Todo lo que existe en nuestras vidas,
todo lo que hemos creado a nuestro alrededor,
es simplemente un reflejo de lo que
llevamos dentro.
La intimidad forma parte de nuestras necesidades
esenciales, sin ese privado y sagrado espacio
de creencias, pensamientos, sueños,
proyectos que nos constituyen
como seres únicos nos sentimos como
amputados de nosotros mismos.
La claridad con la que seamos capaces
de percibir nuestra vida y lo que ocurre en ella,
es factor fundamental para
nuestro bienestar interior.
Para estar bien con otra persona,
necesitamos estar bien con nosotros mismos.
De eso se trata la intimidad,
de conocernos íntimamente,
internamente, honestamente.
Se trata de poder mirarnos al espejo y
reconocernos y aceptarnos tal como somos.
No se escuda ni en el pasado ni en el futuro,
puede percibirse como algo que nos gusta
o que nos disgusta, nos revela realmente
quienes somos; deja al descubierto
nuestras heridas
emocionales, temores y resistencias.
Para poseer una intimidad,
se debe estar dotado de un “si mismo”.
Necesitamos ser reconocidos como persona.
No es en la superficialidad
donde el ser humano se distingue
de sus semejantes, sino en la intimidad:
el ser humano vale lo que vale su intimidad.
Descubrirnos en la dimensión personal
requiere conocer cada vez mejor
la propia intimidad.
Descubrirse a los demás en esta
misma dimensión
implica ser capaz de comunicar la intimidad a otros.
Ambas cosas resultan más fáciles
en el clima natural de la intimidad que es la familia,
como centro de intimidad.
Ello se debe a que lo biológico se hace biográfico.
Aunque nuestros corazones anhelan la intimidad,
aunque nuestras mentes entienden nuestra
profunda necesidad de intimidad,
la revelación de nosotros mismos
que esta exige es a menudo algo
que nos intimida demasiado.
Compartir el propio ser completamente,
sin límites, deja al desnudo el profundísimo
temor a ser rechazado por ser quienes somos.
Significa compartir los secretos
de nuestros corazones,
mentes y almas con otro
ser humano imperfecto y frágil.
Exige que le permitamos a otra persona
descubrir qué nos moviliza,
qué nos inspira, qué nos impulsa,
qué nos obsesiona, hacia dónde corremos
y de qué huimos, qué enemigos autodestructivos
yacen dentro de nosotros y qué sueños locos
y maravillosos albergamos en nuestros corazones.
Esta pertenece al individuo y a su interioridad,
y también a los territorios que construye
a lo largo de los años, pareja, familia,
ya que La Intimidad, es la que entreteje
el vinculo que lo une a su entorno,
a sus “íntimos”, pareja, hijos, parientes, amigos.
Para la intimidad, las relaciones son procesos,
no productos acabados y perfectos.
La intimidad necesita tiempo
y espacio para crecer,
implica estar ahí con la otra persona,
estando presente tanto física como mental
y emocionalmente, ambos durante
la conversación y el silencio.
Somos afortunados si experimentamos
solo tres horas de auténtica intimidad
en toda nuestra vida.
Podemos desarrollar intimidad con
nosotros mismos de la misma manera
que lo hacemos con otras personas,
al ser honestos, comunicarnos claramente
y permitirnos tiempo y espacio para estar
a solas con nosotros mismos.
Una vez que logramos intimar con nosotros mismos,
aprendemos a aceptarnos por lo que somos,
y nos sentimos lo suficientemente cómodos
como para relajarnos y permitirnos
fluir libremente con lo que sentimos,
para expresarlo armónicamente,
y establecer una conexión con la otra persona
que nos permita conectarnos íntimamente.
Cuando nos compenetramos lo suficiente
con otra persona para permitirnos decirle
exactamente como nos sentimos,
le ofrecemos un puente que puede
permitirle conocernos mejor.
Los puentes se cruzan en ambos sentidos,
y eso nos permitiría conocer mejor
a la otra persona también.
Es importante recordar que no podemos
intimar con otra persona,
más de lo que somos capaces de intimar
con nosotros mismos.
¿Cómo podemos esperar que alguien sepa
como nos sentimos si nosotros
mismos no lo sabemos?
Es importante mantener siempre presente
que nadie nos puede dar lo que no tenemos,
ese es un trabajo que nos toca realizar
a nosotros mismos.
Si sentimos que hay algo que nos falta,
e intentamos encontrarlo en otra persona,
lo único que encontraremos será la decepción.
Y no podía ser de otra manera pues
simplemente estaremos viendo el reflejo
de lo que llevamos dentro.
El amor comienza cuando
la necesidad termina.
Internet.