Hay casos que al primer contacto nos tocan el corazón. Por estar llenos de coraje, de valentía, de ganas de no rendirse ante las zancadillas de la vida. ¿Debemos permitir que un obstáculo, por más fiero que sea, se convierta en el timón de nuestra vida? Daniela Laberne dijo que no, y vaya que le ha salido bien la decisión.
Abstracto 6 © Daniela Laberne
Daniela estudió Educación y Diseño Gráfico, y pasó 22 años trabajando en el mundo de las comunicaciones corporativas. Un día, un accidente hizo que se viera sometida a tres operaciones de columna, y “después de un largo y duro proceso que no vale la pena describir quedé con dolor crónico de por vida y con algunas limitaciones”, cuenta. Si bien podía caminar, la combinación de esas limitaciones con su carácter hiperactivo hizo que cayera en un profundo estado de depresión que tampoco encontró alivio en la ayuda que buscó. El deterioro de su estado de salud se hizo más pesado.
Una mañana, cansada de tanto malestar, sintió que tenía que hacer algo, “y con la mejor disposición que pude encontrar se me ocurrió pintar una mesita, y como motivo escogí una mandala porque siempre me han apasionado y mucho se habla del poder curativo de las mismas”. Por no dejar, la subió a su cuenta de Facebook y “surgió una enamorada y me la compró, decidí pintarme una nueva, la publiqué y salió otra enamorada”. La cosa se iba poniendo buena.
Pintó más mesas que no se vendieron, y se asomó una leve sensación de derrota. En un corajudo ejercicio de voluntad, de amor al arte, de hacer por hacer, pintó unos cojines para su terraza que también publicó en su cuenta de Instagram, “y de pronto me encontraba pintando y vendiendo cojines”. Luego vinieron los cuadros, que tampoco se vendieron, quizás porque su poca formación en el campo de las Bellas Artes le restaba empuje. Le faltaba creer en sí misma. Es así como estando de viaje, su hija agarró sus cuadros y se fue “de gira” por varias galerías de Caracas. El resultado esta vez fue bastante receptivo.
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Desde el jardín © Daniela Laberne
Siguió pintando y decidió llevarse algunos cuadros de Venezuela. El resultado ha sido inmensamente motivador: “Hoy estoy exhibiendo en una galería en Hollywood en la ciudad de La Florida, también en Arte Venezolano en Miami”, enumera, “ próximamente mi trabajo será publicado en la revista Art Nexus, estoy preparándome para participar en varios eventos y en una exposición en Panamá, y también voy a exponer en el Red Dot Art Fair en Wynwood, en el pabellón Latinoamericano en el marco de la celebración del Art Basel a celebrarse en Miami Beach y al cual fui invitada entre 7 artistas plásticos venezolanos más”.
Una maravillosa vuelta que la vida le ha regalado a cambio del dolor y la pérdida: “Yo pinto lo que me se sale del alma, lo que quisiera reencontrar, lo que está afuera, lo que ya no tengo…”, de una manera honesta y sentida que ha encontrado su lugar en la mirada de diversos compradores y críticos de arte.
“El arte me ha ayudado a sanar heridas emocionales profundas, a tener metas de nuevo y a tener un por qué para levantarme cada mañana”, dice. Daniela Laberne es una maravillosa prueba de que el arte puede renovarnos, y de que la voluntad es una de las herramientas más poderosas que como seres humanos nos ha sido dada. Si queremos, podemos. Incluso hasta si queremos reírnos: “No he llegado a mi me meta de bienestar porque no te voy a engañar, pero lucho cada día, sigo riéndome sobre todo de mi misma. Por ahí me dicen Dany Khalo y yo me río, ¡no queda otra!”
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