Hay gente que se ladra, se escupe, se insulta… Dicen que están hablando…
Es fácil perderse entre las palabras, saber lo que quieres decir y para qué, no todo el tiempo se tiene claro. Es difícil hacerse entender.
Cuando hay frustraciones las palabras se golpean unas a otras compitiendo por poder salir y golpear a otro.
Resulta realmente un desafío cognitivo lograr contener lo que se quiere decir y terminar diciendo todo lo que se debe y necesita decirse.
Hablar muchas veces es ansiedad convertida en palabras y frases.
Hoy escuchaba a una pareja ladrarse el uno al otro. Era preferible que se quedaran en silencio… No entendí porque era mejor ladrarse.
Hablar mucho, muchas veces son ganas de no decir nada.
Hablar mucho, muchas veces son ganas de no decir lo que realmente se piensa o se siente.
Tantas palabras, tantas maneras, tantos tonos y lo que se quiere decir es “¡te amo!”, “te necesito”, “hazme el amor” o “te extraño.”
Me resulta curioso porque a veces hablamos tanto y nos empeñamos en hacerlo pero realmente no nos interesa decir nada.
Quien habla mucho puede que tenga miedo a quedarse callado… Puede que se dé cuenta que no tiene nada importante que decir.
Así cómo a la soledad, mucha gente también le tiene miedo al silencio…
Dime cuanto y de que hablas, te diré exactamente que intentas no decir.
El silencio pareciera ser la mejor respuesta ante cualquier ruido comunicacional. Calla y verás como todo pasa.
Si alguien llora, grita, sonríe o tiembla, ¿qué palabra se podría decir? Toca, abraza, sostén y calla.
Hablarte por no quedarme en silencio, es igual a estar contigo sólo por no dejarte solo.
Si te amo, ¿para qué hablarte de lo que tengo, no tengo, hago o quiero? Con mirarte y tocarte lleno todos mis silencios.
Si te amo, ¿para qué llamarte o explicarte mi anhelo? Con cada beso gritare mi deseo.
Si te amo, ¿para qué hablarte de preocupaciones? con el intento aguerrido de superarlas para no angustiarte tengo.
Las palabras entran donde las acciones no se coordinan.
Las palabras irrumpen donde los sentimientos no se materializan en encuentros.
Las palabras nacen donde los corazones ya no se tocan.
Cuando muchas situaciones no funcionan, las palabras son buenos puentes de conexión; sin embargo no necesariamente vuelven a reunir lejanías.
Lo cierto es que cuando tienes algo real e importante que decir, rara vez se usan las palabras para decirlo.
Yo conozco tres palabras que dicen más que muchas otras: “¿Lugar? ¿Fecha? ¿Hora?” Y al ser respondidas aclaran más de una duda.
Cuando necesitas quieres o tienes que hacer algo, las palabras jamás van a interponerse
Hablar sobre lo que necesitas nunca será tan productivo como ir tras ello.
No se necesita de una palabra para ser feliz, ni escucharla, ni decirla, no más vivirla.
Si nos ponemos a ver hablamos cuando no tenemos nada mejor que hacer.
No hablemos más, al menos no de lo que queremos para nuestras vidas, actuemos y ya.