Hay una facultad humana que parece desvanecerse entre tantas sensaciones que bombardean nuestros sentidos.
Nuestro actual modo de vida está desbordado de emociones y pareciera que si no somos capaces de emocionarnos no vivimos la vida, en tanto que la sensibilidad parece que agoniza entre el mar de emociones que circulan libremente en nuestro mundo.
La emoción y la sensibilidad son tan diferentes como lo puede ser una gigantesca ola, de una gota del rocío de la mañana.
Y lo peor es que cuando las emociones se levantan, perdemos sensibilidad.
La emoción es del mundo, la sensibilidad, es del alma.
Para experimentar el mundo interno es necesario percibir sus vibraciones que son más sutiles que las del mundo objetivo.
No es lo mismo estar informado del mundo sutil que experimentarlo.
Y para ello tenemos que desarrollar la sensibilidad que nos conecta con lo sutil y nos permite responder a la impresión superior y a la inspiración interna.
Sabemos que Dios es omnipresente.
Sin embargo no lo percibimos así porque no vemos a Dios en todo.
Sin la suficiente sensibilidad es imposible.
Ni la información ni la creencia, sólo la vivencia nos da la certeza del mundo espiritual.
El estudio nos ayuda a enfocarnos en la dirección correcta, pero no confundamos el mapa con el territorio.
No es lo mismo hablar de las delicias de una fruta que comerla.
O hablar de agua que mojarse.
Y es lo que la vida nos pide a gritos en estos momentos críticos que vivimos.
Que nos lancemos a la aventura del camino interno.
El Maestro Omraam Mikhael Aivanhov decía:
“Yo les señalo el camino y ustedes se quedan mirando mi dedo…”
Cuando cerramos los ojos y buscamos meditar la mente nos lleva de paseo por el mismo mundo que por un instante tratamos de dejar de lado y pensamos en el trabajo, la comida, la ropa, etc.
Es su costumbre, son sus surcos, sus hábitos.
Existen muchas técnicas para meditar y acallar la mente, a saber:
La visualización, seguir el movimiento de la respiración, cantar el So Ham internamente…
Sin embargo creo que la preparación anterior a cerrar los ojos es vital.
Y la sensibilidad juega un papel muy importante.
Cuando nos hacemos sensibles al mundo que nos rodea, cuando podemos percibir la vida que subyace detrás de todo y empezamos a celebrarla, cuando ante un árbol, sentimos su vida y esa fuerza que lo impulsa verticalmente hacia arriba, nos estamos preparando.
Cuando reconocemos que el Espacio es una entidad inteligente y al movernos lo hacemos con respeto, cuando somos tiernos no sólo con las personas sino también con los objetos, cuando nuestros movimientos denotan ritmo y no caos, nos estamos preparando.
Cuando podemos ver en los ojos de aquellos que se nos acercan la luz radiante de sus almas, nos estamos preparando.
El desarrollo de la sensibilidad tiene que ver con la vida de todos los días.
Y en medio de este mundo caótico y lleno de asperezas, es casi un resguardo que podemos desarrollar porque cambiamos el ritmo loco de la vida burda y materialista y le aportamos un poco de poesía y equilibrio.
Esa misma sensibilidad que vamos desarrollando nos permite ingresar al mundo subjetivo con mayor facilidad.
La Jerarquía Espiritual pensó que después de la segunda guerra mundial la sensibilidad humana crecería a tal punto que nunca más repetiríamos la experiencia de una guerra así.
Se creyó que traería un avance tan importante en la evolución humana que permitiría el acercamiento de los Maestros a nuestro mundo y una respuesta más eficiente al llamado de Maitreya, que vendría a “sanar las naciones”.
Si bien es cierto que hoy la humanidad está mucho más inclinada al mundo espiritual también es cierto que estamos casi al borde de la tercera guerra mundial…
Desarrollar la sensibilidad para poder entrar en contacto con el mundo sutil (etérico) es la necesidad más grande que tiene la humanidad de este tiempo.
Cuando logras percibir las frecuencias de ese mundo, no sólo encuentras las respuestas a muchas de tus interrogantes sino que también logras calmar las aguas emocionales de manera que puedan reflejar en su superficie el esplendor del nuevo mundo que espera su espacio para poder manifestarse.
Seamos creadores de la nueva civilización, que sustituyendo ésta expresará todos los sueños del corazón humano.
Seamos sensibles a la vida divina que hay en nuestras dimensiones internas y en todo lo que nos rodea, transformando nuestro mundo cotidiano.
Que puedas sentirme en tu corazón.
Aquí estoy.
Somos uno.
Carmen Santiago