A menudo las personas tememos decir: “No”, porque nos resistimos a quedar mal, a decepcionar, a molestar, etc. En esencia, tememos perder nuestra posición frente a quien nos hace una petición que, en el fondo, no deseamos atender.
¿Qué tal estaría si, en lugar de pensar en lo que podemos perder diciendo que no, pensamos en lo que ganaríamos diciéndolo?
¿Te lo has planteado? Es sólo un cambio de perspectiva. Por ejemplo, éstas son cosas que ganarías al decir ese “No” tan difícil:
Respeto
Las personas miran con respeto y admiración a quienes son capaces de defender sus principios, especialmente cuando la decisión que toman no es fácil.
Míralo de este modo: ¿A quién admiras tú más: a quien se deja mangonear y pisotear (como un felpudo) o a quien hace que se respete su posición?
Con esa actitud firme, abres más puertas “deseables” (las de la gente que te respeta) y pasas por el lado de las que no te sirven.
Pero, antes que el respeto que nace de los demás, está el que nace de ti mismo. Ser consecuente con tus valores y prioridades es una muestra de respeto de ti hacia ti.
Confianza
La confianza que necesitas para decir que no la consigues diciéndolo la primera vez. Después, deja de ser tan difícil.
Y, a medida que vas defendiendo tus límites, vas ganando en satisfacción contigo mismo, lo que se traduce en una mayor confianza.
Te miras al espejo y sonríes. La situación ha sido difícil, incómoda. Sin embargo, te has mantenido firme defendiendo lo que es importante para ti.
Se acabó que cualquiera se arroje el derecho de gobernar tu vida y tu tiempo. Tú estás al mando.
Control
Si no pones límites, otros los decidirán por ti. Si dices que sí a todo, continuarán llegando compromisos, demandas e interrupciones similares a las que hayas atendido antes.
Un “no” a tiempo te libera de esta situación. Y, además, aleja de tu lado a quienes te controlan y buscan el “sí” que les favorezca. Tarde o temprano, asimilan que no aceptas según qué cosas y buscan a otros que sí les den el gusto.
Calma
Respiras tranquilo. Tu agenda se descarga de responsabilidades que no te interesan y, en su lugar, están todas ésas que sí son importantes para ti.
Dejas de ir a una reunión por compromiso y pasas la tarde con tu familia. Dejas de cubrirle las espaldas a otro haciendo su trabajo y te ocupas del tuyo.
Tienes el poder, el control sobre lo que haces, la libertad de elegir descartando presiones que sólo te aportan la minúscula sensación de “quedar bien”.
¿A costa de qué? De renunciar a tus prioridades, al respeto por ti mismo, al control sobre tu vida y a la calma de quien distribuye su tiempo y su energía según su propio criterio.
En definitiva, cuando dices: “No” (a lo que no quieres hacer), lo que ganas puede ser mucho más grande que lo que pierdes. ¿No te lo parece? ¿Lo habías pensado así?
http://tusbuenosmomentos.com/2014/03/ganar-dices-no/