Después de la desencarnación, el Espíritu guarda durante cierto tiempo, que puede ser corto o largo, sus condicionamientos, tendencias y vicios de encarnado. El Espíritu de un drogadicto, cara al estado de dependencia al que aún se halla sometido, en el otro lado de la vida, siente el deseo y la necesidad de consumir droga.
El efecto destructor de las drogas es tan intenso que extrapola los límites del organismo físico de la criatura humana, alcanzando y comprometiendo, substancialmente, el equilibrio y la propia salud de su cuerpo espiritual. Tal situación, sumada a aquellas de naturaleza fisiológica, psíquica y espiritual, principalmente las relacionadas con las vinculaciones a entidades desencarnadas desequilibradas, responden, indudablemente por los sufrimientos, enfermedades y desajustes emocionales y sociales a los vemos sometidos los que están viciados en las drogas.
En instantes tan preocupantes del camino evolutivo del ser humano en nuestro planeta, nos cabe, espiritas, no solo difundir las informaciones antidrogas que nos llegan del plano espiritual benefactor que nos asiste, más, por encima de todo, atender los apelos velados que esos amigos espirituales nos envían, con sus informes y relatos contrarios al uso indiscriminado de las drogas, en el sentido de enviarnos esfuerzos más concentrados y específicos en el combate a las drogas, quiera en su aspecto preventivo, quiera en el de asistencia a los ya golpeados por el mal.
Acción de las drogas en el periespiritu.
Nos revela la ciencia médica que la droga, al penetrar en el organismo físico del vicioso, alcanza al aparato circulatorio, a la sangre, al sistema respiratorio, al cerebro y a las células, principalmente a las neuronales.
En la obra “Misioneros de la Luz”- André Luiz (pág., 221 – edición FEB), leemos: “El cuerpo periespiritual, que da la forma a los elementos celulares, está fuertemente radicado en la sangre. La sangre es el elemento básico de equilibrio del cuerpo periespiritual. en "Evolución en dos Mundos”, el mismo autor espiritual nos revela que las neuronas guardan relación intima con el periespiritu.
Comparando las informaciones de esas obras con las de la ciencia médica se concluye que la agresión de las drogas a la sangre y a las células neuronales también reflejara en las regiones relacionadas con el cuerpo espiritual, en forma de lesiones y deformaciones considerables que, en algunos casos, pueden llegar hasta a comprometer la propia apariencia humana del periespiritu. Tal violencia concurre hasta aun mismo para el surgimiento de un acentuado desequilibrio del Espíritu, una vez que “el periespiritu funciona, en relación a ese, como una especie de filtro en el dosis y adaptación de las energías espirituales junto al cuerpo físico y viceversas.
Algunas veces el consumo de las drogas se hace tan excesivo, que las energías, oriundas del periespiritu para el cuerpo físico, son bloqueadas en su curso y retornan a los centros de fuerza.
Acción de los espíritus inferiores junto al viciado.
Esta acción puede ser percibida a través de las alteraciones en el comportamiento del viciado, de los daños adicionales a su organismo periespiritual, ya tan agredido por las drogas, y de las consecuencias futuras y penosas que experimentará cuando estuviera en la condición de espíritu desencarnado, vinculado a regiones espirituales inferiores.
Sabemos que, después de la desencarnación, el Espíritu guarda durante cierto tiempo, que puede ser corto o largo, sus condicionamientos, tendencias y vicios de encarnado. El Espíritu de un vicioso de drogas, por ejemplo, cara al estado de dependencia al que aun se halla sometido, en el otro lado de la vida, siente el deseo y la necesidad de consumir droga. Solamente la forma de satisfacer su deseo es el que varia, ya que la condición de desencarnado no le permite proceder como cuando estaba en la carne. Como Espíritu precisará vincularse a la mente de un vicioso, de inicio, para transmitirle sus ansias de consumo de la droga, posteriormente, para saciar su necesidad, valiéndose para tal del recurso de la vampirización de las emanaciones toxicas impregnadas en el periespiritu del viciado, o de la inhalación de esas mismas emanaciones cuando la droga sea consumida.
“El Espíritu de un drogadicto, cara al estado de dependencia al que se halla sometido, en el otro lado de la vida, siente el deseo y la necesidad de consumir la droga.”
Esa sobrecarga mental, indebida, afecta tan seriamente al cerebro, hasta el punto de tener sus funciones alteradas, con la consecuente caída en el rendimiento físico, intelectual y emocional del vicioso. Según Emmanuel “el vicioso, al alimentar el vicio de esas entidades que a el se apegan, para usufruir de las mismas inhalaciones toxicas, a través de un proceso de simbiosis en niveles vibratorios, cosecha en su prejuicio las impregnaciones fluídicas maléficas de ellos, tornándose enfermizo, triste, grosero, infeliz, preso a la voluntad de entidades inferiores, sin el dominio de la conciencia de sus verdaderos deseos”.
Ante los hechos y de los acontecimientos que envuelven a la criatura humana, enredada en el vicio de las drogas, generadoras de tantas miserias morales, sociales, suicidios y locuras, nosotros, espiritas, no podemos dejar de concurrir para la irradiación de ese terrible flagelo que hoy asola a la Humanidad. En este sentido, es urgente reforzar y primoreemos cada vez más las acciones preventivas y el orden terapéutico, ya en marcha en nuestras instituciones, y que, también, crear otros mecanismos de acción más específicos en ese campo, siempre en sintonía con las enseñanzas del Espiritismo y su propósito de concurrir para la ascensión espiritual de la criatura humana a las esferas superiores de la vida.
Xerxes Pessoa de Luna .-
Revista Reformador- Marzo/98