- No te aferres... suelta. Acepta todo lo que no puedes cambiar y no te quedes dándole vueltas a lo que pudiste hacer para cambiar el resultado. Serénate y pregúntate: ¿Qué puedo hacer para corregirlo, para resolverlo o para mejorarlo? Abrirte para dejar salir tus sentimientos negativos, hará que la solución llegue más rápido de lo que esperabas.
- Recuerda los buenos momentos. Cada vez que la mente te lleve a conectar con tus preocupaciones, utiliza la memoria para recordar las situaciones gratas de tu vida, visualízalas y rescata los sentimientos positivos que acompañaron esos momentos, llénate de ellos y descansa.
- Enfrenta tus temores. Haz una lista de todos tus miedos. Luego revisa cada uno de ellos, acéptalo y pregúntate: ¿qué es lo peor que puede pasar si esto sucede? Prepárate para resolverlo en tu mente y suéltalo. Muchas veces el negarnos a reconocer que tenemos ciertos miedos hace que estos se vuelvan más grandes de lo que en realidad son.
- Practica algún tipo de ejercicio. Recuerda que la mayoría de las tensiones se acumula en tu cuerpo, por eso es importante que aprendas a relajarte físicamente para liberarte de esa carga emocional. Ir al mar de vez en cuando te ayudará a soltar y a sentirte más liviano.
- Potencia el optimismo. Cada vez que tengamos un pensamiento negativo con respecto a cualquier situación que vayamos a enfrentar, construyamos pensamientos positivos y afirmativos de nuestras capacidades y posibilidades. De esta manera, el músculo del optimismo se fortalecerá, ayudándonos a ganar más confianza y bienestar.
- Disponte a soltar y a pasar la página. Aceptar lo que no podemos cambiar y dejar ir lo que nos hace daño pondrá un punto final a este proceso, permitiéndonos sanar el dolor y retomar la vida con fortaleza y alegría, aceptar la pérdida, asumir la realidad y soltar las expectativas, dándonos la oportunidad de liberarnos del pasado y de recuperar nuestro bienestar.