Cuando alguien me dirige la palabra y tengo que contestarle, tendré que esforzarme en tener en cuenta sus opinión, sus sentimientos y hasta sus prejuicios, en mayor grado de lo que en tal momento yo mismo tenga que decir con respecto al asunto en cuestión. Con esto se alude a un sutil desarrollo del tacto a que el discípulo que pretenda ser mago, debe decicarse; debe formarse un juicio acerca de qué importancia puede tener para el prójimo, cuando a la suya le contrapone la propia opinión.
Esto no implica de ninguna manera reprimir la propia manera de pensa; de ningún modo se trata de eso. Lo indicado es escuchar con la mayor atención lo que diga el otro, para fijarse después, según lo escuchado, la forma de la respuesta. En semejantes ocasiones sufge en el discípulo, una y otra vez un mismo pensamiento, y su actitud será la acertada si este pensamiento vive en él de manera que se le haya converido en rasgo de su ser hatural. Helo aquí: "Lo importante no es que no sostenga una opinión distinta de la de mi semejante, sino que el encuentre por sí mismo lo que es correcto, si yo contribuyo en algo para lograrlo"
En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, todos pueden ver pero pocos pueden comprender lo que ven. Pocos ven lo que somos pero todos pueden ver lo que aparentamos.