Ayúdale, no le castiguesPodría dejar un resquicio abierto a la duda pero no, no debo hacerlo, el castigo no es una buena herramienta educativa, todo lo contrario, el castigo “hace descarrilar el proceso de aprendizaje de habilidades para la vida”.
Muchos de nosotros nos sentimos insatisfechos atajando el mal comportamiento con técnicas punitivas pero también sentimos que nos faltan herramientas que sirvan de alternativa al control y la coerción.
No hay fórmulas mágicas, pero sí se puede ser un adulto que utilice los conflictos como oportunidades para enseñar competencias, que tenga una actitud compasiva del niño y que siempre tenga por estrella polar el derecho del niño a ser tratado con dignidad y respeto ¿No es esa nuestra tarea de educadores?
Si te atrae la idea coge el hatillo, comencemos a andar el camino del aprendizaje hacia las nuevas habilidades educativas.
Primer paso, ¿tienes claro que los niños están tomando decisiones todo el tiempo? Pues es así, tienen muchísimas ideas sobre el mundo pero, como dice Jane Nelsen, no suelen encajar bien con las nuestras. ¿En ese proceso de toma de decisiones siempre saben qué es lo adecuado, tienen que saberlo, pueden saberlo, admites que tengan otras prioridades distintas de las tuyas? Y ¿comprendes que se equivoquen, que se desanimen, que supongan, que malinterpreten? Y si lo hacen ¿deben pagar por ello? ¿Solo así se aprende, haciendo que el niño se sienta mal?
Todos los niños tienen la necesidad de saber cómo funcionan ellos, cómo funciona el entorno y las personas. Nos necesitan. Necesitan cuidados, atenciones, afecto y necesitan disciplina para poder andar por el mundo más o menos de modo responsable, autónomo y feliz. Pero la disciplina no es castigar cada vez que el niño no sigue la ruta que creemos les llevará a buen puerto. La disciplina es mostrar con claridad y consistencia, con afecto y calidez, las alternativas que tiene para reflexionar, valorar, decidir, equivocarse y lograr soluciones que le capaciten para superar los problemas. Sí, la disciplina nos debe hacer más libres.
Muy difícil sí, pero esta es la primera decisión que tendríamos que tomar para avanzar por el camino de la educación, entender que la calidad de las relaciones que entablemos con el niño son decisivas para un aprendizaje exitoso de desarrollo socio emocional. Calidad no significa andar todo el día tras el niño con esas frases que a todos nos son familiares “deja de hacer esto, no hagas lo otro, te lo digo por última vez, vete a tu cuarto”.
Difícil, sí, sigamos dando pasos sólidos. Cuando un niño se porta mal ¿qué es lo que te importa? ¿Lo que ha hecho? Míralo de otra manera, piensa ¿lo que ha hecho puede ser un signo de un código emocional que debemos escuchar y comprender? ¿Pudiera ser su manera inconsciente de pedir ayuda? ¿No sería mejor saber para qué ha desplegado esas estrategias? Si todos los niños quieren sentirse bien y sentirse bien es percibir la cercanía emocional de adulto ¿puede ser que esté interpretando que con esa conducta lo logra?
Un niño de dos años que interrumpe continuamente tus conversaciones, una pequeña de tres años que no quiere vestirse por las mañanas, un chico de seis años que te dice airado que te odia cuando le requieres para ordenar la habitación, un adolescente del que recibes notificaciones del colegio porque no tiene interés en las clases, no aprovecha su jornada escolar y trae malas notas… Cualquiera de estas situaciones va a requerir de nosotros una actitud amable. Para afrontar el mal comportamiento no hay que gritar, ni amenazar, ni hacer aflorar sentimientos de miedo o vergüenza porque siempre hay que respetar la dignidad del niño. No mostrar ira, sarcasmo, venganza, no nos resta autoridad, nos acerca a ella.
