El concepto “esquema mental” está referido al conjunto de creencias, paradigmas, actitudes y programaciones que una persona tiene con respecto a alguien o a algo de su mundo. En otras palabras, hacia un objeto psicológico, que pueden ser tan concretos como una persona, un animal, o alguna cosa con la que trabajamos en nuestra vida diaria; también pueden ser objetos tan abstractos como los valores, el amor o Dios. Estos esquemas también incluyen a los “estereotipos”, que son generalizaciones que proyectamos hacia grupos a partir de experiencias con individuos. Un ejemplo de esto es que al pelearnos en el tráfico con algún taxista y generalizamos nuestra opinión de un taxista hacia todos. Hablo de “esquemas mentales” en plural porque los esquemas agrupan conjunto de creencias.
Formarnos creencias, que a su vez se convierten en “filtros de la realidad” nos permite hacer conocido lo desconocido y de esta manera reducir nuestra ansiedad ante las novedades que se presentan alrededor y dentro de nuestras vidas, y sucede que lo que hacemos cada día está totalmente determinado por lo que creemos al respecto de eso que hacemos y lo que le rodea.
Ahora, aunque los esquemas mentales nos simplifican la vida, cabe que nos limiten el poder percibir más allá de lo que nuestras creencias, paradigmas y actitudes abarcan. Una posibilidad constructiva de vivir con nuestros esquemas mentales, es percibir, vivir y entender nuestra realidad con visión objetiva, que es ver la realidad que nos rodea a través de los hechos o sucesos concretos –sin anteponer en nuestra percepción nuestros propios juicios o esquemas-.
También es importante entender que nuestros esquemas se han desarrollado como resultado de nuestras experiencias tempranas, y entonces cabe que con sentido auto-crítico analicemos si estos esquemas están acordes a nuestras realidades actuales (nivel de conciencia, situación, experiencia, recursos y estados internos, valores, deseos, metas, etc.) e incluso, si lo que están haciendo estos esquemas es mantenernos en una zona de confort, con lo cual retardamos nuestro desarrollo. Este retar constantemente nuestros esquemas mentales nos sensibiliza para conocer sus límites y modificar o agregar otros esquemas que nos permitan abrirnos a las realidades diferentes y cambiantes que nos rodean.
Una manera de hacer esto, sería que después de una jornada de vida (no solo de trabajo, sino de vida diaria) tomes un tiempo para correr una película en tu pantalla mental, y te auto-cuestiones en estos aspectos:
¿Qué hice hoy?
¿Estoy satisfecho con mi desempeño?
¿Obtuve los resultados que buscaba?
Si afirmativo, ¿Por qué si?
Si negativo, ¿Por qué no? ¿Cuáles de mis esquemas - creencias, paradigmas, actitudes y programaciones- influyeron en mis conductas?
¿A partir de cuando tengo ese esquema? ¿Con ese esquema, pude hacer lo mejor que podía hacer?
Estas preguntas son de partida, y tu puedes agregar tantas como más maneras propias quieras tener para encontrar tu menor camino para el cuestionamiento propio que te lleve a un avance en tu vida.
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