Cuando comenzamos una dieta, los antojos y la ansiedad por comer se intensifican. La buena noticia es que hay métodos comprobados y verdaderos para ayudarte a seguir adelante. Aquí te muestro algunos de ellos.
Los "Sí" y los "No" de hacer dieta
Llénate de fibra
Las proteínas son digeridas más lentamente que los carbohidratos y las grasas, así que con menos calorías puedes sentirte llen@. Las fibras aminoran la digestión durante la comida y absorben agua, lo que expande tu estómago y crea una sensación de saciedad. Las lentejas y frijoles (por ejemplo, los blancos, rojos, negros, pintos y los garbanzos) combinan naturalmente proteínas y fibras en cantidades impresionantes, así que considera comerlos en sopas y ensaladas o como un plato complementario en vez de arroz o pastas.
No pierdas horas de sueño
Estudios recientes han demostrado que la falta de sueño puede hacer que no te quepan sus jeans preferidos. Cuando no duermes lo suficiente, tu cuerpo produce más ghrelina, una hormona que le da hambre, y menos leptina, una hormona que aumenta la saciedad. La disciplina podría permitirte resistir, ¿pero por qué no darle al cuerpo un buen y merecido descanso?
Reduzce el tamaño
Científicos de la Universidad Cornell y de la Universidad de Illinois investigaron el efecto que causa el tamaño de un plato en la conducta alimentaria y luego publicaron sus hallazgos en una revista muy respetada como el Journal of the American Medical Association. Los investigadores descubrieron que aquellos estudiantes que estaban frente a un plato grande se sirvieron un 53% más y comieron un 56% más de comida (el equivalente a 142 calorías) que aquellos que se sirvieron en un plato más pequeño. Si 142 calorías no te parecen mucho, multiplícalo por tres comidas por día durante 365 días. El resultado: aumentarás 20 kilos por año. ¡Piénsalo!
Consume verduras
Las verduras sin almidón (todas excepto los guisantes, maíz, papas, calabaza bellota y calabaza sidra) son “comidas que llenan” en el mejor sentido de la palabra. Bajas en calorías y repletas de agua y fibras, las verduras sacian pero sin aumentar su peso. Disfrútalas salteadas y en sopas, y consume zanahorias pequeñas, apio, legumbres verdes, o coliflor entre las comidas.
No comas de pie
Antes, cuando la gente degustaba la mayoría de sus comidas sentada a la mesa de la cocina o del comedor, los índices de obesidad eran mucho más bajos. ¿Coincidencia? Creo que no. Cuando el comer está limitado a un sitio en particular, tu cerebro no asocia otros lugares con la comida, y las señales corporales que estimulan el apetito se activan con menor frecuencia. Así que suspende el hábito de comer apoyado en el counter de la cocina o mientras paseas por la calle.
Limita tus elecciones
Al contrario de la creencia popular, la variedad no es tan buena como todo el mundo dice, al menos cuando se trata de tentempiés. Cuando se tiene más para elegir, uno tiende a probar un poco de esto y otro poco de aquello, lo que puede llevarte a subir varios kilos de más. Por otro lado, las investigaciones demuestran que en general somos más felices comiendo nuestras comidas favoritas repetidas veces que experimentando con una amplia variedad.
No comas en la oscuridad
Cenar a la luz de las velas puede ser romántico, pero el resultado final no lo es. Comer en una habitación poco iluminada tiende a hacer que consumas más calorías. Dicho de manera simple, a la luz eres más consciente de que hay otros viéndote comer. Además, con la luz baja, tampoco logras ver bien su comida y puedes no darte cuenta de cuánto estás comiendo. Así que, si es posible, olvida el regulador de luz.
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