¿Y entonces se queda sin solventar el problema? ¿Nos desobedecen y sin embargo hay que respetar al niño? Volvamos a los ejemplos anteriores, vamos a buscar la comprensión y la colaboración del niño aplicando a la vez, en cada una de las situaciones, la amabilidad y la firmeza al mismo tiempo.
Al niño de dos años puede que otras experiencias que ha vivido le hayan sugerido una interpretación errónea para que la manera de lograr tu atención sea interrumpirte, reclamarte continuamente (los niños están probando todo el día),… puedes castigar, mandarlo “a pensar”, tal vez pares el comportamiento pero ¿has enseñado algo? ¿Has logrado conectar con la mente infantil? ¿Desconoces que no puede reflexionar? Exige lo que es justo.
Y si, en lugar de castigar, exploras tus sentimientos, los que despierta su mal comportamiento, los que son la llave para saber para qué hace lo que hace, “me siento molesto” “quiere mi atención” y le enseñas cómo debe lograrla.
· Anticípate a las situaciones conflictivas, si el niño se porta mal cuando conversas informa “voy a hablar por teléfono, cuando acabe seguimos haciendo la torre de construcción”,
· hazle una señal de reconocimiento “acaricia su pelo, pon tu mano en su brazo”,
· distrae con otra actividad que le asegure un comportamiento de utilidad, tal vez todavía no es consciente de que ya es capaz de hacer cosas por sí mismo “estoy hablando, puedes pintar tu muñeco de colores”,
· Asegúrale momentos especiales de forma regular “dedícale tiempo pero no ofrezcas atención indebida, aunque sea castigando, porque creerá que ha logrado la finalidad”…
· Actúa más y habla menos, las grandes disertaciones y sermones no funcionan con un niño de dos años, di así no, coge su mano y llévalo a algo que pueda hacer, así sí.
Cuando no manejamos adecuadamente las demandas de atención indebida los niños pueden interpretar que portarse mal rebelándose a nuestras órdenes les procura la pertenencia.
Más conflictos proclives al castigo. Cierto es que los niños de tres años andan debatiéndose entre la necesidad de la aprobación adulta y sus deseos urgentes de autonomía y exploración. Esto es un desafío continuo, el poder personal. Una pequeña de tres años que no quiere vestirse, las mañanas son duras, madrugar, horarios, nervios. Si castigas a la niña porque te ha sacado de tus casillas es muy probable que la niña no se muestre en absoluto colaboradora ni razonable, estás imponiendo, le has quitado de un plumazo el margen de rectificar y decidir, de expresarse (aunque sea mal, de tener iniciativas). Es muy posible que todas las mañanas tengas una lucha de poder porque has ignorado que su finalidad inconsciente es “no me visto para demostrar que no puedes dominarme”. Te sientes retado. Aprovecha la oportunidad para que aprenda que tiene derecho a sentirse mal pero que hay otras maneras de manifestarlo porque algunas no son aceptables.
· Haz tablas de rutinas conjuntamente con la niña. A todos nos gusta tener poder sobre nuestras vidas. Conocer qué se espera de ella es motivador y alienta la colaboración.
· No pelees ni cedas, enseña a respetar opciones para ello la niña debe percibir claramente que tiene alternativas (limitadas y fijadas con antelación, a medida que se hacen mayores, consensuadas) “por la noche se sacan dos camisetas y dos pantalones, por la mañana, ella valora ¡tú decides!”. Si elige otra, sé firme, esta no es una opción.
· Haz algo inesperado, todo no hay que resolverlo con mala cara, muestra comprensión y empatía, “sé que no tienes ganas de vestirte, a mí también me faltan las fuerzas por la mañana, puedes desayunar primero y luego vestirte” “A los niños que les cuesta despertarse les ayuda un abrazo muy apretado”…
El niño que “se venga”, tercera meta errónea en el mal comportamiento. Un niño que te dice que te odia es un niño desanimado, ha probado las otras estrategias anteriores y llega a la decisión de que solo puede devolvernos sufrimiento, se siente lastimado.
