La sexualidad nos permite, entre otras cosas, disfrutar de una privilegiada comunicación de sentimientos y sensaciones con otra persona; es una fuente de placer y de bienestar con la que la naturaleza nos ha dotado. Cualquier elemento que interfiera entre la naturaleza y dos personas que deseen compartir su sexualidad difumina y distorsiona su óptima vivencia. Desde luego, las drogas de abuso que encadenan al ser humano con la adicción así lo hacen y su consumo supone colocar un opaco cristal separador entre las personas y las percepciones y sensaciones que no sólo nos transmite la sexualidad, sino también la naturaleza en su integridad.
El abuso y la dependencia de sustancias psicoactivas supone en la actualidad un gran problema y una amenaza para la salud. Entre las sustancias psicoactivas capaces de ser susceptibles de abuso y provocar dependencia destacan el alcohol, anfetaminas, alucinógenos (LSD, mescalina), cannabis o marihuana, cocaína, fenciclidina (PCP), inhalantes (hidrocarburos. solventes, cloruro de etilo), nicotina, opiáceos (naturales: morfina; semisintéticos: heroína; sintéticos: codeína), sedantes, hipnóticos o ansiolíticos (benzodiazepinas y barbitúricos) y las drogas de diseño.
El tabaco
Algunas personas aseguran sentirse más relajados y sexualmente más seguras cuando fuman, lo que entra en contradicción con la idea general de que el tabaco es nocivo para la potencia sexual.
Con independencia del efecto psicológico que el acto de fumar conlleva, la nicotina es una sustancia que a bajas dosis tiene un efecto estimulante, por lo que aumenta la capacidad de atención, y a altas es inhibidor, por lo que disminye la tensión nerviosa. No obstante, son bien conocidos sus efectos adversos sobre el sistema circulatorio, esencial para una buena función sexual, porque dificulta la irrigación sanguínea y facilita la aparición de hipertensión, angina de pecho, infartos y otros trastornos vasculares, entre ellos la disfunción eréctil en el hombre, así como problemas de lubricación en la mujer. De hecho, la mujer que toma anticonceptivos hormonales, si es fumadora, incrementa el riesgo de padecer problemas circulatorios.
A veces en la consulta sexológica algunas personas se quejan del mal aliento (halitosis) o del olor a tabaco de su pareja, lo que puede afectar de forma severa al deseo sexual e incluso provocar un rechazo al encuentro.
El alcohol
El alcohol tiene inmerecida fama de ser un poderoso excitante sexual. Las investigaciones llevadas a cabo han constatado que, tanto en el hombre como en la mujer, sus efectos son negativos.
En la mujer, incluso ingerido con moderación, dificulta la respuesta orgásmica. En el hombre, a partir de 0.5 gramos de alcohol por litro de sangre, produce efectos de supresión de la erección.
Asimismo, el alcohol debilita la eficacia masturbatoria y disminuye el goce y la intensidad del orgasmo en ambos sexos. Estos efectos son apreciables con la sola ingesta de dos copas.
Sin embargo, muchas personas ven el alcohol como una sustancia que incrementa el funcionamiento sexual, visión justificada por su efecto desinhibidor. Como potente depresor del sistema nervioso central, disminuye el funcionamiento de niveles superiores del cerebro, lo que permite una mayor autonomía de centros inferiores, (zonas más antiguas del cerebro), entre ellos los implicados en las respuestas emocionales. De esta forma las emociones se "liberan" por la atenuación del efecto controlador de los segmentos superiores cerebrales.
El alcohol puede alterar el comportamiento convencional facilitando la pérdida de control de algunas emociones y la desinhibición de conductas que se habían aprendido a controlar en sociedad. De esta forma puede facilitar la aparición del impulso sexual, pero como también inhibe partes del sistema nervioso autónomo implicadas en la erección, dificulta que ésta se alcance y en consecuencia también la penetración y el coito.
