Básicamente las emociones son de dos tipos: buenas o malas, en el sentir de cada quien. O nos sentimos bien o nos sentimos mal, aunque haya escalas del bien o mal emocionarse que, en lo tocante a las pasiones, los expertos han identificado centenares de ellas.
El caso es que si la persona se siente mal, producto de los ponzoñosos influjos de personas negativas, es muy probable que le afecte en su eficacia laboral o personal. Son pérfidos agentes externos que pueden desenfocar al más centrado de los mortales.
La negatividad emocional no es algo que nos asalte espontáneamente. Surge de las personas que mal hacen, mal dicen y nos empujan a meternos en las zonas nocivas.
Las cosas y eventos, por sí mismos, no tienen tanta carga emocional (negativa o positiva) como la que les infundimos por iniciativa propia o por influjo de los otros.
Las personas con emociones negativas resultan más infecciosas que los virus y las bacterias. Esas gentes, que a todas horas están fastidiando, son negativas y contagian a los demás.
Si una persona anda, de instante en instante, con energías negativas contamina a todo el mundo. El iracundo, que a todas horas explota con sus ataques de cólera, infecta a los otros. Una persona que todo el tiempo se siente perseguida, es negativa.
Ayuda, pues, el saber identificar, antes que nos perturben, a esas personas de carácter negativo. De no hacerlo, nos intoxicarán con sus efectos dañinos, en la empresa y en la vida.
El primer camino a seguir – para alejarse de los venenos – es reconocer a los portadores de energías perniciosas.
No obstante, con reconocerlos no es suficiente… aunque es el primer paso. Viene después la tarea de aprender a aplicar alguno de los antídotos que combatan y nos alejen de la toxicidad emocional.
Ante las personas indeseables existen tres prácticas o antídotos, a saber:
- Renunciar. Renunciar es igual que evadirse. En ocasiones, esto solo posterga la negatividad y no la corrige a fondo aunque, en el corto plazo, es una táctica útil.
- Transformar, y tomar lo bueno del otro o del acontecimiento. Transformar a la otra persona es posible, si bien muy difícil; pues las personas no cambiamos fácilmente. Se requiere de mucha paciencia y tolerancia. Y a veces, ni con eso. Entonces, es preferible cambiar de antitóxico.
- Liberarse. Demanda de un trabajo hacia dentro del que quiere libertarse. Si lo logra, él será quien cambie y, por tanto, lo negativo ya no existirá para sí, aunque lo tenga enfrente.
Se puede usar cualquiera de los tres antídotos o una combinación de ellos. Lo importante es que le funcione a quien los utiliza: que dependerá de las circunstancias, personas con las que hay que lidiar y los gustos y habilidades del que decide emplear el correctivo.
“El tonto tiene una gran ventaja sobre el hombre de espíritu: está siempre contento de sí mismo”
Napoleón Bonaparte
El autor es Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com
Facebook: www.facebook.com/manuelsanudog
D. R. ©2008. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.