Hay transiciones que son maravillosas, como ésta de la que vamos a hablar.
Pongamos que, un buen día, te das cuenta del enorme esfuerzo que realizas por complacer a un buen número de personas. Te cansas de que las palabras o las opiniones de los demás te afecten tanto.
Y, debido a eso, decides ir cortando con la influencia de terceros en tu vida.
El cambio no acontece de un día para otro. Poco a poco, intentas dejar de preocuparte por si otros aprueban lo que haces o no.
Hasta que llega el momento en el que notas ciertas señales que indican que has cambiado. Estás consiguiéndolo. Sientes que es así en situaciones como éstas:
1. Cuando alguien te hace alguna crítica y aprovechas la parte útil de su sugerencia.
Hasta te sientes agradecido de que haya abierto la boca. Y, para nada, te pones a pensar cosas como: ¿Por qué me habrá dicho esto? ¿Pensará que soy un inepto?
2. Cuando te dedican palabras poco amables… y te resbalan.
Se incluyen insultos, críticas negativísimas, indirectas, sarcasmos y demás lindezas venenosas. Descubres que no cualquiera tiene poder para hundirte los ánimos.
3. Cuando te vuelcas con los tuyos.
Sí, con esas personas que verdaderamente te quieren. ¿Con los demás? Eres amable, cordial, educado… Pero, ni por asomo, te prestas a ser su felpudo.
4. Cuando dices que NO.
Estableces tus límites, defiendes tus prioridades y experimentas una satisfacción y una libertad tremendas.
Comienzas a comprometerte con lo que quieres, a compartir tu tiempo con quien te apetece y ya no te da ningún apuro decir: No, Antonio. Mi coche no te lo presto ni harto de vino.
5. Cuando sonríes porque quieres.
Sonríes a menudo, pero lo haces porque te sale; no para ocultar tu nerviosismo. Y menos todavía te ríes de un chiste horroroso sólo por quedar bien con un payasete.
6. Cuando miras a la gente a los ojos.
Has descubierto tu poderío. Te sientas en frente de tu interlocutor y le miras a los ojos diciéndole lo que tengas que decirle.
¡Qué cambio!
7. Cuando haces lo que quieres.
Te das cuenta de que tus decisiones son tuyas. No se basan en el gusto o en los planes que otra persona tenga para tu vida.
8. Cuando te atreves con lo nuevo.
Pruebas nuevas actividades, asumes riesgos, te diviertes… y no has necesitado consultar con alguien primero: Oye, ¿qué tal estaría si me tiño el pelo así?
9. Cuando dejas de pensar en lo que piensan.
Se acabó esa espiral de preocupaciones. Total, que piensen lo que quieran…
10. Cuando duermes a pierna suelta.
Ni reclamos, ni críticas, ni sofocones que hayan querido verter encima de ti. Afortunadamente, dejas de llevártelos a la cama contigo. Y digo que si lo notas…
Te sientes mucho más tranquilo.
Sabes que los demás están ocupados llevando su vida lo mejor que pueden y saben. Es su vida, su historia; son sus planes… Tú tienes lo tuyo de lo que ocuparte. Y en eso estás.
http://tusbuenosmomentos.com/2014/03/ya-no-importa-complacer/