Cuando una persona siente entusiasmo tiene más energía y es capaz de superar los obstáculos que se le presentan en la vida. La palabra entusiasmo deriva del griego en-theos, que significa Dios en mí o inspiración divina.
Pensemos en cómo nos sentimos cuando estamos entusiasmados: alegres, positivos, con ganas y energía para hacer casi cualquier cosa. Y es que el entusiasmo nos inspira, nos da fuerza y motivación y se convierte en el combustible que enciende nuestra voluntad y determinación de actuar.
El entusiasmo es como una llama que se enciende, fuerte e intensa, pero frágil al mismo tiempo, porque cuando nos dejamos afectar por las situaciones inesperadas o difíciles que se nos presentan, o por todo lo que sucede afuera de nosotros, fácilmente esta llama se apaga y nos desanimamos, perdiendo, en algunos casos, la motivación y las ganas de levantarnos. Por eso, la importancia que tiene encontrar de nuevo el motivo, la inspiración, la meta que puede ayudarnos a rescatarlo.
También puede volvernos obsesivos y llevarnos a lugares equivocados, cuando no lo administramos, porque fácilmente puede hacernos actuar sin pensar bien de qué manera nos conviene hacerlo. Mantener el balance y la mente clara nos ayuda a tomar mejores decisiones, aunque nos sintamos muy entusiasmados ante un proyecto.
El entusiasmo es el resultado de una mezcla entre interés y alegría que nos mueve y nos activa para alcanzar nuevos objetivos. Cuando lo sentimos, no nos da hambre, sueño ni cansancio. Inclusive somos capaces de animar a los demás para compartir con nosotros una actividad. Sin él no existirían la curiosidad ni las ganas de explorar y de aventurarse.
Muchas veces, la rutina, los problemas, el exceso de obligaciones y asuntos pendientes, las preocupaciones y las expectativas no cumplidas, disminuyen las fuentes de interés y, entonces, surgen en nosotros la apatía y el desánimo.
Todo lo que activa nuestro entusiasmo nos define, porque se trata de un interés propio que nos diferencia de los demás y que puede convertirse en un medio de relación y de unión cuando se comparten con otros estos elementos de afinidad.
El entusiasmo se activa en nosotros cada vez que estamos en contacto con algo que nos hace vibrar, cuando entra en resonancia con nuestra verdadera esencia. Rescatarlo implica encontrar aquellas cosas que hacemos con facilidad, con una gran creatividad casi natural, y que nos hacen destacar sin proponérnoslo.
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