Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero también es verdad que hemos de vivir de acuerdo con nuestros valores y creencias más que actuar en base a lo que otros opinan. Aunque ni una ni otra cosa nos garanticen el éxito, lo importante es liderar nuestra vida, esto es, tomar nuestras propias decisiones de forma consciente, responsable y congruente con lo que es valioso para nosotros. De modo que si crees en tu reconciliación, te potencia compartir tu vida con la persona que fue tu pareja y ambos estáis dispuestos a ello, no dudes en dar ese paso.
Cada relación es un mundo y nadie sabe mejor que sus integrantes lo que les conviene. A mi modo de ver no es mala idea escuchar opiniones a favor o en contra, cuando se piden, pero sin perder de vista que estamos ante percepciones subjetivas, a menudo más basadas en lo que las partes cuentan que en un conocimiento profundo de la situación.
De cara a tomar una decisión conviene no aventurarse. Contra más cercanos estemos de lo que es el territorio, más real será nuestro mapa y mayores posibilidades de éxito tendremos.
¿Porque no reflexionar y concederse tiempo y espacio para ello?. ¿Repasar lo que puede o no funcionar y conversarlo con la otra parte antes de dar cualquier paso?.
Antoine Saint-Exupery afirmaba que amar no es mirarse a los ojos sino mirar hacia el mismo destino. En ocasiones seguimos creyendo que con el amor es suficiente, pero también necesitamos prepararnos, aprender y esforzarnos para construir nuestras relaciones, comprender al otro y compartir con él o ella planes e intereses comunes.
Las relaciones de pareja suelen comenzar como historias maravillosas en las que todo parece ser color de rosa. Con el tiempo, la rutina y las pequeñas dificultades diarias pueden deteriorar esa unión si no se las maneja adecuadamente.
El borrón y cuenta nueva no parece una idea que favorezca la reconciliación. Las relaciones no funcionan por arte de magia, ni siquiera cuando hay sentimientos. No basta el deseo muy fuerte de estar juntos para lograrlo. Es importante realizar un ejercicio de lucidez y conciencia en el que ambas partes asuman la responsabilidad sobre las causas que llevaron al conflicto, se perdonen sinceramente los errores y adquieran el compromiso conjunto de aportar nuevas soluciones ante lo que no funcionó.
Examinar las expectativas mutuas y llegar a acuerdos que no supongan renuncia a los principios y valores de cada uno, pero, sobre todo, aceptar al otro como es y por lo que es, al margen de sus comportamientos, abona el terreno para el éxito. Las personas somos algo diferente de nuestro comportamiento; aunque este influya en la percepción que tienen de nosotros, es perfectamente modificable. A mi modo de ver son la personalidad y el temperamento el núcleo irreductible de la identidad humana.
El otro es distinto a nosotros. Con sus virtudes y defectos, es otra persona cuyas diferencias hemos de respetar. Aunque en el argot romántico se hable de almas gemelas, tal cosa es más un deseo que una realidad. A mi juicio las segundas oportunidades son exitosas cuando nos animamos a vivir como personas independientes y respetamos la singularidad del otro. Se trata de caminar juntos, pero no amarrados.
Asegúrate de que lo has aclarado todo y no dejas nada en el tintero. Evita prometer cosas que el otro te pide si no te convencen y no le pidas al otro lo que no tiene o no puede dar. Acéptalo. En su defecto déjalo ir. Es mejor permanecer solo que avanzar inexorablemente hacia la destrucción mutua.
Por otra parte, las separaciones cambian a las personas y ambos habrán de trabajar de forma individual y conjunta para solucionar el pasado y liberarlo, cerrar ciclos emocionales con otras ex parejas o terceros implicados y “vivir el aquí y ahora”. En el aspecto conjunto la comunicación fluida y constante y la transparencia mutua resultan imprescindibles.
Procura que el tuyo sea un reencuentro con los ojos abiertos, tanto a los aspectos negativos como positivos, reconociendo las virtudes y defectos de la unión que se quebró. Hay que saber aceptar que el presente no es ni puede ser igual que el pasado, rescatar lo positivo, desechar lo que no funciona y construir aquello que no existe, pero resulta imprescindible para caminar.
Si guardamos rencores debajo de la almohada para no dificultar la reconciliación, tarde o temprano las cosas volverán a torcerse. No puede haber unión dónde late el resentimiento. Por tanto, el perdón es necesario, pero también la honestidad con nosotros mismos y con el otro.
Regresar a la relación por comodidad, para vengarse, por lástima, para no estar sol@, por pura dependencia emocional o por evitar el qué dirán, carece de futuro. Pensar que la intimidad arreglará los problemas es una ilusión. Regresar por el bienestar de los hijos no nos preservará del fracaso. Los hijos sólo estarán bien si la pareja lo está, pero no al revés.
Prepárate mental y emocionalmente para el cambio. Al fin y al cabo el cambio es lo único que permanece. La nueva pareja será diferente a la anterior aunque no varíen sus miembros. La reconciliación generará una realidad distinta y no comparable con otros estadios de la relación, púes se desechan los malos hábitos y se construyen nuevas conductas, pero además las personas habrán evolucionado y, por tanto, la unión tendrá una nueva identidad. No esperes que todo siga igual. Con seguridad, si persistes en tus expectativas pasadas, te verás defraudad@.
Cómo siempre tú decides. Ni el éxito, ni el fracaso están garantizados. Lo importante es que sea una decisión lúcida y consciente, meditada, compartida y comprometida desde ambas partes. Y por encima de todo, honesta. La honestidad es el verdadero camino de cualquier reconciliación.
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