La sexualidad es la danza de la vida. Las culturas más antiguas consideran este ámbito de la vida humana como un espacio sagrado de interacción que permite el movimiento constante, el cambio permanente, que lleva a la trascendencia.
Yin y yang son dos caras de la misma moneda. No existe una sin la otra. Sin embargo, hay algunas cualidades propias de cada una de estas manifestaciones esenciales.
La sexualidad como juego de energías
El Tao, dicen los chinos, es el camino. El flujo y reflujo de la energía, el avance y la retirada forman parte de un juego eterno que los seres vivos jugamos y seguiremos jugando como parte de la existencia. La sexualidad es la expresión más pura y explícita de este baile. Para que algo ocurra en una danza, para que esté viva, es necesario que una de las partes se mueva hacia adelante y la otra hacia atrás y se produzca un equilibrio.
Imaginemos la siguiente escena: si ambos, estando uno frente al otro, avanzaran hacia adelante o los dos se retiraran al mismo tiempo no habría encuentro ni contacto. En lo interno, hay necesidades o cualidades arquetípicas asociadas con lo activo y lo receptivo en cada ser y cada célula que, de no ser satisfechas, generan una reacción cuyo objetivo último, consciente o inconsciente, es la satisfacción de esa necesidad.
Tanto para el Taoísmo como para el Tantrismo (filosofías provenientes de Oriente) pero también para las culturas ancestrales de los pueblos originarios de América, la sexualidad es la manera en que la vida se abre camino. El todo está formado por la interacción entre los dos polos que, al disolverse en el encuentro, permiten reconectar con la esencia primordial, con la fuente de la vida. En el centro del yang habita el yin y viceversa.
Complementariedades naturales
Todos estos atributos están presentes en cada célula que habita este planeta, porque es el interjuego el que permite la vida. Cada célula está viva porque tiene en su interior ambas energías que han interactuado y permiten la existencia.
Sin embargo, en los seres sexuados, hay ciertas tendencias que orientan a cada individuo hacia una mayor manifestación de cada una de ellas y cuando este juego energético está balanceado, cada uno es lo mejor de sí mismo, feliz, satisfecho, pleno.
Para los chinos, los fluidos femeninos contienen la esencia yin, generadora de salud y vitalidad. En el encuentro con la esencia masculina (el semen) ambos se potencian.
Cuando podemos considerar el coito como posibilidad de encuentro real, presente, como consecuencia de los pequeños movimientos y actitudes que se van generando durante el transcurrir del día hasta llegar a ese momento y nos abrimos a descubrir qué necesitamos en lo profundo y cómo lo expresamos con cuidado, confianza y respeto por ambos, es posible que nos encontremos con la posibilidad de conectar con nuestra esencia más verdadera.
La energía yin y cómo se manifiesta
La energía yin está asociada con lo femenino; no con la mujer, sino con la cualidad femenina. Tiene algunas características que le son propias, como la blandura, la suavidad, la humedad, la oscuridad, la flexibilidad, la receptividad, el magnetismo o propiedad atractiva, la quietud, la sutileza, la expansión y la relajación.
Estas cualidades se expresan en la vida cotidiana, y especialmente en el encuentro sexual, de determinadas maneras. Por ejemplo, cuando un cuerpo está expandido y relajado (en contraposición a la contracción o tensión), manifiesta su atribuyo yin. Lo mismo ocurre cuando recibe la presencia del otro respondiendo con suavidad.
Veamos algunos ejemplos de manifestación externa de la energía femenina:
Respuesta sutil frente a la propuesta o acción masculina
Movimientos suaves, redondos, sinuosos
Quietud para generar o atraer movimiento de la otra parte
La energía yang y cómo se expresa
La energía yang es lo arquetípicamente masculino. Es la manifestación activa y de movimiento, de acción. Requiere para su funcionamiento óptimo la estructura, la firmeza, una cierta rigidez no extrema (pensemos en las características que debe tener un pene para ser funcional en su masculinidad). En la sexualidad se manifiesta como calor, fuego, acción, iniciativa, movimiento.
En el encuentro entre ambos, veamos algunos ejemplos:
Iniciativa o dar un paso al frente para buscar activamente el encuentro.
Acciones orientadas a calentar (con su fuego) el agua de su compañera (caricias, toques, besos).
Firmeza y seguridad en los actos.
Las necesidades en la sexualidad
Si bien cada individuo es único e intransferible, compartimos, como miembros de un género, ciertas necesidades profundas en la relación con nuestro complemento sexual.
Las mujeres necesitan:
Sentirse amadas, deseadas, buscadas, cortejadas
Sentirse únicas para su compañero
Tiempo para que ocurra el proceso de abrirse al encuentro
Percepción por parte de sus compañeros de sus estados corporales y emocionales
Sentirse una reina y no un objeto sexual
Suavidad y sutileza en el acercamiento o abordaje
Postergación de la genitalidad en la sexualidad
Los hombres necesitan:
Sentirse útiles y efectivos, que lo que hacen tiene efectos (logros)
Que su compañera responda
Sentirse poderosos
Sentirse necesarios
No ser comparados con otros hombres
Paz y no competencia por parte de las mujeres
Sentir que lo hacen bien
Buscar, ser los iniciadores
Contacto genital
A veces hay interferencias
Estamos en un momento de profundas transformaciones relacionadas con el género. Históricamente, las mujeres han estado sometidas por los hombres y "se olvidaron" de su poder femenino. Los hombres, por su parte, han abusado de su poder y ejercido una autoridad grosera y violenta, olvidándose de que las mujeres son sus compañeras, no sus esclavas u objetos de dominación. La sexualidad tal como está concebida en Occidente (afortunadamente se están produciendo cambios en la conciencia) se parece bastante a lo que muestra grotescamente la pornografía, manifestación cultural en la que la mujer está al servicio del placer del hombre y pierde su femineidad más esencial.
En un revolucionario proceso de cambio histórico y relacional, muchas mujeres están empezando a darse cuenta de que no es necesario estar sometidas a nada. El problema es que esta transformación está produciéndose de manera extrema (confío personalmente en que estamos en una transición) y las polaridades se han invertido. Muchas mujeres están intentando recuperar su poder femenino, con armas esencialmente masculinas, como la competencia, la lucha, la iniciativa ciega (ciega del otro), la autosuficiencia que cierra. Por su parte, los hombres, paralizados ante estos movimientos, se quedan sin su poder, sin su virilidad, su espacio para avanzar y ser masculinos.
Entonces, vemos situaciones de profundo desencuentro entre hombres y mujeres. Ellas, aguerridas, avanzan inexorables, luchan, compiten, se sostienen sin necesitar a nadie; ellos, pasivos, inmóviles, con miedo, sintiéndose innecesarios o comparados, se impotentizan.
Creo que el camino está en que cada uno pueda mirar hacia adentro, percibir su esencia y necesidades más profundas y estar atentos a relacionarse en el presente con el otro y no con la idea que tenemos del otro, construida sobre el pasado o el futuro. Volver al aquí y ahora, que puede convertirse en éxtasis sin cabeza.
Lic. Verónica Kenigstein