En muchas ocasiones son términos que pueden llegar a confundirse. ¿Hasta que punto la persona bondadosa no se le considera un tanto estúpida?. De acuerdo a cómo va la discurriendo la vida en la sociedad actual, parece que el bueno es tonto. Uno se da cuenta de que confiar en la gente tiene sus riesgos y sobre todo un precio muy alto. La conciencia pura de relacionarnos con las personas, en el ámbito que sea, con sencillez, creyendo en quien tienes delante y confiando en que tomará su parte de responsabilidad en la relación que os une, puede pasarnos factura. Los que vamos por la vida con la sonrisa abierta y el corazón de par en par, llegamos a entender que efectivamente participamos de esa candidez que raya con lo absurdo. No funciona la bondad hoy en día para triunfar, ni siquiera funciona para que las cosas marchen bien. Es como si las situaciones necesitasen comenzar por la mano dura para ir suavizándose cuando ya has logrado que te teman. No es rentable comenzar facilitando las cosas. La experiencia nos demuestra, la mayoría de las veces, que efectivamente cuando tu posición es la de dirigir una situación los demás esperan de ti que se lo pongas difícil. Que lástima haber llegado a esta extraña circunstancia. Que absurdo el hecho de que la gente tenga que sentir temor, dominio y dificultad para dar de sí mismo lo que se espera sin presiones.
La mayoría de las veces cuando facilitas las situaciones, el resto se aprovecha de la confianza gratuita. Incluso se permiten rebasar la estima que les muestras para difundir a tus espalda lo que creen que en ti es debilidad. Cuando en realidad, la mayor muestra de inteligencia es dejar hacer en libertad porque solamente así se conoce de verdad a quien tienes delante.
A pesar de todo, me resisto a emplear la violencia aunque sea solamente de dominio mental o psicológico. Me cuesta mucho comenzar a tirar piedras antes que tender la mano y sigo creyendo que solamente la bondad de los corazones que así la sientan, podrán ser el motor de cambio de este mundo.