Tienes un campo excelente para demostrar autorregulación, justo aquello que le estarás, expresa o subliminalmente, imponiendo, ten en cuenta que los únicos sentimientos que puedes controlar son los tuyos.
· Sé honesto, “te sientes mal y yo enfadado y muy dolido”.
· Pregunta ¿qué te haría estar mejor? Escucha de manera genuina.
· Te va a parecer música celestial pero es necesario que le quede muy claro el mensaje de que crees en él. La confianza motiva al niño a emprender la superación de los problemas.
· Busca acuerdos. “Puede que te sientas así porque llevo todo la semana fuera de casa, buscaremos tiempo para estar juntos ¿cómo podemos organizarlo?, necesito tu ayuda”.
· Cualquier intento de corrección le alejará más de ti, la vía es la conexión.
· Luego, con calma, contar la historia para elaborar habilidades de reparación. Empatiza con él, pon toda la energía en la búsqueda de soluciones ¿tú cómo te sentirías si te yo te dijera eso? ¿cómo puedes mejorar para expresar tu malestar sin herir a las personas?
Y llegamos a ese muchacho de catorce años que reclama con urgencia autonomía, privacidad, poder ejercitar su poder y tiene una familia muy controladora o muy permisiva, en ambos casos, escaso reconocimiento de individualidad, demasiadas imposiciones y prohibiciones o nulas orientaciones y valoraciones que alienten autoestima. Insuficiencia, incapacidad, esta será la meta que persiga este muchacho con su mal comportamiento, “no hay manera de superar mi sentimiento de inferioridad, percibo un entorno para el que no soy importante, no puedo hacer nada para modificar mi suerte. No soy capaz”.
Él se siente incapaz y tú desesperado. Ten paciencia. ¿Crees que es mejor castigar? ¿No es más efectivo el desarrollo de la consciencia de la propia capacitación? ¿No lo harías con alguien que te pidiese ayuda?
No hagas las cosas por él pero deja patente que confías en él, es la base de la autoconfianza.
En cualquier caso, en todos ellos:
· Decide qué harás. Lo importante no es solucionarlo siempre en el instante, si no te encuentras centrado, con autocontrol, exprésalo honestamente, recupera la calma y entonces sí, ya estás en buena disposición de ofrecerle lo mejor de ti al niño. Esta es una magnífica enseñanza para vivir, no arreglar todo de cualquier forma sino cuando nuestro cerebro racional puede acceder a controlar las emociones.
· Fija y enseña normas, si son pequeños, con su colaboración si son mayores. Los niños no nacen con las normas aprendidas, comprueba que las entienden bien, y establécelas cuando están receptivos. “Todos los miembros de la familia aportan su contribución a las obligaciones diarias de un hogar”.
· Fija las consecuencias de no respetar límites. A ser posible con consecuencias naturales, “no quiero comer, no hay imposición pero tampoco comida hasta la cena, de este modo podré explorar las consecuencias de tener hambre”. Sin tono sarcástico, sin amenazas, con amabilidad y firmeza.
· Si no puede hacerlo, no lo exijas, el del comportamiento inadecuado serías tú. Si puede hacerlo por sí mismo, no medies, le impedirías vivir los procesos que enseñan, saberse autónomo y capaz, quererse a sí mismo. Se ha equivocado, deja tiempo para que tenga oportunidad de pensar en los resultados de su decisión así como en las posibles soluciones.
· Cuida tu lenguaje. En los conflictos no sentencies, no juzgues de antemano “otra vez has vuelto a pegar”, “¿qué puedes hacer para relacionarte amigablemente con este niño?”
Deberíamos seguir, no son una ni dos, son muchas las alternativas al castigo. Todo lo escrito no es aplicable para todos, cada cual debe ver qué es idóneo para sus hijos, para su familia pero sí hay algo que nos sienta bien a todos, el reconocimiento a ser tratados con dignidad y respeto.
Fuente:
http://www.piensaesgratis.com/bloggers/ayudale-no-le-castigues