¿Look de ejecutivo agresivo? ¿Grandes marcas que denoten estatus? ¿Mirada fija para intimidar a nuestro interlocutor? A simple vista estas podrían parecer tres poses que cualquiera podría utilizar en el trabajo como recurso para dar a entender que tenemos más poder del real. Pero no es así. O al menos eso dicen los científicos.
Aunque muchos piensan que el poder se tiene o no se tiene, lo cierto es que también se puede escenificar. Hacer que los demás nos miren con otros ojos parece, según explican diversas investigaciones, más fácil de lo que pensamos. Son pequeños trucos –la efectividad ya dependerá de cada persona– que pueden ayudar a cualquiera, ya sea el mandamás de una empresa, el ayudante o el secretario, a proyectar una imagen de liderazgo y poder superior al real.
◾Ocupe mucho espacio. Andy Yap, investigador del Instituto de Tecnología de Masachusetts (MIT en sus siglas en inglés), asegura que cosas tan aparentemente banales como la forma de sentarnos o pararnos puede decir mucho a los demás sobre nuestro poder. Es lo que él llama poses expansivas (expansive poses). Son posiciones de alta potencia que provocan ciertos cambios hormonales que, según Yap, están relacionadas con el estatus, el liderazgo y el dominio. Estas poses, como poner las manos en las caderas en vez de a los lados, extender los brazos y las piernas al sentarse u ocupar mucho espacio al estar de pie, “elevan la testosterona, disminuyen el cortisol y aumentan los sentimientos de poder”, afirma Yap. “Con dos simples poses de un minuto una persona puede transmitir fuerza y eso hace que al instante se vuelva más poderosa en el mundo real”, remacha.
◾El efecto de las deportivas rojas. ¿Ropa informal, e incluso deportiva, o traje impecable? Diríamos que para el trabajo lo segundo pero miremos a alguien tan poderoso como Mark Zuckerberg. El dueño de Facebook no necesita un traje de miles de dólares para dejar claro quién tiene el mando. Su sudadera de capucha no interfiere en su poder. Esta imagen se ajustaría al llamado efecto de las deportivas rojas que investigan los investigadores de la Harvard Bussiness School. “Bajo ciertas condiciones, los comportamientos no acordes a la norma pueden ser mucho más beneficiosos que todos los esfuerzos que hagamos para ajustarnos a ella. Y pueden ser una señal de estatus y competitividad para los demás”, afirman. Es decir, esa idea de que quienes no cumplen deliberadamente las normas sociales preestablecidas lo hacen porque tienen menos estatus no se ajustaría a la verdad, sino que más bien están tan de vuelta que no tienen porque cuidar lo que los demás piensen de ellos.
(con este me identifico totalmente, jejeje)Jesse Eisenberg interpretando a Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, en 'La red social'. Con una compañía valorada en 100.000 millones no es necesario preocuparse por la imagen
◾Use un lenguaje abstracto. Pensar en ideas amplias, comunicarse en términos generales y utilizar un lenguaje abstracto cargado de frases cortas al comunicarnos hace a la gente pensar que somos más poderosos. Un estudio realizado en las universidades de California y del Sur de California revela que obviar los detalles y utilizar una comunicación más abstracta proyecta en los interlocutores una imagen de poder.
◾No hace falta mirar a los ojos. Las personas más poderosas no tienen miedo a romper el contacto visual directo, escribe Audrey Nelson en un reportaje en la revista Psychology Today. En concreto, explica que las personas de menor estatus tienden a mirar fijamente a los ojos de los demás buscando su aprobación mientras que aquellos que gozan de ese poder en realidad, no lo hacen tanto porque no necesitan ese reconocimiento y, probablemente, porque tampoco les preocupe la respuesta de los demás. “Los investigadores descubrieron que las personas que son más dominantes rompen con más frecuencia las miradas que los más sumisos”, señalan.
◾En la parte de atrás del ascensor. Otro tip para cualquier oficina: ¿Dónde nos ponemos al entrar en el ascensor? ¿Acaso importa? Pues parece que sí. Un estudio australiano desarrollado por la investigadora Rebeca Rousi reveló, tras observar las interacciones de los usuarios de un ascensor en un edificio de oficinas durante un mes, que el lugar donde nos colocamos implica un orden social. De este modo, añade, los hombres más mayores, a los que se asocia con una mayor cantidad de poder, tendían a agruparse en la pared trasera del ascensor.
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