¿Cuántas veces ya no tuvimos ganas de volver atrás, retornar y reescribir nuestra historia de otra forma? Seguramente, la mayoría de nosotros ya vivió esto por lo menos una vez en la vida.
El arrepentimiento acerca del pasado, de aquello que hicimos o dejamos de hacer, es una de las trampas más comunes en que nos pone la mente. Ésta es extremamente dañina porque trae como consecuencia la culpa, que nos atormenta, angustia y paraliza.
Cada experiencia tiene el poder de transformarnos de alguna forma, por lo tanto, ya no somos aquella persona del pasado, que actuó de aquella determinada manera, aunque no tengamos consciencia de esto.
Entonces, la solución es seguir adelante, cada vez más alerta y con la determinación de no repetir las actitudes de las cuales nos arrepentimos. La capacidad de reconocer que éstas fueron inadecuadas, pero sin cultivar culpas inútiles, es lo que nos garantizará un renacimiento, reescribir el guión de nuestra vida de forma más consciente, para que ésta sea plena de paz y felicidad.
“El rio no puede volver. Ni tú puedes volver. Volver es imposible en la existencia, puedes apenas ir hacia delante. El rio precisa arriesgarse y entrar en el océano. Solamente cuando entra en el océano, el miedo desaparece, porque apenas entonces el rio sabrá que no se trata de desaparecer en el océano, sino tornarse océano. Por un lado es desaparición y por el otro es una tremenda resurrección”.