Amarres de Amor con Magia Blanca
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 LA ORACIÓN

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LIZZY924
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MensajeTema: la oracion basada en sentimientos    LA ORACIÓN  Icon_minitimeJue Jul 11 2013, 22:08

La Oración basada en el Sentimiento

Sabiendo que nuestro Rezo ya ha sido escuchado:

1. Somos testigos de todos los hechos, aquellos que representan situaciones medioambientales de equilibrio y aquellos en los que vemos ausencia de este equilibrio, como simples posibilidades. No juzgamos si es justo o equivocado, malo o bueno.

2. Nos liberamos de nuestro juicio sobre tales situaciones, bendiciendo aquellas condiciones que nos han causado dolor. El hecho de bendecir no supone la condena o el consentimiento sobre la situación o hecho. Más bien sólo supone el hecho de reconocer que la situación es parte del todo, de la única fuente de todo lo que es.

3. Entonces experimentamos el sentimiento de nuestra oración ya atendida. Haciendo esto, invocamos el antiguo principio cuántico que establece que las condiciones dentro de nuestros cuerpos son reflejadas en el mundo exterior ("lo que es arriba es abajo, lo que es dentro es fuera").

4. Reconocemos el poder de nuestra oración y sabemos (sentimos) que aquello sobre lo que enfocábamos nuestro rezo ya ha ocurrido.

5. Nuestra oración ahora consiste en reconocer que el equilibrio ya está presente en nuestro mundo, en vivir desde el conocimiento de que este equilibrio existe y en reforzar nuestra oración dando gracias por esta oportunidad de ejercitar nuestro libre albedrío.

La Matriz Divina


un beso y una linda sonrisa
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Nemesis
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MensajeTema: Eficacia de la oración   LA ORACIÓN  Icon_minitimeMar Sep 03 2013, 04:11

“Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis y os vendrá”
(Marcos, cap. XI, v-24).

Jesús hizo tal afirmación y como en todas sus afirmaciones siempre señaló una gran verdad, aunque como todas, mas o menos velada al entendimiento e interpretación de los hombres que, aunque llevados por la fe religiosa en Jesús, no siempre lo han sabido comprender e interpretar en los aspectos velados y transcendentes que tantas veces se ocultan detrás de sus sencillas frases evangélicas.


Al pedir orando, la persona está poniendo en marcha el mecanismo de su fe y devoción, de modo que el poder de sintonía de sus propias ondas mentales y psíquicas, puede atraer a su vida aquello que con tanta fe y tan fervorosamente pide y desea.

Hay para ello tres factores fundamentales que juntos, constituyen un “triángulo mágico”: El primero es el deseo ferviente de lograr aquello que aspiramos.

El segundo es la necesidad en cuanto realmente creemos necesario para nuestras vidas y repercuta en el progreso de nuestro espíritu y el bien para los demás.

Y el tercero es la FE. Una fe con mayúsculas de poder realmente alcanzar aquello que aspiramos, sabiendo que si es algo bueno, justo y necesario, Dios va a permitir que nuestra oración actúe como una fuerza mental capaz de poner en marcha los mecanismos necesarios para que se concreten nuestras aspiraciones.

Hay quien pueda creer que basta con pedir sin mas esfuerzo o mérito por nuestra parte, para que Dios nos complazca en todo lo que se nos antoje.

También hay personas que piensan que si hay unas leyes establecidas por Dios, este no las va a modificar solo por complacernos. Y en parte eso es cierto. Pero no olvidemos que Dios es tan infinitamente justo, bueno y sabio, que no necesita derogar sus propias leyes en ninguna circunstancia, para poder permitir que nuestra actividad mental y espiritual, con la vibración del deseo y de la fe, nos permita ver realizado el “milagro” de aquello que pedimos y que realmente necesitamos, pero siempre bajo el aspecto de nuestro interés espiritual y no de nuestros intereses materiales.


