Hay chicas que sólo quieren que las llevéis a bares de viejosHay tres tipos (y sólo tres) de quedadas con chicas que tienen mimbres de perfección y se inician justo así:
1. La conoces en un bar cuando todas sus amigas se han ido juntas al baño y ella se ha quedado guardando abrigos y bolsos acodada en la barra. Es entonces que te acercas y le susurras “Me gusta tu forma de estar”, a lo que ella sonríe echando la cabeza hacia atrás y mostrando su perfecto y mordisqueble cuello.
2. Vuelves a casa a las 4 de la mañana y ejerce de muleta para su amiga borracha manteniendo una formidable dignidad que sirve para compensar la de las dos. Es entonces que te acercas y le susurras “Admiro mucho este equibrio inestable que te traes”, a lo que ella sonríe echando la cabeza hacia atrás (teniendo buen cuidado de sujetar a su amiga para que no se estroncie) y mostrando su perfecto y mordisqueble cuello.
3. Zascandileas por internet y, de una manera aleatoria (quizá tenéis amigos en común), acabas en el mismo foro conversacional que ella, arremangas con fuerza tu ingenio, le dices un par o tres de pavadas y, con suerte, acabas por detonar alguno de los interruptores por los cuales ella llega a intuir que mereces vagamente la pena. Lo notarás cuando exprese mediante emoticonos no sobreactuados (acaso Las Grecas bailando) o quizá una suerte de onomatopeya particularísima inventada por ella misma que resulte equivalente punto por punto a la universal demostración de agrado femenino, esto es: sonrisa que torna en risa y después en leve cacareo acompañados de una leve inclinación de la cabeza que deja al descubierto su perfecto, decimonónicamente pálido y mordisqueble cuello.
Cualquiera de los tres escenarios da lugar a otro sucesivo según el cual quedáis en un punto concurrido del centro rumbo a unas cañas de compadreo. La idea es conocerse y debéis engrasar vuestro incipiente romance con algo de alcohol, que es invierno, hace frío y además suelta las lenguas. No queremos parecer machistas, pero eres el hombre y se espera de ti algo de jodida iniciativa. Puedes ser gentil y caballeroso y preguntarle si conoce algún lugar agradable por la zona, pero en ese caso pensará que has improvisado demasiado todo esto, y, pese que a muchas les guste que no las toméis demasiado en serio durante los primeros compases, tampoco debes dar la impresión de que vienes con lo puesto sin un plan de seducción bien estudiado.
Hay dos caminos que podrás seguir llegados a este punto: el de intentar impresionarla llevándola a un sitio de cocktails de postín más propio de celebración de aniversario o, mejor, a un lugar donde podáis expandiros a vuestras anchas primando el factor humano sobre el ambiental. El primero de ellos requiere mantener ese nivel de postureo y poder adquisitivo durante todos los estadios de lo vuestro. El segundo puede ser una piedra de toque en la que quedaros a gusto para siempre con puntuales escarceos hacia la élite cuando la ocasión lo merezca. Recomendamos vivamente esta última opción, porque, si ella transige en lo de no dejarse agasajar fácilmente y se muestra perfectamente a gusto independientemente del nivel de lujo, es que está mirando tu alma por dentro y, si eres puros de corazón, es muy posible que consigas una segunda cita.
Tengo una amiga que siempre reniega de los Starbucks porque considera que un cantinero recién conocido que te llama por tu nombre "convierte la liturgia en algo del todo impersonal” (sic). Obviando por un momento la paradoja cautiva en tal afirmación, no deja ésta de bordear una absurda lógica por lo artificial y estándar del vínculo creado. Ella es más de Cheers (el bostoniano, no el de Pepón Nieto), donde todo el mundo conoce tu nombre sin necesidad de preguntártelo. Es una cosa de inercias, de convertirte en parroquiano de manera orgánica.
Lo que nos lleva a los bares de viejos, alrededor de los cuales existe mucha falsa mitología. Sus firmes detractores los menosprecian caricaturizándolos como cadalsos anegados de serrín y camareros desdentados con uniformes anacrónicos que sirven tapas de queso absurdas en dudoso estado de descomposición, pero eso es quedarse en la radiografía superficial y eugenésica. Las chicas que denuncien este hecho serán despachadas con un Spritz y hasta la vista. Con un te lo agradezco, pero no, te lo agradezco, niña, pero no. Esgrimiréis una excusa desaseada y marcharéis como alma que lleva el diablo.
Bares de viejo, pues, con chicas que estén por la labor, que son las que dan título a este artículo / manifiesto. Será mucho mejor si conoces el garito de antes y cuando entráis por la puerta os hacen una leve reverencia que devolver solícitos y si ya tienes un lugar favorito a lo largo de esa barra. Antes del momento de la verdad verdadera (que será cuando la mires fijamente a los ojos 11 horas después intentando discriminar si esa chispa que inunda sus ojos se debe al vino o a que has estado a LA ALTURA ADECUADA) hay otro momento de la verdad a secas que consistirá en su reacción frente al ecosistema elegido: si se deshace en sonrisas con el tabernero y saluda a sus nuevos vecinos como si volviera a casa por Navidad (o, mejor: como cuando Bella va a comprar el pan en la primera escena de la peli de Disney) cabe la posibilidad de que te encuentres ante la madre de tus hijos en una dimensión de cuerdas ideal. Así que no la cagues.
