Muchas veces, solemos ponernos en actitud “defensiva” cuando ni tan siquiera somos atacados. Empezamos a sufrir de una serie de delirios que nos llevan a ver en los otros a potenciales enemigos. Situación que termina por convertirse en un obstáculo para nuestras vidas y de las personas que nos rodean.
¿Qué son las actitudes defensivas?
Las actitudes defensivas son barreras cuyo principal fin es proteger la auto imagen que hemos construido de nosotros mismos, es una especie de muralla en la que nos resguardamos para que nadie pueda dañarnos sin permitir el ingreso de observaciones y críticas constructivas, puesto que entonces, nuestra muralla hará su trabajo y nos ocultará de cualquier “amenaza” que surja en nuestro entorno. Todo ello es muy parecido a cuando los niños cubren sus oídos con el fin de no escuchar a sus padres o algún comentario de sus compañeritos: se encierran en su propio mundo para que nadie pueda tocar la “estabilidad” emocional que han creado… ¿crees que es sensato seguirnos cubriendo los oídos?
A veces, estamos a la defensiva cuando no somos atacados…
Cuando somos atacados es normal que nos defendamos, podemos ser muy pacíficos, pero no por ello vamos a permitir que “barran los suelos con nosotros”, debemos darnos nuestro lugar y pedir respeto en todo momento. Sin embargo, ¿qué pasa cuando vivimos en actitud defensiva sin ser atacados? Somos una especie de “soldados” que viven en un contra ataque preventivo: en todo vemos un problema, un error, una mentira, una actitud maliciosa. Vivimos discutiendo con el mundo y con nosotros mismos, creyendo que siempre debemos estar “a salvo”, pero lo cierto es que de esta manera, lo único que logramos es deteriorar nuestra salud emocional y crear relaciones conflictivas con los demás.
Las actitudes defensivas también son inconscientes:
Hay personas que eligen estar en actitud de disquisición de forma consciente, pero hay otro buen grupo que asume dicha actitud de forma inconsciente y ni siquiera se da por enterada del asunto. Todo ello sucede gracias al desconocimiento que tenemos de nuestros propios sentimientos y de nuestro propio accionar, por eso no nos percatamos del cómo es nuestra actitud al enfrentarnos al mundo y nos comportamos como una especie de “locos” que no saben quiénes son.
Obsérvate a ti mismo:
Haz un ejercicio de “observador-observado” para que te reconozcas a ti mismo en la interacción con los otros. Este ejercicio consiste en observarte a ti mismo, valga la redundancia, preferiblemente cuando alguien te controvierte o te hace alguna crítica, a partir de allí, deberás analizar cuáles son los comportamientos que asumes y las emociones que predominan para crear un plan de acción en el que podamos solucionar nuestras dificultades y superarles.
¡No te salves!
Cuando vives a la defensiva no sólo muestras que eres una persona insegura, sin autoestima, sin auto confianza, llena de complejos, sino que te privas del placer de vivir, porque si siempre te ocupas de no ser atacado, te olvidas de disfrutar de cada momento de la vida, de cada persona que llega a tu camino, de cada oportunidad que busca tus manos… ¡No te salves de la vida! ¡Sálvate de tus actitudes defensivas! Los enemigos no están afuera, están dentro de ti cuando eliges la opción fácil en lugar de quedarte con lo que verdaderamente vale la pena: el respeto, la escucha, la tolerancia, la confianza, la sinceridad y la existencia sin reservas.
¡Vive a plenitud!
Vale la pena que nos esforcemos por seguir nuestro camino sin buscar enemigos, sin tener piedras en el corazón para lanzar en la primera oportunidad en la que creamos que alguien nos quiere hacer daño. Somos seres muy sensibles y obviamente que tenemos rincones muy íntimos que no deseamos que sean vulnerados, pero en nuestras manos está aprender a vivir lejos de las murallas y las ofensas para abrazar al amor y las bienaventuranzas.
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