por Merlina MeilerLas palabras que usamos influyen muchísimo en los resultados que obtenemos.
Cuántas veces suponemos o estamos bastante convencidos de que tenemos la intención de lograr algo o que vamos en buen sentido, y mediante el lenguaje estamos poniendo alguna piedra impensada en el camino.
Un caso típico es el de la palabra “pero”, que aunque no lo tengamos en cuenta, indica contrariedad y le resta valor a la frase anterior. Por eso se llama conjunción adversativa: contrapone dos oraciones o ideas.
El sábado pasado hablaba con una amiga acerca de su dificultad para hallar una pareja estable.
Mi teoría es que ella no está segura de que puede encontrar un compañero a esta altura de su vida, con hijos ya grandes, y esto está imposibilitando el tan ansiado encuentro.
Por este motivo le pregunté varias veces si creía que tener una buena pareja podía ser una realidad para ella, si la merecía, si estaba abierta a conocer a un hombre con el cual compartir su vida.
Sus respuestas, permanentemente, fueron: Sí, claro que sí, pero…
Y no importa la excusa que enunció después del “pero” (que a esta edad bla bla, que los hombres bla bla, que ella bla bla) sino el uso permanente de esa conjunción.
Ahí confirmé que ella descree de la posibilidad real de plasmar su sueño, y eso es lo que está frenando que al conocer a alguien la cosa siga avanzando y se transforme en una relación.
EJERCICIO
En los próximos días, te propongo que tengas en cuenta en los “pero” que utilizas.
Fíjate qué dices antes de ese conector.
A qué le estás restando importancia o fuerza.
Qué estás trabando, específicamente (es probable que ni tengas conciencia de que lo estás haciendo).
Esto puede darte una idea cabal de cómo superar obstáculos y derribar barreras que en este momento te parecen difíciles de franquear.
Cuando uses un “pero”, cámbialo inmediatamente por “y” (que suma o implica coexistencia, y no resta fuerza ni intención a las palabras que pronuncies antes).
¡Y observa cómo se abre una puerta para obtener nuevas concreciones!