El tiempo es oro. Saber adecuar nuestras actividades a el, ha sido una tarea agotadora. Llega un momento en que nos damos cuenta que no es tan importante el manejo del tiempo, sino el manejo de la energía con la que nos movemos durante el día. Sobre todo al comenzarlo y al volver a casa. Ambos momentos marcan dos instantes claves en el manejo de nuestra energía personal.
Desde muy atrás en el tiempo, los orientales marcaron el reloj de la vitalidad, prolongando la vida, volviéndose más prósperos y viviendo más lúcidos, mediante el uso de la energía llamada “ki”. El elemento que irrumpe hoy en día con mucha fuerza, porque nos devuelve de inmediato una vitalidad que decae.
¿Para que llegar a tiempo a todos lados y tener toda la tecnología para facilitarnos las cosas, si estamos cansados en cada reunión o simplemente no podemos terminar lo que nos propusimos en nuestra oficina?
Es allí donde nos damos cuenta de que nuestra energía se nutre de varias sustancias: los alimentos, la actividad física y también el contacto con lo sutil, una vibración que proviene de la naturaleza, más precisamente del sol, y que puede ser aprovechada para encontrar el equilibrio en lo cotidiano.
Reiki es un método japonés para el logro de un estado meditativo dentro de la acción cotidiana, que busca una relajación activa: es decir, que podamos estar relajados y a la vez, plenamente lúcidos. Sin perder el foco de nuestros objetivos y maximizando los beneficios al estar nosotros perfectamente centrados y con toda nuestra energía enfocada en lo que buscamos obtener.
El primer principio que orienta reiki es: “donde está tu atención, está tu energía”. Si toda la información que recibimos a cada momento, nos termina distrayendo, nuestra energía se diluye rápidamente en las primeras horas del día. Al realizar una pequeña práctica de reiki de tres minutos, logramos reenfocarnos cuando las circunstancias lo requieran.
Una vez que aprendemos a manejar nuestra energía personal, el tiempo se vuelve un aliado y las horas y los días, dejan de ser una carrera, mejorando nosotros nuestra vida, quitándole la presión del estrés que impregna lo que hacemos.
El segundo principio es que nuestro centro no está ubicado en nuestras actividades mentales, sino que se encuentra ubicado unos centímetros por debajo de nuestro ombligo. Disciplina oriental al fin, reiki trae el legado de las artes marciales japonesas sin ser una de ellas. Cada Sensei (persona idónea en un arte o actividad), busca que sus alumnos potencien su centro llamado “hara”. Es allí donde potencialmente podemos marcar una diferencia con cualquier otra persona que no sepa manejar ese “ki” tan importante. Ese centro es el encargado natural de transformar la negatividad de los ambientes, las personas, las situaciones, en energía positiva.
Sin dudas mucha de nuestra vitalidad se pierde tratando de atravesar circunstancias de envidia, lo que suele llamarse de entre casa como “malas ondas”, que terminan hasta con la tranquilidad de los más serenos de nosotros.
Es justamente aprendiendo a modificar nuestra percepción de la energía y su posterior uso, que lograremos marcar una diferencia sutil, no competitiva pero sí de liderazgo, ya que en el presente, saber tener en cuenta el management de la energía no es una visión utópica sino una necesidad que produce mejor calidad de vida en nosotros, en nuestra grupo y por ende en el resultado que buscamos obtener como recompensa por nuestra labor cotidiana.