En cualquier caso, siempre deberemos tener en cuenta que existe una Ley de Consecuencias, o Ley de Causa y Efecto, que es equilibradora y reguladora , que actúa como brazo ejecutivo de la Justicia Divina en el caminar evolutivo del alma, a la que corrige e impulsa en su ascenso. Esta no es una ley ciega e inamovible que determine destinos fijos en el ser humano, sino que siempre su actuación se puede modificar mediante el libre comportamiento y elección de cada persona. Cuando por imperativo de ella debamos afrontar una situación humana difícil o delicada, el efecto de la misma puede potenciar nuestra oración cuando le acompañan los tres factores citados, pero igualmente también puede anular nuestra petición y deseo, si este no es sobre todo bueno, justo y necesario, o cuando nuestra oración es superficial, formulada con tibieza, con poca fe o si lo que pedimos no es necesario para el bien y adelanto espiritual de alguien o de nosotros mismos.

Tengamos presente como ejemplo, la oración que Jesús elevó al Padre cuando en el Huerto de los Olivos atravesaba momentos difíciles de sufrimiento humano ante el sufrimiento y el sacrificio que veía llegar : “ Padre mío, aparta de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la Tuya”.

Por tanto no pretendamos que Dios se preste a hacer nuestra voluntad humana a la medida del capricho de cada uno; mas bien debemos pedir que ante todo se haga Su Voluntad Divina siempre, sea cual sea esta, y que nos inspire fuerza y valor para aceptarla y asumirla, pues El es nuestro Padre amoroso y sabe mejor que nosotros lo que debe dar en cada momento a cada uno de sus hijos.

- Jose Luis -
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MensajeTema: LA ORACIÓN    LA ORACIÓN  Icon_minitimeDom Sep 29 2013, 03:32

¿Tiene sentido la oración de petición?

Como todo judío, Jesús oraba a menudo en forma de petición. También nuestra oración suele adoptar generalmente la forma de la petición. Pero ¿necesita Dios que le pidamos para que nos dé algo?

"Al orar, no os perdáis en palabras como hacen los paganos, creyendo que Dios los va a escuchar por hablar mucho. Ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis antes de que vosotros se lo pidáis" (Mt 6,7-Cool.

¿Para qué pedir entonces? ¿Tiene sentido pedir algo a Dios? No tiene sentido expresar a Dios nuestras necesidades para que así se entere de lo que necesitamos, como si de otro modo no lo supiera.

No tiene sentido pedir algo a Dios para cambiar la disposición de Dios a nuestro favor o a favor de algún otro; Dios no puede cambiar a mejor, no puede dar más, no puede darse más...

No tiene sentido pedir algo para que Dios no deje que suceda algo que sucedería si no se lo pidiéramos, o para que haga suceder algo que de otro modo no sucedería.

Por eso, algunos teólogos (Andrés Torres Queiruga) proponen que se abandone absolutamente la oración de petición. Efectivamente, es muy discutible que "pedir" a Dios tenga sentido, si partimos de que Dios está dándonos en todo momento todo lo que es y todo lo que tiene...

Nadie pide algo al que se lo está ofreciendo: no decimos "pásame el agua" cuando nos la están pasando; no decimos "ábreme la puerta" cuando nos la están abriendo; no diríamos a alguien "perdóname", si estuviésemos absolutamente seguros de que ya nos perdona del todo; no le diríamos "quiéreme", si estuviéramos absolutamente seguros de que ya nos quiere del todo. ¿Por qué pedir, pues, a Dios?

Es razonable pensar que la oración de petición, en su forma literal, tal vez no tenga mucho sentido. Si decimos a Dios "ten piedad", damos a entender que en este momento en que se lo pedimos no está teniendo piedad de nosotros o puede no tener piedad de nosotros en el futuro. Si decimos a Dios "ayúdame", estamos dando a entender que Dios no nos ayuda o puede no hacerlo. Pero Dios no puede no tener piedad, pues es piedad. Dios no puede no ayudar, pues es ayuda y compañía.

