A menudo vivimos distraídos por continuos quehaceres, obligaciones y expectativas, persiguiendo y esperando cosas, luchando por cambiar a los demás y porque todo funcione cómo deseamos.
Al volcarnos en el mundo exterior, en nuevos deseos y necesidades, carecemos de tiempo para conocernos, saborear y disfrutar nuestros logros y lo que somos.
Cuando quedas atrapad@ en esa espiral de lucha e insatisfacción constante, no tardan en surgir emociones negativas. Puedes notar que te falta energía y experimentar síntomas de agotamiento mental y físico, impotencia, fracaso o derrota.
Los budistas tibetanos se refieren alegóricamente al Reino de los Fantasmas Hambrientos para describir esta actitud. Lo habitan seres que poseen un apetito insaciable y por lo mismo, continuamente insatisfechos.
¿Qué hacer cuando uno se ve inmerso en esa espiral y comienza a experimentar emociones negativas?.
Cuentan que el místico ruso, George Ivanovich Gurdjíeff solía practicar con sus alumnos un ejercicio denominado Stop. De repente les decía: “¡Stop!” y todos tenían que detenerse, tal como estuvieran.
Otra técnica utilizada en la educación infantil es el semáforo. A través de la asociación de las luces de un semáforo con las emociones y la conducta, los niños aprenden que la luz roja implica pararse, tranquilizarse y pensar antes de actuar. La luz amarilla les induce a pensar en soluciones o alternativas y sus consecuencias, mientras que la luz verde invita a seguir adelante y poner en práctica la mejor solución.
Cuando faltan fuerzas para continuar y nos sentimos desbordados, defraudados, fracasados o insatisfechos, ha llegado el momento de pararnos, descansar y reponer nuestra energía.
Parar supone desconectar y distanciarse.
Desconectar de ese mundo exterior que absorbe nuestra energía para conectar con uno mismo a través de la meditación.
Sólo en nuestro interior se halla la paz y serenidad que anhelamos.
La meditación regular ayuda a descansar, ahorrar energía y mantenerse relajad@. Al meditar, cerramos la puerta al ruido y a los problemas que descansan en nuestro trabajo o en nuestra vida personal, silenciamos el diálogo interior acallando esa mente que no cesa de generar pensamientos a una velocidad fulgurante.
Aunque para ser realmente efectiva la meditación requiera hacerse con tiempo, cinco minutos dentro de un cuarto sin luz o sin ruidos, enjuagarnos el rostro con agua fría, respirar hondo y contar hasta tres, un paseo enfocándonos en los detalles del paisaje o la simple visualización de un lugar ideal para nosotros, pueden ser suficientes para hallar la calma, recuperar la paciencia y balancear momentáneamente nuestra energía de forma que obtengamos una mayor claridad mental y gestionemos nuestras emociones y nuestro estrés.
Salirse de un problema o de una emoción, también ayuda a gestionarlos.
A veces nos resulta más fácil encontrar solución para los problemas ajenos que para los nuestros. Quién sufre la situación no suele verlo tan sencillo. Tiene más información, pero se halla demasiado involucrad@ como para poder contemplarla desde distintos ángulos y lograr una visión amplia, objetiva y global de la misma. Es capaz de ver los árboles, pero no el bosque.
Cuando pones distancia respecto a esa situación o emoción que absorbe tu energía o te genera sentimientos negativos estas en condiciones de gestionarla mejor. Puedes verla objetivamente y decidir si te merece la pena seguir luchando, si estás dispuesto a pagar el precio y a dedicarle tiempo. Dar un paso atrás nos permite descubrir otras opciones y elegir bien nuestras luchas y objetivos en lugar de dispersarnos en cientos de deseos. Nos permite tomar conciencia de que somos algo diferente de la emoción que nos embarga y nos ayuda a pensar y percibir con claridad. Cuanto más nos alejemos mayor será nuestra perspectiva y nuestra capacidad de tomar una decisión acertada.
Al margen de lo que ocurra en tu vida, cómo interpretarlo sigue siendo una elección personal. Siempre tienes la posibilidad de hallar un sentido positivo a lo que acontece y ese poder tuyo, nadie, ni nada puede arrebatártelo.
Para no caer en una dinámica de dispersarse en continuos deseos y necesidades hasta el punto de transformarnos en Fantasmas Hambrientos, es fundamental conocerse y tomar decisiones. Determinar que es absolutamente necesario para tí, aprender a descartar y enfocarte en lo que de verdad importa. Saber quiénes somos y que queremos, hará que disfrutemos de nuestros logros y de lo que tenemos y hacemos en lugar de permanecer continuamente insatisfechos.
Una fuente común de insatisfacción, es el empeño en cambiar a los demás.
“Debes ser el cambio que quieres ver en el mundo” afirmaba Mahatma Gandhi.
En ocasiones no cesamos de intentar que las personas y el mundo funcionen cómo deseamos. Quizá lo hagamos con nuestra mejor voluntad, dando por supuesto que sabemos lo que es mejor para todos. Al no conseguir resultados, llega el sentimiento de culpa y fracaso y el agotamiento. Esta actitud daña nuestra autoestima y vacía nuestras reservas de paciencia y energía, sin contar con que hace la vida imposible a otros individuos.
Conviene tener presente que cada ser humano es peculiar y único. Tiene sus ideas, sus objetivos, valores y carácter. Hemos de respetar su espacio y sus procesos, su ritmo propio.
Siendo como eres, sin pretender ni esperar que los demás cambien, estás sembrando en sus vidas.
Cuando te conviertes en aquello que quieres ver, mucha gente se motiva e inspira contigo, pero no puedes forzar la situación. Cada cual elige su camino. Si cambia, cómo y cuándo. Nada puedes hacer, cuando nada te piden. Incluso si te lo piden, la última palabra no es tuya.
Abracemos la singularidad de cada persona. Tal vez nuestro destino no sea cambiar a los demás sino sembrar el cambio. “Somos sembradores conscientes, repartimos diariamente millones de semillas a nuestro alrededor” afirmaba el escritor estadounidense Og Mandino.
No pienses mientras no paras. Párate y piensa. Hará la diferencia en tu vida.
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