El consumo de alcohol puede generar secuelas graves en el funcionamiento sexual. Si en alguna ocasión, por sus efectos, se produce algún trastorno sexual, aunque sea esporádico, como una falta de erección que dificulte la penetración, es posible que tal acontecimiento sea vivido como un fracaso por el hombre que la ha experimentado, le marque psicológicamente y comience a desarrollar sentimientos de ansiedad asociados al encuentro sexual que pueden perpetuar dicho trastorno. Por otro lado, el consumo continuo de cantidades elevadas de alcohol suele producir serio deterioro orgánico con trastornos endocrinos, neurológicos y circulatorios irreversibles, que menoscaban de forma permanente la respuesta sexual.
Shakespeare resumía con sabiduría sus efectos: "Provoca el deseo pero frustra la ejecución".
La marihuana o cannabis
El cannabis, que contiene unos 400 compuestos químicos, tiene efecto depresor y sus posibles efectos de relajación física, mental y de bienestar es probable que se deban a su acción desinhibidora que, como con el alcohol, permite obviar prejuicios sociales y tabúes personales. Quizá por esto algunas personas hablan de la utilidad de la marihuana para enfrentarse a la ansiedad asociada a situaciones relacionadas con la conducta sexual.
No son en absoluto desdeñables, al igual que con el consumo de alcohol, los efectos de expectativas de resultados y autosugestión de quien la consume.
Se han constatado casos de mujeres con disminución de la lubricación vaginal, lo que en ocasiones hace el coito más doloroso. Su consumo continuo suele conducir al desinterés por el sexo, lo que se explicaría por los recientes hallazgos de laboratorio. En estos experimentos la marihuana provoca en los animales machos la reducción de testosterona en plasma, así como de la producción de espermatozoides, y en las hembras inhibe la ovulación.
La heroína y los opiáceos
Los efectos de los opiáceos parecen ser importantes en la sexualidad. En el hombre provocan alteración en el interés sexual, fracaso eréctil y retraso en la eyaculación. En la mujer es frecuente la alteración en el interés.
Estos problemas pueden ser también consecuencia del deterioro físico, la depresión y el estilo de vida caótico de muchas personas adictas a estas sustancias, con incremento de infecciones, déficit nutricional, etc.
Las alteraciones hormonales también podrían actuar como un factor favorecedor. De hecho, se han hallado niveles inferiores de testosterona en plasma entre las personas adictas.
Tanto la heroína como la morfina parecen generar múltiples trastornos sexuales y se utiliza por los adictos como sustitutivo a veces de la propia actividad sexual.
La cocaína
Si bien es cierto que se cita con frecuencia a la cocaína como un fuerte estimulante sexual, también se sabe que provoca en ocasiones trastornos como la disfunción eréctil y priapismo, así como una importante pérdida en el interés sexual.
Algunos consumidores creen que frotar el clítoris con cocaína aumenta la sensibilidad y excitación sexual. Esto es falso porque la cocaína ha demostrado ser un potente anestésico local.
La cocaína, como estimulante del sistema nervioso central, puede favorecer una transmisión más eficiente de los mensajes nerviosos. Sus efectos eufóricos pueden cambiar la percepción de uno mismo y de las propias experiencias o interacciones sexuales. Pero, por otra parte, tras los momentos de euforia aparecen los de depresión y su uso prolongado puede producir un deterioro del sistema nervioso central que conduce a una mengua importante de la función sexual.
Las drogas de diseño
Aunque son muchas, las drogas de diseño más populares son los análogos de las anfetaminas METH o speed y MDMA o éxtasis. Ambos son estimulantes y su uso crónico puede causar trastornos mentales muy graves con síntomas de esquizofrenia. Provocan euforia y desinhibición, y desde el punto de vista sexual, pese a generar un aumento del deseo, repercuten de forma negativa. En la mujer dificultan la excitación y producen problemas para alcanzar el orgasmo; en el hombre actúan de manera similar y provocan dificultad para mantener la erección y producen retraso en la eyaculación.
http://sexoysalud.consumer.es/la-influencia-de-las-drogas-en-la-sexualidad