En una perspectiva de gran apertura interior podemos llegar a experimentar que todos somos uno y el mismo. Eso quiere decir que en todos y cada uno de los que somos, en todos los seres vivientes, en cualquiera de sus ademanes, conductas y destinos, atinos y desatinos, es posible encontrarnos a nosostros mismos.
En la mirada de corazón a corazón el otro también es yo y viceversa, desdibujandose las diferencias. Si en cada ser humano llegamos a reconocernos a nosotros mismos, entonces, los que sentimos como diferentes, o nos parecen opuestos, convergen y se igualan cono nosotros ( y nosotros con ellos) en otro plano mas grande.
En este espacio amplio y fresco, nuestra actividad enjuiciadora cesa, y la pretensión de ser estrictamente inocentes y buenos resulta inconsciente. Nos volvemos mas reales y compasivos, en especial con lo que nos parece malo o imperfecto de nosotros mismos o de los demás. Aprendemos a amar lo imperfecto, eso es, lo real. Reconocemos en nosotros todos los rostros del vivir y de este modo crecemos.
La vida se expresa en mil formas singulares y distintas para cada uno, pero en definitiva a todos nos anima el mismo latido común, la misma llama, la misma raíz. Con este impulso compartido caminamos la marcha de nuestras singulares y particulares vidas.
Cuando hablamos de AMAR a los que son podemos preguntarnos: ¿ Y quienes son? y la respuesta es: Todos, sin excepción, pero muy especialmente los que pertenecen a nuestra ALMA GREGARIA ( por el hecho de ser ser humanos mamíferos somos necesitados y dependientes, estamos regidos por nuestras relaciones y en consecuencia somos criaturas sociales y gregarias), todos ellos, vivios y muertos, buenos y malos, inocentes y culpables, tiernos y crueles, alegres y tristes, todos aquellos con quienes estamos en resonancia por el poder de los vínculos y la trama de nuestras raíces, todos los que se encuentran emparentados en una mente común, en nuestro destino común.
En la GRAN ALMA el corazón se encuentra preparado para cumplir su cometido: reconocer el corazón desnudo y bondadoso en cada uno y el sentido en todo lo que es y quizás también su belleza. En contacto profundo con nuestro lugar tierno y vulnerable, percibimos en todos los demás su lugar tierno y vulnerable. De ese modo estamos igualados. De este modo podemos amar a todos los que son tal como son, exactamente así, y en ellos vernos a nosostros mismos.
Algunos exclamarán su desacuerdo y dirán: "Yo no soy uno con el borracho, con el tonto, con el grosero, con el asesino, con el abusador, con el rígido, con el tramposo, o lo que sea que desplacen al otro lado de la verja de lo aceptable en sí mismos. Sin embargo creo que en un plano mayor actúa el gran motor de la compasión, que nos hace mirar al borracho, al asesino, al abusador, al tramposo, al tonto, etc, y reconocernos en él de algún modo, por lo menos en un modo potencial, y avistar en él el latido común de la vida, y reconocer que en la suerte asignada en el libro de los grandes planes, del misterio creativo, a él le tocó su destino y a nosotros el nuestro. Y que no existen mejor o peor en la realidad. Mejor y peor existen únicamente en nuestros pensamientos e imágenes mentales, en el escenario estricto de las pasiones humanas.
Creo que son ideas bellas que unen y reconcillan: todos los ojos que miran son uno y el mismo; en todos los ojos mira Dios y lo vemos a él como uno, no hay mejor ni peor.
La gran alma es el espacio de Corazón a Corazón, de la estricta perfección de las cosas. En ella : SOMOS UNO.
Vive en la GRAN ALMA quien cabalga el camino de su vida como un jinete comprometido y despierto que toma con determinación las riendas de su destino, marcando con dirección clara aquello que mejor sintoniza con su espíritu personal y su misión, con su legado de talentos y dificultades, con sus valores y sus preferencias.
En el ALMA GREGARIA , no somos uno, sino diversos. En ella luce nuestra identidad personal y es el espacio de las pasiones humanas, de la apertura y la contracción, de la ternura y la violencia, ya que nos gobierna el imperativo de estar unidos, de amar y ser amados, de cuidar y ser cuidados, de desear y temer. En esa alma devienen todas las complicaciones de los vínculos y las relaciones. Es el lugar del dolor y de todo lo que hacemos para protegernos del mismobajo el despótico destino de mamíferos y seres vinculares que somos los seres humanos...
El AMOR requiere por lo tanto de un cauce para orientarse, para caminar en la dirección del gozo y del respeto interpersonal. En este sentido, el ORDEN precede al AMOR, y cuando es respetado y reconocido, el AMOR resplandece.
Joan Garriga Bacardí
Lic. en psicología y terapia Gestald.