El sentido de la oración de petición está más allá de la petición

Lo cual no quiere decir de ningún modo que la inmensa muchedumbre de personas que en todas las religiones y en todos los tiempos han orado y siguen orando a Dios en forma de súplica hayan orado y oren sin sentido. De ningún modo.

Pero su oración tiene sentido más allá o a pesar de la fórmula de petición. El sentido de la oración de petición no está en la forma de la petición, sino más allá o a pesar de ella.

¿Cuál es el sentido de la oración de petición? Dicho de otra forma, ¿qué expresamos cuando pedimos algo a Dios? Expresamos a Dios con sencillez y confianza todas nuestras necesidades, nuestro ser radicalmente necesitado, como Jesús nos enseñó a hacer en el Padrenuestro, y como él mismo lo hizo tantas veces.

Expresamos ante Dios nuestro límite y nuestra impotencia. Manifestamos a Dios nuestra confianza plena en que Él está en todo momento dándonos todo, dándosenos del todo, obrando en favor nuestro y para nuestro bien. Manifestamos a Dios nuestra fe en que todo bien nos viene de las manos de Dios. Ése es el auténtico sentido de la oración de petición. Lo que pasa es que el giro gramatical de la petición tal vez oculte ese sentido, en vez de expresarlo.

En cualquier caso, aunque no pidamos nada a Dios, podemos darle gracias porque todo nos viene de Él. Podemos llorar ante Él. Podemos expresar nuestra fe en que todos los bienes nos vienen de Él.

El sentido de la petición no está, pues, en el pedir, sino en las actitudes fundamentales de la persona que pide. Lo que tiene sentido no es la petición, sino la humilde gratitud, la acogida agradecida, la confianza incondicional.

Eso es lo que nos enseñan, en último término, la parábola del amigo importuno (Lc 11,5-Cool y la parábola de la viuda y del juez (Lc 18,1-Cool: lo que recomiendan estas parábolas no es la perseverancia en la petición, sino la perseverancia en la confianza; no nos enseñan a seguir pidiendo sin descanso, sino a confiar sin cesar; no nos dicen que Dios se pondrá de nuestro lado a base de que se lo pidamos, sino que Dios está de nuestro lado siempre, queriendo darnos todo lo que de verdad necesitamos.

No es Dios quien cambia, sino nosotros

No oramos para que Dios se entere, para que Dios nos dé, para que Dios se apiade, para que Dios nos haga libres y buenos, para que Dios nos ame y nos dé una vida cada vez más realizada y plena. No oramos para que Dios cambie. No oramos para que Dios sea Dios.

Dios no puede sino dar, darse, ser misericordia, hacer vivir. Es como si Dios mismo estuviera pidiéndonos a nosotros todos: "Déjame que sea Dios para ti". A lo mejor, tiene más sentido hablar de la oración de petición de Dios a sus criaturas que hablar de la oración de petición de las criaturas a Dios.

No oramos para que cambie Dios, sino para cambiar nosotros.

Oramos para acoger a Dios, para aceptar en nuestra vida a Dios como Dios, para acoger todo el bien que Dios es y quiere otorgarnos en plenitud.

Oramos para transformarnos nosotros mismos en dadores de Dios para nosotros mismos y los demás.

Dios no puede darnos nada desde fuera, de manera mágica o "milagrosa". Se podría decir incluso que Dios no puede "ser Dios" para nosotros sin nosotros, o que no puede ser Dios para los demás sino gracias a nosotros.

Cada uno está llamado a ser "teóforo", dador de Dios. Y esto es así en los bienes más materiales y en los bienes más "espirituales".

La oración puede convertirse, ha de convertirse, en una manera de activar la disponibilidad para hacer cuanto esté en nuestra mano para que suceda el bien que Dios nos está dando, pero que sólo nos puede dar a través del mundo y de nosotros mismos.

