El momento que nos ha tocado vivir no es nada fácil. Casi todos tenemos problemas. Nuestra salud renquea con diversos achaques. La relación de pareja es difícil, el trabajo más problemático y el futuro cada vez más incierto. Además, el dinero escasea.
Algunas veces, las dificultades pueden agobiarnos hasta el punto de hacernos perder el gusto por la vida. Tal era mi situación cuando fui consciente de los ángeles por primera vez. No deseaba vivir más. Sabía que nadie de fuera podría ayudarme y sabía también que carecía de las fuerzas necesarias para salir del hoyo por mí mismo. Entonces, por casualidad, descubrí un método de autoayuda que no era tal, pero que funcionó de una manera milagrosa. Hizo que mi vida diera un vuelco de 180 grados y que las oscuras nubes que ensombrecían mi horizonte se fueran despejando, hasta que muy pronto, brilló de nuevo el sol. Y brilló con más fuerza de la que nunca antes tuviera. El método fue muy simple, el esfuerzo mínimo –no estaba yo entonces para grandes esfuerzos– y el resultado, increíble.
Tomé conciencia de los ángeles del modo más casual. En un principio no creí mucho en ellos, pero tampoco fui totalmente escéptico. Supe que podemos pedir su ayuda y decidí ponerlos a prueba. Este fue el principio de una relación maravillosa que perdurará para siempre y que todos, absolutamente todos podemos iniciar cuando lo deseemos.
Y este es mi primer mensaje para ti, que me estás leyendo en este preciso momento: ¡No te dejes engañar! El mundo es mucho más amplio, más rico y más complejo de lo que captan tus sentidos. De hecho, ellos son como una estrecha rendija por la que apenas se divisa una minúscula parte de la realidad. Vemos y sentimos lo que cae dentro de esa abertura, pero nada más. Esto es algo muy sabido, sin embargo lo olvidamos continuamente. Tus sentidos te dirán que estás solo, pero ello no es verdad. Son muchos los seres que te acompañan en este mismo instante. Aunque tus ojos no puedan verlos, aunque tu tacto no sienta su piel ni tu olfato su perfume, aunque tus oídos no escuchen sus pasos. Algunos de ellos pueden ayudarte a mejorar tu situación y les encantaría hacerlo.
Solamente tienes que pedírselo.
Cómo Realizar la petición
Aunque cualquier petición sincera es oída por ellos, en mi caso particular la forma de comunicación que más eficaz me ha resultado es lo que Terry Taylor y otros autores llaman el correo de los ángeles. Se trata ni más ni menos que de escribirles una carta relacionando de la manera más clara y concisa que podamos aquello que nos preocupa y para lo que deseamos hallar una solución, el aspecto de nuestra vida que quisiéramos mejorar o simplemente la circunstancia externa, el objeto o el hecho que deseamos obtener. Del mismo modo que la palabra hablada tiene un poder propio, la palabra escrita también tiene una fuerza especial. Es importante la claridad. Parece que los ángeles gustan tanto de ella como del buen humor, y al mismo tiempo les disgustan las cosas embrolladas, tanto como las serias y falsamente importantes. Podemos seleccionar al ángel destinatario según sea el tema de nuestra petición, o podemos dirigir la carta a nuestro propio ángel de la guarda, encomendándole que se ponga en contacto con el ángel o grupo de ángeles especialistas en el tema del que trata nuestra misiva. Podemos al mismo tiempo, informar mentalmente al arcángel que gobierne sobre dicho tema –por ejemplo Rafael, si se trata de curación, pidiéndole su ayuda para que destine a cuantos ángeles sean necesarios para solucionar la petición que hemos hecho.
Es conveniente buscar un lugar tranquilo y disponer de algún tiempo durante el cual, en principio, no vayas a ser molestado.
Al igual que con la meditación, puedes encender una vela –a los ángeles les gustan las velas– y tal vez incienso si sientes que ello puede ayudar a tu concentración.
Permanecerás durante unos instantes consciente de tu respiración, sin forzarla, dejando que fluya a tu ritmo natural.
Seguidamente centrarás toda tu atención en tu ángel de la guarda, al igual que harías si fueras a escribirle a un amigo. Sentirás cómo la energía de tu ángel te envuelve y te inunda.
Tras fechar la carta y poner: “Querido ángel”: las palabras deberán fluir por sí mismas. Podrás expresar cuanto desees y podrás pedir su ayuda para todos los asuntos que lo necesiten.
Una vez hayas expuesto todas tus peticiones, dale las gracias por anticipado, y firma. Seguidamente es conveniente meter la carta en un sobre y cerrarlo definitivamente.
