Por qué te conviene ser celosoCarmela y Jacobo acaban de conocerse y todo va realmente BIEN. Son compatibles a tantos niveles que casi se sienten culpables al comparar su felicidad conyugal con la de sus parejas de amigos (porque alternan mucho, van con parejas amigas de ella y con parejas amigas de él, convirtiéndose ambos grupos inmediatamente en parejas de amigos comunes, barómetro positivísimo de su flexibilidad emocional).
Ambos, muy fans de 'Antes del amanecer' y disciplinados creyentes en el amor romántico, tienen una percepción idealizada de las relaciones donde no caben gestos maleducados (ventosidades de cualquier índole, egoísmos de naturaleza alguna –se ponen en el lugar del otro antes de tomar decisiones–, discusiones debidas a temas intrascendentes –o muy trascendentes– o ...wait for it... CELOS) y se magnifica el concepto de idilio imbatible e incombustible.
Pues bien, la relación de Carmela y Jacobo (que es un arquetipo. Podrían muy bien haberse llamado Jacoba y Carmela, pero entonces no serían apenas aspiracionales y dejarían de serviros como piedra de toque) está abocada al fracaso. “Los números te fallan, Moreno”, cabría argumentar. “La matemática dice que no existe ninguna razón empírica para sustentar tu pijotero titular. ¿Cómo va a desintegrarse una relación cuyas materias primas son el lambrusco y el salitre?”. ¿Sí, eh? Pues acompañadme por esta recreación como quienes atendían al viejo narrador de la demo de 'Jurassic Park' y veréis a qué me refiero:
Una relación precocinada como la que os apunto se fija metas y hace todo lo necesario para alcanzarlas. Como la psicología conductista en su artificial rama de ingeniería del comportamiento propone, pero involucrando a un cónyuge en un trasunto de "doy todos los pasos encaminados a alcanzar mi objetivo no matter what".
Si quiero ser una persona detallista vale con que regale flores el primer lunes de cada mes, dibuje corazones con el dedo en el espejo empañado del cuarto de baño o recuerde el cumpleaños de todas sus amigas y familiares.
Si quiero ser una persona romántica haré dos desayunos por las mañanas y me adjudicaré la tostada más quemada siempre. También recopilaré a lo largo del día los recortes de prensa que sepa que le van a interesar y los depositaré en un sobre rosa tamaño folio al lado de su servilleta y la vela que decorará nuestra mesa de cenar los días que ella llegue tarde y cansada para que pueda leer mientras le masajeo los hombros con mantequilla de cacahuete.
No os sorprendáis. Esto pasa. No sé a quién pero podría ocurrir. No es algo tan loco.
Si quiero ser el novio ideal que se corone como el más popular en cada reunión de chicas, no seré celoso (y aquí entronco con aquellas ofensivas y gritonas mayúsculas del párrafo dos). No importa que me dé motivos o no me los dé. No seré celoso. Ser celoso es políticamente incorrecto. De verdad que no puedo ser celoso. Trasciendo el papel. El autor toma forma corpórea y se pone en pie. Te coge de los hombros y te zarandea: “¡¡¡¡NO PUEDES SER CELOSO. SER CELOSO ES POLÍTICAMENTE INCORRECTO!!!!”.
El "no celoso" de manual puede que se encuentre con incómodas sorpresas ”
Pues bien, que sepas que de nada vale que cumplimentes toda la entelequia enumerada con convicción y sin el sentimiento de que te estás convirtiendo en un muy preciso cyborg capaz de tocar cada vez la tecla adecuada simplemente porque puedes. Porque sabes cómo hacerlo. Por contra, mon ami, tengo noticias fatales para ti (apréciese la rima). Porque la razón por la que Oliver Aton era capaz de ganar todos los partidos siendo menos potente que Marc Lenders o menos técnico que Julian Ross, fue una fortaleza residente en su limpieza de corazón, en su absoluta falta de postureo. Y que sepas que en el amor uno más uno rara vez suman dos. En ocasiones son siete.
Por eso, y aquí viene la chicha, el "no celoso" de manual puede que se encuentre con incómodas sorpresas… como que a ella no le guste que no lo seas.
Celos, aparte de la película de Vicente Aranda, son “Sospechas, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra”. Lo dice la RAE.
Eso, a priori, no te convierte en un loco psicópata, a no ser que sospeches de ella y comiences a mandarle inquietantes e inexplicados pájaros muertos a la oficina a modo de haiku físico emocional o vayas pegando palizas a cualquiera que se llame Jose, si es que ese es el nombre de su nuevo compañero de tai-chi. ése es un extremo que no queremos. Pero el que tampoco nos viene bien adoptar es aquél en el que ella habla con total naturalidad de Francisco, Iker o el nuevo comercial maltés superhot llamado Lisandro (que tiene a todas loquitas) sin levantar una ceja, porque tu marmórea actitud puede hacerle pensar que no la consideras suficientemente atractiva como para que ninguno los fulanitos enumerados le ofrezcan un a priori inofensivo Campari en el afterwork. Eso, o que no te importa. O, peor que las dos opciones enumeradas: estás prescindiendo lobotómicamente de tu impulsivo carácter latino por creer que una mansa y meditada actitud de prudencia te seguirá encumbrando como a un Richard Gere posmoderno.
Pues bien, que sepas que incluso Gere, antes de hacerse zen, perdía los estribos por el hecho de que su moderna Cenicienta podía estar montándoselo paralelamente con el amigo de Seinfeld. Y Gere entonces lo petaba. Y para ellas un hombre es eso.
Así que muestra un poco de naturalidad, muchacho, o vas a durar con Carmela menos tiempo del que tardo en llamarte "cornudo". Eso o espolvoréate el pelo con talco, que se ve que los canosos interesantes también les van, pero, por el amor de Dios, no dejes de ser un latin king territorial. Aunque tengas que fingirlo (frase que invalida la totalidad de la tesis expuesta).
Fuente:
http://www.revistagq.com/articulos/ventajas-de-ser-celoso/18422