No es Dios quien cambia con nuestra oración (aunque sea de petición), sino que somos nosotros los que cambiamos: aprendemos a vivir en confianza incondicional, y nos convertimos en protagonistas y autores de aquello que Dios es y quiere dar a cada uno y cada una.

Orar los unos por los otros

Así es como adquiere sentido "orar por los demás". Cuando oramos por una persona, no pedimos a Dios que se acuerde o sea bueno con esa persona, no pedimos que Dios cambie.

Cuando oramos por una persona, nos sentimos en comunión con ella, expresamos y ahondamos nuestra solidaridad profunda con esa persona. En la medida en que podemos nos convertimos en portadores de Dios para ella, en la medida en que podemos realizamos aquello que Dios quiere ser para esa persona y darle a ella.

Algunos hablan de "transmitir energía"; nosotros hablamos de transmitir a Dios, fuente de todo bien... Estamos llamados a ser Dios los unos para los otros, y ese es el sentido último de la oración por los demás, de la intercesión.

¡Cuántas personas nos dicen: "reza por mí"! Sí, necesitan que recemos por ellas, y necesitamos que recen por nosotros. Pero no para que "intercedan" ante Dios por nosotros, como si Dios necesitara intercesores.

Más bien, orar los unos por los otros es convertirse en intercesión mutua, y la intercesión consiste en actuar la comunión profunda, la misteriosa solidaridad que existe entre nosotros.

En el fondo, "interceder" es transformarnos en cauce de Dios, y Dios mismo, los unos para los otros.

El cuidado de cada criatura

En tiempos de Jesús predominaba la mentalidad apocalíptica: se esperaba un próximo fin del mundo, y la mirada no se dirigía tanto a la relación de Dios con cada persona, sino al juicio del pueblo por parte de Dios. La perspectiva colectiva prevalecía.

Jesús comparte en general la perspectiva apocalíptica, pero él tiene muy presente la relación cercana y amorosa de Dios con cada persona, con cada criatura:

"Fijaos en las aves del cielo; ni siembran ni siegan ni recogen en graneros y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta" (Mt 6,26);

"No se vende un par de pájaros por muy poco dinero? Y, sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, vosotros valéis más que todos los pájaros" (Mt 10,29-31).

Jesús insiste una y otra vez en que Dios ama a cada individuo, sean cuales sean sus fallos. Su mayor deseo es que los perdidos se dejen hallar.

Tú y yo somos responsables de encarnar el cuidado personal de Dios por cada criatura, y de manera especial el cuidado de Dios por esa persona necesitada y cercana a ti y a mí.



José Arregi



Para orar. YO CREO

Yo creo solo en un Dios:
en Abbá, como creía Jesús.
Yo creo que el Todopoderoso
creador del cielo y de la tierra
es como mi madre
y puedo fiarme de él.
Lo creo porque así lo he visto
en Jesús, que se sentía Hijo.

Yo creo que Abbá no está lejos
sino cerca, al lado, dentro de mí,
creo sentir su Aliento
como un Brisa suave que me anima
y me hace más fácil caminar.

Creo que Jesús, más aún que un hombre
es Enviado, Mensajero.
Creo que sus palabras son Palabras de Abbá
Creo que sus acciones son mensajes de Abbá.
Creo que puedo llamar a Jesús
la Palabra presente entre nosotros.

Yo sólo creo en un Dios,
que es Padre, Palabra y Viento
porque creo en Jesús, el Hijo
el hombre lleno del Espíritu de Abbá

José E. Galarreta

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MensajeTema: ERRORES Y BENEFICIOS DE LA ORACIÓN DE PETICIÓN   LA ORACIÓN  Icon_minitimeDom Sep 29 2013, 03:33

Errores en la oración de petición

Un amigo mío me confesaba: de niño aprendí que "orar es levantar el corazón a Dios para pedirle mercedes"; de mayor he comprendido que "orar es fabricar 'mercedes' para ofrecérselas a Dios". Tras el chiste, hay mucha teología de la buena.

