¿Cuántas veces desearíamos no sentir? Y no me refiero a dolor físico, sino emocional y espiritual. Cuando nos duele alguna parte del cuerpo, vamos al médico, nos receta una pastilla y listo. ¡Se acabó el dolor! ¿Pero qué pasa cuando el dolor es del alma y no hay nada que lo pueda aliviar? ¿Qué pasa cuando ni siquiera llorar te consuela? Cuando estás tan desconsolado que no te quedan fuerzas ya para llorar. Es en esos momentos que muchas personas recurren a las drogas para escapar de la realidad y no sentir.
Las campañas de “NO A LAS DROGAS” son fabulosas, porque es importante hacerle saber a nuestros jóvenes que drogarse no es una solución, sino un problema más al que están viviendo. Puedes escapar de la realidad mientras dure el efecto de la droga, pero cuando pase, todo, absolutamente todo va a seguir igual. Nada va a haber cambiado y vas a volver a sentir ese dolor… ¡probablemente con mayor intensidad!
Generalmente las personas se enfocan en las drogas cuando se habla de evasión de la realidad, y esto no es así. Existe una infinidad de medios y recursos que se pueden utilizar para sedarse y no sentir. Algunos ejemplos son el alcohol, las pastillas para dormir, cortarte, tener un trastorno alimentario, hacer ejercicio hasta quedar agotado, entre otros.
Ya suena hasta trillado el dicho: “ahogar las penas en el alcohol”. Sin embargo, eso es lo que hacen muchos jóvenes y adultos. En algunos casos para no sentirse aislados y lograr pertenecer de esa forma al grupo del que quieren ser parte. Estos jóvenes se someten a la presión de grupo y luego se les vuelve un vicio del que ya no pueden salir. Mientras están en éxtasis al igual que pasa con las drogas, se sienten muy bien y se olvidan de todos sus problemas. Pero cuando viene el bajón, se sienten súper mal física y emocionalmente. Surge la llamada coloquialmente “goma moral”. Y para levantarse de eso, vuelven a tomar y es un ciclo que nunca termina. Lo peligroso es que las cantidades de droga/alcohol requeridas para escapar van en aumento, porque el cuerpo se vuelve resistente y lo que tomaban al principio ya no hace ningún efecto.
Por otro lado, se tienen las pastillas para dormir. La impresión es que son más utilizadas por mujeres que por hombres. Cuando estás deprimida y sientes que el mundo se te viene encima, lo único que deseas es desaparecer y no sentir más ese dolor que te está matando. Muchas veces la depresión puede llegar a ser tan severa que el deseo de morirse y suicidarse es enorme. Es entonces que la persona toma la decisión de “sedarse” con pastillas para dormir. Al menos de esa manera no se está auto agrediendo y no está atentando contra su propia vida. Pero volvemos a lo mismo, porque cuando despiertas de esa sedación, todo sigue exactamente como lo dejaste.
Los cortes… ¡Qué fuerte! Estaba leyendo que los cortés le dan a la persona que lo hace una sensación de poder, de control. Sienten una adrenalina y un éxtasis muy similar a una droga. Mientras se cortan, el dolor físico deja de lado el dolor emocional. Estas personas ya son un peligro para ellas mismas, porque están atentando contra su propia vida y en un momento de desesperación se les puede ir la mano y pueden llegar a matarse.
Otra alternativa para sedarse son los trastornos alimentarios. Esto se hace a través del uso de la comida, la cual deja de realizar su función de nutrir y comienza a tapar y adormecer esos sentimientos y emociones que te carcomen y con los que no puedes lidiar, porque duelen demasiado. La persona deja de comer para sentir control en su vida o se atraca de comida para llenar los vacíos que hay en su interior. Vomita para sacar todos esos sentimientos de dolor que no puede expresar con palabras. En fin, pone toda su atención en la comida para no sentir.
Una opción diferente para calmar de algún modo el dolor emocional y no sentir es hacer ejercicio exageradamente. ¿Por qué? Porque simple y sencillamente te estás enfocando en tu físico. Haces tanto ejercicio que te duele el cuerpo y entonces tu mente repara en eso. Existen casos de personas que llegan al extremo de ejercitarse hasta el punto de vomitar o desmayarse. Algo que podría ser sano, porque el ejercicio ayuda a liberar endorfinas y a que fluya la serotonina, lo convierten en algo dañino para la salud.
¡No quiero sentir! Todos podemos desear esto alguna vez y anhelarlo con todas nuestras fuerzas. A nadie le gusta experimentar sentimientos y emociones dolorosas. ¡Habría que ser masoquista para eso! Y realmente no creo que esté mal el hecho de no querer sentir dolor, siempre y cuando hagas algo para solucionar esa situación que te causa tanto dolor y no te dediques únicamente a evadirla. No puedes dormir eternamente como la Bella Durmiente, ni estarte cortando, ni escapando de la realidad con drogas y alcohol. Debes agarrarte los pantalones y hacerle frente al problema. Porque, ¿te digo algo? Esas formas de anestesiar el dolor toman el control y no tú como crees. Al final eso “feo” que no querías sentir termina siendo infinitamente más doloroso porque te vuelves esclavo de tu vía de escape.
No existe píldora mágica que te ayude a dejar de sentir ese dolor, eso es un hecho. El único que puede sanar tu corazón y tu parte espiritual que sufre es Dios. Por eso es que debes aferrarte a Él, tomarte de Su mano y no soltarte ni por un momento. Es Él quién te va a dar las fuerzas para soportar la carga que tienes en ese instante, porque Él no te da una carga más pesada de la que puedes llevar. Cuando sientas que no puedes más, es a Él a quién debes recurrir para que te ayude a llevarla.
No sentir no es una solución. En la biblia dice: “Porque el valor del oro se prueba en el fuego, y el valor de los hombres en el horno del sufrimiento” (Eclesiástico 2:5). Así que nosotros también debemos sentir ese dolor para salir más fuertes de la situación que estamos viviendo, pero sabiendo que no estamos solos.
Siempre les digo que es importante tener a un ser supremo en el cuál creer y del cuál sostenerse, pero también tenemos ayuda aquí. Cuando te sientas desolado, ¡no te aísles! Busca a tus padres, hermanos, amigos, terapeutas y todas esas personas que te aman y que se interesan por ti genuinamente. Ellos te van a ayudar a salir adelante. Pero lo más importante es la voluntad que cada uno tenga de ayudarse a sí mismo.
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