Nos hicieron creer que “el gran amor” solo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años. No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado. Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja y la vida solo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en la vida merece cargar en las espaldas, la responsabilidad de completar lo que nos falta.
Nos hicieron pensar que una formula llamada “dos en uno”: dos personas pensando igual, actuando igual, era lo que funcionaba. No nos contaron que eso tiene un nombre “anulación” y que solo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable.
Nos hicieron creer que el matrimonio es obligatorio y que los deseos fuera de término deben ser reprimidos. Nos hicieron creer que los lindos y flacos son más amados. Nos hicieron creer que solo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad.
No nos contaron que estas formulas son equivocadas, que frustran a las personas, son alienantes y que podemos intentar otras alternativas. Nadie nos va a decir esto, cada uno lo va a tener que descubrir solo. Y ahí, cuando estés muy enamorado de ti, vas a poder ser muy feliz y te vas a enamorar de alguien.
No quiero que me pertenezcas, ni que la única realidad que exista sea la nuestra. Quiero que los dos seamos dos naranjas enteras queriendo rodar juntas. Al fin y al cabo, las medias naranjas dan solo un poco de zumo y no pueden caminar solas.
Quiero preferirte, pero no necesitarte. Porque si te necesitara estaría sometiéndote a mis carencias y responsabilizándote de mi felicidad. Y eso no es justo para nadie, porque solo a mí me pertenecen mis conflictos. La mejor relación que podemos tener es la de no pertenecernos, la de ser y existir como seres independientes que se aman. Me encantaría encontrarnos en un punto emocional que vaya más allá de la necesidad de que alguien o algo nos complete.
Convertirnos en seres completos
Cuando me convierto en un ser completo, que no necesita de otro para sobrevivir, seguramente voy a encontrar a alguien completo con quien compartir lo que tengo y lo que él tiene. Ese es, de hecho, el sentido de la pareja. No la salvación, sino el encuentro. O, mejor dicho, los encuentros. Yo contigo. Tú conmigo. Yo conmigo. Tú contigo. Nosotros, con el mundo.
Querer ser dos cuando nacimos de uno en uno nos esclaviza. Yo puedo vivir sin ti y tú puedes vivir sin mí, pero no queremos hacerlo. Me gustaría que nuestra relación fuese así de sana, que nos envolviese la ternura y nos descubriese la confianza. No quiero que ninguno de los dos nos arranquemos de nosotros mismos, no quiero que renunciemos a ser quienes somos.
Quiero que nos sepamos querer, que no anhelemos que nuestra relación supla nuestras carencias y que nos demos cuenta de que el verdadero amor es aquel que se respeta y no se idealiza.
Eso nos salvará a ti y a mí, y a nuestro AMOR. Así, con mayúsculas y con toda su trascendencia. Resolverá nuestros problemas y aprenderemos a convivir con nuestras diferencias. Porque si dejo de ser yo no podré amarte, ni crecer ni sonreír ni respirar por ti. Y poder amar de manera saludable es la mayor dicha del mundo.
Por eso, cariño, no seamos el uno para el otro. Quiéreme como soy, sin máscaras ni arreglos, mejoremos juntos cada día, crezcamos contemplándonos con placer y procuremos satisfacer nuestras ansias de felicidad. Eso es lo que hará que nuestro amor sea para toda la vida.
Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor… aunque la violencia se practica a plena luz del día” – John Lennon