Una fantasía es una creación mental en la cual podemos inventar cualquier situación que se nos ocurra. En el sexo, la imaginación es un recurso fundamental para abrirnos al placer y descubrir distintas opciones de disfrute.
¿Qué podemos ganar al darle rienda suelta? ¿Es posible perder algo?
El cerebro como órgano sexual
El órgano sexual más importante que tenemos es el cerebro. En función de lo que pensamos, creamos nuestra realidad. Una fantasía es una creación mental a través de la cual podemos generar un escenario exactamente como nos lo imaginamos. Nuestra mente tiene mucho poder. Y es real que es posible construir el panorama deseado que, en nuestra imaginación, puede ser precisamente de la manera en que nos produzca tal o cual sensación. Podemos usar nuestra imaginación para armar una película con los actores, espacios y efectos especiales que despierten el deseo, la excitación, que incluso pueden llevarnos al orgasmo. El objetivo primordial de las fantasías es abrir el juego, preparar el terreno.
Encender los motores
Cualquier recurso que ayude a encendernos es bienvenido. La posibilidad de despertar el deseo e iniciar la excitación a través de la creación de una escena erotizante expande opciones. Podemos usar las fantasías para:
prepararnos (y despertar eróticamente a nuestra pareja) para un encuentro más tarde
jugar juntos a imaginar y/o a crear nuevas situaciones eróticas
conocerse mejor a sí mismo y a la pareja
descubrir si algo que la pareja quiere es posible ofrecérselo (y viceversa)
calentarse para masturbarse
crear situaciones primero en la imaginación para luego tener el desafío (quizás) de atrevernos a llevarlas a la realidad.
Jugar
En algunas ocasiones, las fantasías pueden servir para expandir las opciones eróticas y multiplicar los recursos para sentir y expandir el placer. Inventar posibilidades a través de la fantasía y del juego conjunto es una manera de abrir el abanico de alternativas. El sexo es el juego de los adultos. Si aprovechamos la oportunidad de sentir y sentirnos, usamos el sentido del humor, descubrimos rasgos eróticos propios (y de nuestra pareja) hasta ahora desconocidos, nos proponemos encontrar personajes distintos a quienes habitualmente somos, muy probablemente encontraremos que somos mucho más ricos y abundantes de lo que pensábamos.
¿Cumplirla o dejarla en la fantasía?
El primer criterio para considerar es la ética. Cualquier situación que se decida explorar debe ser mutuamente consentida, entre personas adultas y donde no haya una situación de abuso de autoridad o poder.
Por otro lado, es importante darse cuenta que si bien en la imaginación podemos crear literalmente cualquier cosa, es posible (y probable) que al llevarla a la realidad, sobre todo si involucra a otras personas que tienen su propio libre albedrío, sus emociones y decisiones sobre sus conductas y actitudes (que no tenemos nosotros posibilidad de modificar), no coincida con exactitud con aquello que fantaseamos. Por eso, conviene estar atentos para evitar las frustraciones de que las cosas no sean tal como las pensamos.
Si ambos miembros de una pareja están de acuerdo en llevar a la práctica ciertas fantasías, el juego consiste en plantear un escenario disparador y luego entregarse y dejarse llevar por lo que la situación y la realidad proponen.
¿Coincidimos?
Contarse mutuamente las fantasías en una pareja nos ayuda a conocernos mejor y a encontrar espacio de coincidencia o sondear situaciones inexploradas. A veces, uno fantasea con algo que, al menos en la imaginación, al otro no le resulta placentero. Se puede llegar a acuerdos para probar cosas nuevas o encontrar alternativas que permitan satisfacer las necesidades de ambos sin socavar la libertad y la comodidad de ninguno de los dos.
Contarse mutuamente las fantasías durante el encuentro sexual puede ser muy divertido y contribuir al disfrute. Uno puede contarle al otro cómo se imagina que están, en qué situación, con qué objetivo, dar detalles de lo que cada uno le hace al otro, mientras el segundo le va siguiendo el juego, contribuyendo a su historia. Y luego (o en otro momento) cambian.