Si tienes un altar para la meditación, un cofre donde guardes tus cosas más valiosas o algún sitio especial tuyo, puedes depositar allí tu carta. Algunas personas lo hacen dentro de una Biblia, o de un libro con un elevado contenido espiritual. Otros la guardan en la almohada, la entierran al pie de un árbol, o bien la queman, visualizando que el humo al elevarse lleva el mensaje a su destinatario. Puedes elegir el método que desees. En caso de duda, pregúntale a tu ángel.
Al igual que a nuestro ángel de la guarda, podemos escribir a cualquier otro ángel, invitándolo a que venga a nuestra vida o pidiéndole su ayuda para un caso determinado.
En los casos de problemas con otras personas, que parezcan de difícil solución, podemos igualmente escribir a sus ángeles de la guarda, explicándoles las cosas que no podemos decir personalmente a sus protegidos y solicitándoles su ayuda para la resolución del conflicto. Es imprescindible decir siempre la verdad, expresando abiertamente nuestros sentimientos, nuestros miedos y nuestras culpas. Desde el mismo momento en que escribamos esta carta, las dificultades empezarán a desmoronarse.
Es importante incluir en alguna parte del texto la frase “Para el mayor bien de todos los implicados” y finalmente, debemos darles las gracias y reconocer debidamente su ayuda. Una vez hayamos iniciado el contacto angélico, se suele producir un fenómeno curioso: vemos ángeles por todos lados, en los escaparates de las tiendas, en las páginas de los periódicos, en las exposiciones, en las letras de las canciones, en las películas cinematográficas y en las formas de las nubes que el viento mueve sobre nuestras cabezas. Es como si los sentidos se hubieran hecho repentinamente mucho más sensibles a su presencia.
También se multiplican las coincidencias, conoceremos a personas de nombre Ángel, o que se interesan por los ángeles, o que viven en la calle o en el barrio del ángel, por poner un ejemplo. Nada impide que escribamos más de una carta, o que tratemos en una misma diferentes asuntos y efectuemos sendas peticiones, con tal que todo esté expuesto con la suficiente claridad. El número de ángeles es ilimitado, y del mismo modo, tampoco hay límite alguno a la cantidad de ángeles que pueden estar ocupados con nuestras peticiones. Otro fenómeno que suele darse una vez iniciado este contacto hombre-ángel es la sensación de estar siempre acompañado. Una amiga a quien recientemente aconsejé pidiera ayuda a los ángeles para sus abundantes problemas, me contó que a los pocos días, estando en un ascensor sintió claramente que había alguien detrás suyo, incluso se hizo ligeramente hacia delante para no pisar ni chocar con dicha persona. Al llegar a la planta de su destino y disponerse a salir comprobó anonadada que sólo ella ocupaba el ascensor y por ello aparentemente había estado todo el tiempo sola. Según ella, en ningún momento sintió el más mínimo miedo, sino sólo la sensación de estar con alguien. Cuando finalmente vio que no era así, se sintió contenta y divertida.
Cuando se nos presente repentinamente una situación de riesgo o especialmente peligrosa, no hay que dudar en pedir su auxilio mentalmente, con toda la intensidad que seamos capaces. Es en tales momentos cuando su ayuda suele ser más efectiva y espectacular, pues si hay algo que realmente gusta a los ángeles, es poder eliminar la angustia, la congoja y las preocupaciones que atenazan a los humanos.
La ayuda angélica en el campo laboral produce unos resultados sorprendentes y al mismo tiempo hace que nuestro trabajo deje de ser una carga, para convertirse en un placer. Simplemente hay que comenzar la jornada mandando un pensamiento a los ángeles especialistas en nuestra actividad, para que desde el plano invisible nos acompañen y nos ayuden. Además de este contacto inicial es conveniente pedirles mentalmente su apoyo cada vez que vayamos a abordar una labor delicada o difícil. Con el tiempo se llegan a establecer fuertes lazos de compañerismo, que no sólo alivian nuestra carga en este mundo, sino que –lo que es más importante– nos conecta con el otro. Podemos beneficiarnos de su ayuda cualquiera que sea nuestro trabajo, aunque ciertas profesiones parecen ser sus preferidas, como todas las que tienen que ver con la curación, los niños, la creación artística, la música, la difusión de la cultura, la asistencia social o la orientación psicológica.
Todos, absolutamente todos podemos comunicarnos con nuestro ángel de la guarda. Todos, de un modo u otro, estamos dotados para ello. Unos podrán verlo, otros oirán su voz y otros lo captarán mediante su intuición. Incluso los menos intuitivos no podrán negar sus contundentes hechos.
Estos seres maravillosos están siempre dispuestos y deseando ayudarnos, pero no pueden hacerlo si no los invitamos a ello. Tenemos que pedírselo expresamente.
David G. Walker