Es probable que pienses que para vivir bien es mejor ser optimista. Sin embargo, tanto el pesimismo como el optimismo son formas de ver la vida alejadas de la realidad: distorsionan lo que está pasando. Aquí te ayudaremos a encontrar un punto medio.
Las personas optimistas son las que piensan en un futuro favorable, lo que hace que por lo regular tengan buen ánimo, se sientan motivados y sean más perseverantes. Logran identificar los puntos fuertes de las personas y de las situaciones.
Las pesimistas son las que se concentran en el lado negativo de las cosas. Piensan que los resultados de sus acciones difícilmente serán positivos, y por lo regular mantienen un estado de desesperanza.
El hecho de que una persona sea optimista o pesimista tiene que ver con muchos factores: su personalidad, las experiencias de vida, las emociones, la tolerancia a la frustración… pero, principalmente, tiene que ver con sus pensamientos y creencias.
El pensamiento como filtro
Imagina por un momento la imagen de un vaso lleno de agua hasta la mitad. Si le preguntamos a un grupo de personas si el vaso está medio lleno o medio vacío, las respuestas serán variadas, sin embargo, el vaso y el agua nunca cambian. ¿Qué es lo que cambia? Los pensamientos.
Las ideas y pensamientos que tenemos pueden cambiar la forma en que percibimos las cosas, la manera en que experimentamos emociones y hasta la intensidad con que las sentimos, y esto no es necesariamente malo: si los pensamientos y las creencias pueden cambiar, quiere decir que tenemos la capacidad de modificar nuestra percepción de lo que nos rodea.
Un punto intermedio: ser realistas.
Ver las cosas desde un punto de vista negativo hará te desgastes emocionalmente y puede elevar tus niveles de estrés. Por otro lado, una persona muy optimista se enfrentará frecuentemente a la frustración, pues sus expectativas son muy altas. Por eso es importante llegar a un punto medio que permita tener una buena actitud y, al mismo tiempo, una manera objetiva de ver las cosas: ser realistas.
Pon en práctica lo siguiente:
“Todo” y “Siempre” son palabras que mienten. Es probable que en varias ocasiones te encuentres diciendo frases como “Todo me sale mal” o “Las cosas feas siempre me suceden a mí”, pero esto no es cierto. Intenta no utilizar palabras que generalicen y pregúntate si realmente todo lo que haces sale mal. La respuesta te ayudará a ver que las cosas en la vida no son extremos opuestos, sino que hay muchos puntos intermedios.
Separa hechos de opiniones. Un buen ejercicio para ser realista consiste en describir las cosas tal como suceden, sin interpretaciones. Esto evitará que digas cosas como: “Me vio feo” o “Para mí que está enojado”. Recuerda que en ocasiones los pensamientos hacen que percibamos cosas que no son ciertas. Ejercítate describiendo un objeto que tengas cerca, pero sin comparaciones o interpretaciones.
Concéntrate en lo real. Concéntrate en las cosas que sí tienes. Muchas veces gastamos demasiada energía en pensar en lo que perdimos, o en algo que quedó inconcluso; mientras que difícilmente notamos las situaciones, personas y cosas que sí tenemos. Rescata el aprendizaje de las situaciones adversas: ese aprendizaje estará contigo y es algo palpable que te acompaña.
Apóyate en los otros. Aunque te ejercites mucho para ser realista, es importante mencionar que los humanos somos seres subjetivos, así que es buena idea que compartas tus opiniones con las personas que te rodeen. Tomarás mejores decisiones, serán más objetivas. Puedes hacer lo mismo con experiencias previas.
Ser pesimista u optimista es una forma de ver la vida que tiene sus pros y sus contras. Ejercita el punto medio y sé realista. ¡Te ayudará a desgastarte menos emocionalmente!
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