La rechazan y la amenazan verbalmente, e incluso le dan empujones”. Así describió Susana, con lágrimas de impotencia, lo que su hija Mariana, de nueve años, vive a diario con sus compañeros de clase. “A veces quisiera desaparecer”, le dijo un día la niña, lo que la puso en alerta y decidió buscar ayuda.
Mariana era una víctima más de acoso escolar, o bullying, como es llamado en inglés, el cual va desde la agresión verbal hasta el rechazo con bromas pesadas y la exclusión deliberada del grupo para crear malestar. A veces también hay violencia física, pero el acoso suele ser “silencioso”, psicológico, y los adultos no se percatan de él hasta que cobra fuerza y se hace evidente.
Susana habló sobre el asunto con sus amigas, también madres de niños y adolescentes, y para ninguna de ellas era ajeno; también habían vivido experiencias parecidas con sus hijos. Pasé una tarde con ellas buscando maneras de afrontar este mal que afecta a tantos niños, pero que también incumbe a padres y maestros. ¿Qué hacer ante el acoso escolar?
Distinguirlo de lo habitual. Como todos tuvimos una infancia, solemos ver las bromas a esa edad como algo normal. Pero el problema surge cuando el acoso se vuelve constante y afecta la estabilidad de nuestros hijos. Algunos de los primeros síntomas de abuso son tristeza, irritabilidad, cambios repentinos en el sueño o el apetito, dolores de cabeza o de estómago y vómitos. Puede haber también rasguños y moretones, que los niños atribuyen a caídas o accidentes menores.
Enseñar a los niños a poner límites. Al hacerle saber al agresor que no caerán en su juego, será más probable que éste deje de molestar. Aconseja a tus hijos que eviten discutir, y que usen frases como “Basta, ¡ya está bien!”, “Eso no es gracioso” o “¿Te gustaría que alguien te hiciera lo mismo?” Diles que luego se aparten de él sin responder con más agresividad.
Fomentar el diálogo. La comunicación es esencial en la vida de todos los miembros de la familia, tanto por lo que se dice como por lo que se calla; por eso, es necesario generar confianza en los niños para que se expresen sin temor de ser cuestionados. Así se sentirán apoyados, y será más probable que nos cuenten cuando alguien los esté amenazando o agrediendo en la escuela.
Predicar con el ejemplo. Los niños tienden a imitar a sus padres en cuanto a lo que opinan de otras personas y cómo se expresan de ellas. Por eso, debemos cuidar la manera de referirnos a quienes son diferentes, ya sea por su forma de ser o por su aspecto físico, y enseñar a los
niños el valor de la aceptación y la convivencia. También hay que tratarlos bien. Si en casa hay armonía, los niños lo reflejarán en la escuela.
Fortalecer su autoestima. Las opiniones que tenemos sobre lo que nuestros hijos hacen, o sobre su personalidad, son esenciales para ellos, sobre todo en los primeros años de vida. Cuidar la forma de decirles lo que pensamos de ellos es crucial porque está en juego su autoestima. Antes de hablar, pregúntate: Lo que voy a decirle al niño, ¿lo hará más fuerte o lo debilitará? Recuerda que el amor fortalece y que el miedo suprime todo poder.
Si sospechas o estás seguro de que tu hijo es víctima de bullying, acude a la escuela para dar aviso y tomar medidas correctivas. Habla con el director, los maestros y con otros padres a fin de encontrar juntos una buena solución. Hoy, más que nunca, la escuela y la familia deben aliarse para prevenir o resolver un problema que comparten por igual.
Tomado de Selecciones México, pág. 59