Se espera de ti algo de jodida iniciativa, así que propón cosas ”
Para que eso no suceda y todo vaya bien, recomendamos pequeñas bromas de baja intensidad que lubriquen el chitchat y que generen vuestras pequeñas mandangas comunes del mañana (si es que consigues un "mañana"), poniendo mucho cuidado en no parecer:
a) Un fantasma: no hablarás de tu sueldo, tu coche o tu último viaje a Nueva York, jet lag incluido.
b) Un snob: dirás “por favor” y “gracias” cada una de las veces que el camarero se dirija a vosotros o vosotros a él y comprarás uno de los llaveros lumosos que os ofrezca el vendedor ambulante de turno si crees que éste guarda cierta relación con el tema que estéis tratando. En caso contrario, declina amablemente también. PD: Será muy gracioso si dices “por favor” cuando toque “de nada” y “gracias” cuando toque “hola” de manera involuntaria, pero ese nivel de surrealismo no es exigible hasta, al menos, la séptima cita.
c) Un gilipollas: ninguna de las opiniones que has tardado una vida entera en labrarte es remotamente tan interesante como cualquiera de las cosas que tenga que decirte ella desde su banqueta. De verdad que no existe un solo plano existencial en el que ella esté equivocada acerca de los puntos que vayáis a tratar hoy, así que, asimila, procesa, asiente y reacciona dando lugar al caldo de cultivo ambiental ideal. Si no te gusta algo o la totalidad de lo que ha dicho, laméntate al día siguiente con tu amigo Pedro, pero en el momento presente serás un maniquí de la Guardia Británica, sólo que en formato übersonriente.
Por resumir un poco, haz básicamente lo que llevamos un tiempo diciendo aquí.
Dicho lo cual, es muy posible que ella también haya leído este artículo y se esté comportando como debe porque le pareciste mono y quiere saber si esa monería puede tornar en felina sexualidad de manera satisfactoria. Estarás entonces frente a una replicante de falsos hábitos aprehendidos que conviene descartar.
*Os rogaría, mujeres del mundo, que no siguierais leyendo lo que resta de artículo para no tener más pistas con que despistarnos, aunque, de cualquier modo, los atributos de la chica que prefiere honestamente los bares de viejos frente a los de hotel de cinco estrellas gran lujo van marcados a fuego en el ADN y ni en mil vidas podríais impostarlos.
Chica idealmente diseñada por un Dios bondadoso, eres más o menos así:
-Llevas gafas de pasta, falda larga o pantalones pitillo y botines de señorita Rottenmeier y cuando algo te descoloca dibujas el mismo gesto severo que al abrir un periódico conservador.
-Tu bolso está lleno de cosas que no necesitas y normalmente tienes que vaciarlo sobre mesas, encimeras, tapas del váter o el mismo suelo de la calle hasta encontrar lo que buscas, y que siempre acaba por aparecer porque es tu único bolso y no puede estar en otro.
-Llevas un libro escrito en lenguas bárbaras.
-Si no has acabado exactamente en el bar recién descrito y te encuentras en otro falsamente antiguo, dueño de unos atributos vintage conseguidos a base de barniz envejecido en lugar de al paso del tiempo, te sentirás desconcertada y a disgusto como un gato en un taller o como la princesa del guisante con un jersey de lana de la que pica muy parecido al de segunda mano que ahora mismo llevas.
-Cuando el lector de estas líneas hace algo bien (del palo Fezzik consiguiendo cuatro corceles blancos para que Wesley, Buttercup, Íñigo y él mismo puedan escapar del castillo del príncipe Humperdinck) le revuelves con la mano su pelo perfectamente despeinado de modo que crea que se ha pasado 100 niveles del Candy Crush de una tacada.
-Utilizas la palabra "quinto" en lugar de "botellín".
-Hay un momento de la conversación en que sacas horquillas de algún compartimento secreto y, mientras te echas el pelo hacia atrás conformando una coleta perfecta, las sujetas con la boca. Aunque por ti misma no serías consciente de dicho acto, pues para ti es involuntario, reparas en que lo estás haciendo porque sus ojos teñidos por “filtro vaso de tubo interpuesto” se han vuelto del color exacto de un corazón.
-De este bar que ahora abandonas con él en busca de otra embajada de tiempos pretéritos e interfaz muy similar te despides obsequiosa entonando la promesa de que algún día volverás (porque de veras crees que volverás) y dejando a todos encantados, como Cuenca, paraje donde acaban Coque y Penélope al final de la película de la foto que corona estas líneas y que ahora vuelves a observar.
- ...no sin antes coger un euro del fondo de tu bolso de Mary Poppins, echarlo en la máquina tragaperras y esperar a que toque para ver si la gasolina os sale gratis.
Fuente:
http://www.revistagq.com/articulos/hay-chicas-que-solo-quieren-que-las-lleveis-a-bares-de-viejos/19215