En nuestro subconsciente late la idea de que Dios está en las alturas y hay que alcanzarle con esforzadas oraciones para que nos haga llegar su favor desde allá arriba. Habitualmente pretendemos que nuestra oración mueva a Dios y nos resuelva los problemas, mientras nosotros esperamos el favor o el milagro sin utilizar nuestros dones, sin saber siquiera que los tenemos. Muchos cristianos pretenden conseguir de Dios lo que ellos mismos no quieren hacer, lo que no se esfuerzan por conseguir.

Con demasiada frecuencia acudimos a la oración de petición sin percatarnos de que oramos a los ídolos:

· al dios de la manga, al que imaginamos distraído y necesitamos llamar su atención, tirarle de la manga, para que se acuerde de nosotros y nos escuche.
· al dios grifo, que nosotros abrimos a nuestro antojo con la oración y se cierra automáticamente cuando no nos acordamos de pedir.
· al dios negociador, al que ofrecemos algún sacrificio, alguna promesa, alguna vela, a cambio de la deseada concesión.

El Dios verdadero sólo quiere nuestro bien y nuestra felicidad sin precio alguno, totalmente gratis.

Dios nos ha dado todos los recursos, que debemos descubrir y explotar. Somos nosotros los que hemos de movernos, fructificar nuestros talentos.

Decía Martin Luther King: "Dios, que nos ha dado la inteligencia para pensar y el cuerpo para trabajar, traicionaría su propio propósito si nos permitiese obtener por la plegaria, lo que podemos ganar con el trabajo y la inteligencia".

Afirmaba san Ignacio: "Haz las cosas como si todo dependiera de ti y confía en el resultado como si todo dependiera de Dios".

Y san Agustín es todavía más rotundo: "La oración no es para mover a Dios, sino para movernos a nosotros" (Carta a Proba).



Beneficios de la oración de petición

La oración no es para mover a Dios, sino para movernos a nosotros. ¿Contradice eso al Evangelio? En él se lee claramente: "Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. Porque el que pide recibe; el que busca encuentra, y al que llama se le abre" (Lc 11,9).

Para empezar, esas palabras me parecen una preciosa llamada a la constancia. Nada se construye sin permanecer en el proyecto. Quien pide, busca o llama, está identificando sus aspiraciones, sus objetivos, y es lógico pensar que estará dispuesto a poner los medios para alcanzarlos.

La súplica tiene además otras ventajas:

· Reconocemos a Dios, su existencia, su superioridad, su cuidado. Quien invoca se hace consciente de esa Presencia invisible que nos rodea, nos tutela y nos impulsa desde dentro.
· Reconocemos nuestras necesidades (limitación, pobreza, fragilidad, ceguera, inconstancia...) y nuestras aspiraciones (deseamos ser buenos, generosos, pacíficos, justos, fuertes, sabios...).
· Reconocemos las necesidades de los otros y nuestra aspiración a colmarlas. Así expresamos nuestra solidaridad, nuestro cuidado, nuestro amor gratuito. Eso abre el corazón, amplia nuestra mirada, pone nombre a la ayuda y nos predispone a actuar.

La "oración de petición", cuando la vivimos bien, nos pone en nuestro sitio: seres pequeños y limitados pero llamados a la inmensidad. Oscurecidos pero en camino hacia la luz. Hacer "oración de petición" es zambullirse en el regazo del Padre y dejarse sentir su misericordia, su cuidado, su amor.

Cuando pedimos: ¡Señor ten piedad!, no es para arrancarle a Dios la piedad. Es para sentirnos pequeños y abrirnos a la piedad que el Padre nos regala permanentemente, para sentirnos protegidos por el abrazo de Dios.

Las consecuencias de la oración son alegría, paz interior e impulso para actuar. Estoy hablando, por supuesto, de la oración de petición interiorizada, sentida, personalizada. La otra, la rutinaria, distraída o interesada, sirve para muy poco o para nada.

