en el presente estado de la evolución humana sólo es aconsejable a aquellos que poseen un perfecto control de sí mismos y una gran sensibilidad espiritual. Estos Agnis, aparecen como gigantescas llamas de Fuego, distinguiéndose en el interior de las mismas una forma vagamente humana con grandes y flotantes cabelleras de un intenso color rojo y despidiendo a través de toda su aura magnética grandes y peligrosas llamaradas rojas amarillentas.
Los Elementales del Aire
Se les denomina corrientemente sílfides o silfos y viven, se mueven y tienen el ser en los insondables éteres del espacio constituyendo la atmósfera donde vivimos y merced a la cual respiramos. Su color es transparente y se confunden con el azul del cielo por lo cual es muy difícil adjudicarles una imagen determinada.
Son responsables de algunos de los fenómenos eléctricos de la Naturaleza, tales como los relámpagos, los rayos y los truenos, así como todos aquellos que están relacionados con el aire, es decir, el viento, desde la ligera brisa a los grandes huracanes. Aliados con las ondinas condensan el agua de la atmósfera y la transforman en lluvia. Una especie particular de silfos trabajan asociados con los devas constructores del Reino vegetal y tienen como especial misión colorear las flores y dotarlas de perfume, determinar las cualidades de las plantas y sazonar los frutos.
Cuando puede observarse a estos silfos del aire, se les ve como ráfagas de luz desplazándose por los espacios a velocidades increíbles. Se les ha denominado “los grandes comunicadores” y son responsables de toda forma de comunicación, singularmente la que opera utilizando el éter del espacio como vehículo de relación y comunicación
Un grupo muy especializado de Devas del aire de gran evolución espiritual constituyen la legión de los “Ángeles Guardianes de la Humanidad” y, podríamos asegurar, de acuerdo en esto con la tradición religiosa y mística, que cada ser humano, sea cual fuere su evolución, tiene su particular Ángel guardián.
Los Elementales de las Sombras
Hay también los llamados “Ángeles Oscuros”, clasificados en varias categorías, que habitan en las profundas oquedades planetarias y en todos los lugares sombríos y oscuros de la Tierra, las minas, las cuevas, los subterráneos, etc.
Cierta especie de estos Ángeles oscuros habita en la superficie de la tierra y participan ciegamente, cuando son invocados mediante ciertos definidos mántrams, en la actividad de los magos negros. En lo que al aspecto psicológico humano se refiere son responsables del miedo a la oscuridad, ya que es en la oscuridad en donde ellos viven, siendo su alimento las sombras. Muchas especies de “devas oscuros” desaparecieron de la Tierra con el descubrimiento de la electricidad aplicada en forma de luz.
Estos devas aparecen con la llegada de la noche. Es por tal motivo que en todas las tradiciones de la humanidad se acepta normalmente el hecho de que los magos negros que practican el mal trabajan por la noche cuando las sombras son más espesas así como los magos blancos lo hacen de día cuando el sol brilla esplendorosamente en su cenit.
Autor: Vicente Beltrán Anglada
Las fuerzas ocultas de la naturaleza