Su cuerpo es, originalmente, perfecto, saludable, vigoroso. Su cuerpo es usted. Existe perfecta interacción entre usted y su cuerpo. Su mente actúa y su cuerpo reacciona. Por tanto, quiera bien a su cuerpo. Ámelo. No lo perturbe ni lo castigue, generando pensamientos negativos y destructivos en su mente.
Como el cuerpo reacciona a los estímulos de la mente, si usted mantiene pensamientos de tristeza, de pena, de envidia, de odio, de rabia, de depresión, de angustia, de carencia, de soledad, de egoísmo, de venganza, de celos enfermizos, de amargura, de pesimismo, de discordia, de avaricia, de orgullo, de nerviosismo, de aflicción, de preocupación, de desilusion, de fracaso, de desamor, de descreimiento, esos pensamientos producen desajustes y desarmonías en el cuerpo y de ahí nacen las enfermedades.
Vea lo que acontece cuando usted alimenta, por ejemplo un sentimiento de rabia: rubor en la piel del rostro, dilatación de los párpados, manchas rojas en el blanco de los ojos, contracción y rigidez de los labios, endurecimiento del maxilar, crispación de las manos, temblor en los brazos, modificación de la voz. Pero las reacciones más desastrosas se verifican en el interior de su cuerpo: la sangre se coagula mucho más de prisa que lo normal; el número de células sanguíneas aumenta hasta cerca de medio millón por milímetro cúbico de sangre; los músculos que rodean el estómago y todo el aparato digestivo sufren espasmos que pueden provocar fuertes dolores abdominales; hay una aceleración violenta en los latidos del corazón; la presión sanguínea sube brusca y violentamente, y hasta puede explotar algún vaso del cerebro; las arterias coronarias del corazón se contraen, y se endurecen tanto que en algunas ocasiones, puede provocar angina de pecho o trombosis.
Hay otros efectos negativos, pero, por eso, usted comienza a creer que el cuerpo es el súbdito de la mente.
Mente enferma, cuerpo enfermo.
Mente sana, cuerpo sano.
Lauro Trevisan