Quien se conforma con la "oración de petición" (habitualmente oración vocal) se ha sentado al borde de la bocamina sin llegar a tocar los tesoros de su yacimiento interior. Habrá que adentrarse en la "oración de impregnación" -otros le dan nombres distintos- para alcanzar lo mejor de nosotros mismos, nuestras riquezas interiores, nuestro "santa santorum". Porque sólo en lo profundo se produce el encuentro y el abrazo con el Dios que nos inunda.



La mal llamada intercesión

Tengo que confesar que, cuando oigo hablar de intercesión, me chirrían todos los goznes. Interceder, en nuestra preciosa lengua española, significa "hablar en favor de otro para conseguirle un bien o librarlo de un mal".

Cuando intercedemos por otro nos comportamos como si Dios fuese un potentado, que no conoce a nuestro colega, y "se lo recomendamos" para que le haga algún favor. Estamos rebajando a nuestro amigo a la condición de "desconocido" en vez de "hijo". Si estuviéramos seguros de que Dios es Padre, que nos conoce uno a uno, que se vuelca permanentemente por mí y por el otro, nos daría vergüenza recomendar a alguien a su propio Padre.

Por eso no creo en la oración de intercesión. Tampoco creo en la intercesión de los santos o de la santa Madre. No necesitamos intermediarios, recomendaciones, ni enchufes. La gran ayuda de los santos y de la Madre es su ejemplo. Son los indicadores que jalonan y animan nuestro camino.

El origen de la intercesión me parece verlo -un caso más- en las adherencias judías del cristianismo y especialmente en el principio de expiación. O expías tú o expía otro por ti. O ruegas tú o ruega otro por ti. Hay que saturar al Poderoso con méritos, reparaciones y súplicas para conseguir borrar su enfado y que nos sea propicio. No hemos asimilado el rostro del Padre revelado por Cristo. No nos hemos abierto al Dios Amor, al Dios Padre y Madre que nos busca insistentemente.

El favor de Dios está garantizado. No es necesario que nadie le empuje para que salga a buscarnos. Él siempre nos espera en el camino con los brazos abiertos y la mesa puesta. Yo entiendo la intercesión a la inversa: es el Padre el que nos envía mensajeros que nos despierten y orienten. Nos repiten: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2,5).

Jesús nos lo dejó bien claro: "Yo no os voy a decir que rezaré por vosotros al Padre, porque el mismo Padre os ama". (Jn 16,26).

Por tanto ni intercesión, ni intercesores. Desde que lo he descubierto, mi relación con la Madre y los santos es más cercana, más fluida, más amorosa. Ya no les pido, ni siquiera les hablo, les escucho.

Cuando se trata de orar por otro ya no "intercedo" -pretensión fatua- porque sé que "el mismo Padre les ama", que no necesitan influencias. Pero cuando "vivo" el amor a una persona y se lo cuento al Señor, consigo que crezca mi amor a esa persona. Y si esa persona está presente en mi vida, sin duda notará mi amor en múltiples detalles (trato, sonrisa, apertura, paz, escucha, apoyo, etc.). ¡Mi oración habrá sido eficaz! ¡He ayudado al otro!

El éxito de la oración se recoge en esta sencilla ecuación: oración = transformación. La oración -toda clase de oración- o es transformante o no es nada.

Insistiré una vez más: Nuestro Dios no necesita mediadores, ni influencias, ni expiaciones, ni holocaustos, ni sacrificios. Somos nosotros los que necesitamos despertar de nuestra inconsciencia, de nuestro aletargado sueño, de nuestro complejo de esclavos. Nuestra tragedia es que vivimos escondidos como miserables cuando somos herederos enormemente ricos.

http://feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/2361-errores-y-beneficios-de-la-oraci%C3%B3n-de-petici%C3%B3n.html
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