Los riesgos
Presencia versus ausencia
En un encuentro sexual, en especial (aunque esto aplica a prácticamente toda situación en la vida), la capacidad de conectarse con lo que sucede aquí y ahora es esencial para el disfrute. Cuando tenemos una fantasía creamos en el cerebro imágenes o escenas que en la realidad del encuentro no están ocurriendo. La creatividad es muy beneficiosa en todos los ámbitos de la vida. Y en el sexo la recibimos con entusiasmo porque nos devuelve placer con creces. Sin embargo, si estando en un vínculo con otra persona nos quedamos en la imaginación o la mente, probablemente no estaremos presentes y sintiendo con plenitud lo que realmente está ocurriendo.
Este es para mí el mayor riesgo de las fantasías: olvidarse de lo que percibimos a través de los sentidos, la conexión y la apertura al encuentro por priorizar los pensamientos, por muy eróticos que sean. Usemos la imaginación para crear una potencial escena. Y luego entreguémosnos a lo que sucede, una vez puesto en marcha el encuentro.
Frustración
Otro de los riesgos, del que hablamos más arriba, es la frustración por la falta de coincidencia entre la fantasía y la realidad. En nuestra cabeza puede pasar cualquier cosa, de la manera exacta que imaginamos. Pero cuando otra persona entra en juego en la realidad, ella trae su propia experiencia, sus sensaciones, sus sentimientos, sus actitudes y conductas. Y es posible que esta presencia no coincida con nuestra previsión.
En resumen: las fantasías pueden servir para expandir nuestro repertorio sexual, para encendernos, para jugar, para conocernos más y mejor, para probar cosas nuevas. Y son útiles siempre y cuando no nos alejen de la realidad del momento. Que es, en resumidas cuentas, lo valioso del encuentro.
En recuadro
Tipos de fantasías
Las fantasías podrían ser clasificadas según distintos criterios.
Las personas involucradas.
Pueden incluir un compañero sexual determinado (conocido -la propia pareja u otra persona del círculo: amigo/a, pariente, compañero de trabajo, jefe-, desconocido o una persona famosa por ejemplo)
Agregar otras personas al encuentro (tríos, intercambios de pareja -swingers-, muchas personas teniendo sexo juntas, parejas teniendo sexo entre dos, pero con otras personas presentes en el ambiente).
Uso de accesorios
Juguetes sexuales (consoladores, dildos, vibradores).
Elementos de sadomasoquismo.
Vendas para los ojos, cuerdas para atar piernas y manos.
Ropa especial (disfraces, ropa interior pensada para el sexo).
Situaciones específicas o juego de roles
Una clase (por ejemplo, imaginar que se es el/la docente y que se tiene sexo con alguno-s- de los alumnos).
Una situación de levante de un(a) desconocido(a) en un bar.
Tener sexo con un desconocido en la calle.
Escenas eróticas en el lugar de trabajo.
Masturbación de uno a otro en una reunión con otras personas (por debajo de la mesa)
Con el médico o el terapeuta (o el paciente).
Policía o bombero.
Imaginar que la pareja es una prostituta (o gigoló) y el otro es un(a) cliente(a).
Actividad o pasividad absolutas
Sumisión y dominación.
Conductas sexuales no (o poco) exploradas
Sexo oral
Sexo anal
Uso de juguetes.
Sadomasoquismo.
Simulación de violación.
Exhibicionismo.
Voyerismo.
Streap-tease.
Baile erótico.
Elección de compañero sexual de un sexo distinto al habitualmente elegido.
Masturbación en presencia del otro (para el otro).
Lugares especiales
A la vista de otras personas.
En lugares prohibidos o públicos: la cama de otras personas, una escuela, un gimnasio, un aeropuerto.
En espacios de tránsito: baño o asiento de un avión, un tren o ómnibus, ascensor, un auto, el probador de una tienda.
Lic. Verónica Kenigstein