Nada peor que mostrar flojera ante una situación que amerita una respuesta contundente que no deje lugar a ninguna duda. Lamentablemente, la mayoría de la gente cede muy fácil a presiones, vengan de donde vengan, y ese comportamiento, tan típico, tan solo fomenta abusos que más tarde se pagan muy caros.
Esta situación la vemos a diario en todas partes: el padre que falla en disciplinar a su hijo porque le da pena castigarlo y se deja engañar por sus promesas vacías. El bully que atormenta a sus compañeros de escuela porque le tienen miedo y prefieren humillarse y hacer el ridículo antes que mostrar cualquier resistencia (y mantenerla). El profesor que se aprovecha de su condición para repartir favores a cambio de favores porque nadie se atreve a denunciarlo. El jefe que hace lo mismo. El seguridad que se deja atormentar de gente "poderosa" y, a cambio de mantener su empleo, cede a cada capricho, porque no tiene quien lo defienda. Ejemplos hay por montones.
El ser humano es un ente complejo. No hay una posición uniforme en cuanto a lo que califica de abuso. Tampoco la hay en lo califica de mantener la firmeza ante estas situaciones, algo que a nivel coloquial le llaman "ponerse los pantalones".
Hay gente que desde las trincheras se comporta como todo un macho, por falta de una mejor palabra. Sin embargo, a la hora de enfrentarse a la verdad, termina comportándose como un ratón, con consecuencias negativas de alcance inimaginable en ocasiones. No importa que sea hombre o mujer, estas cosas pasan en cada escenario posible, con mucha más frecuencia de la que cualquiera imagina.
El no mantener una posición firme tan solo engendra falta de respeto, y esat falta de respeto a la larga se convierte en una serie de abusos que resultan muy difíciles de parar y revertir. Una vez se muestra el lado suave, hay que prepararse, porque lo más probable es que se busque siempre ese lado para salirse con la suya, sin importar que vaya en detrimento de una o de miles o de millones de personas. El abusador no repara en daños ni consecuencias, solo quiere lo cuyo, cueste lo que cueste.
¿Por qué es tan endeble el carácter de algunas personas? ¿Qué es lo que impide mantener una postura con firmeza, sobre todo cuando se sabe que se tiene la razón? No hay respuesta fácil para estas preguntas porque, bien lo dice el refrán, cada cabeza es un mundo.
Todos tenemos una forma de pensar que ha sido moldeada por la educación recibida, el entorno en que nos desarrollamos, experiencias vividas e influencias externas. Lo que para algunos está bien para otros está mal. Lo que para algunos está tan claro que no requiere de explicación alguna para otros está tan enredado como una madeja infinita. Lo que para algunos constituye un abuso para otros es fuente de pena.
En algunas instancias no importa lo que se piense ni importan las emociones. Es en estos casos en que se debe actuar con firmeza, exigir y hacer cumplir. Si no se hace esto, entonces vienen problemas mayores y a largo plazo.
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