Algunas personas, después de pasar largo tiempo sin salir con nadie, entran en una especie de remolino de ansiedad y desesperación, pensando y actuando de modo visiblemente desesperado para conseguir concertar un encuentro, un ligue, cualquiera que sea la forma de vínculo.
Claro que la mayoría ni siquiera se da cuenta de esa dinámica desvariada que adopta. Muchos creen de veras que están solo luchando por alguien que les interesa – y nada más natural. Pero la cuestión es que siempre hay alguien, o mejor, esas personas se enamoran y desenamoran casi que semanalmente.
Hay también aquellas que nunca se quedan sin una historia de amor. Están siempre enrolladas y sufriendo. Y así, terminan asumiendo como suyos aquellos perfiles sostenidos por la mala suerte: tengo mala pata para las relaciones, solo atraigo a las personas equivocadas, no nací para ser feliz en el amor, entre otros.
Y pese a ello, prácticamente ahogadas en la inconsciencia y en la falta de auto-conocimiento, esas personas no se dan cuenta de que necesitan pararse, contemplarse a sí mismas, sentir y, sobre todo, reflexionar acerca de algunas cuestiones básicas: ¿qué es lo que yo realmente quiero? ¿Qué estoy buscando en el otro que, quizá, debería encontrar antes en mí misma? ¿Por qué será que no ha venido saliendo bien? ¿Habré de cambiar algo en mí para que los encuentros sean más armoniosos?
Si te has sentido angustiado, carente y frustrado porque no consigues salir con nadie, cuidado con la trampa del voy a conseguirlo cueste lo que costare. Mira bien: cuando te predispones a pagar cualquier precio por una compañía, solo para demostrar, sea a ti mismo o a quien quiera que fuese, que eres capaz de atraer a una pareja, es muy probable que la cuenta, es decir, el precio que te va a costar sea bastante más alto de lo que imaginabas.
Una relación ha de ser camino para la evolución y no para la involución, para la autodestrucción, para aniquilación de la autoestima, la seguridad y el amor propio. El amor tiene que ser gratuito, fluido, placentero. Un encuentro ha de ser suave, divertido, motivador. Noviazgo ha de ser sinónimo de xxxxxx, reciprocidad, complementación, encantamiento.
Pero todo eso tan bueno solo será posible cuando tengas noción de cuán merecedor eres, de cuán feliz puedes realmente ser. Y, así, en vez de pagar para tener a alguien en tu vida, comprenderás que si comparásemos el enlazamiento de dos corazones con una negociación, estaría más hacia una permuta: tú das lo mejor de ti y recibes del otro lo mejor que él tiene para ofrecer. No es menester que nadie pague nada. No hay precios, a no ser el del aprendizaje.
Por tanto, deja de disparar hacia todas partes, de malgastar tus días en función de otra persona que ni siquiera sabes si te quiere. La desesperación no atrae, sino que espanta, asusta. Recuerda: para dar en la diana hace falta enfoque, precisión y conocimiento. Y para conquistar un corazón, has de tener sensibilidad, cuidado, respeto y auto-percepción. Si consigues ejercitar lo mejor de esas artes, es bastante probable que dejes de pagar – y muy caro – para vivir encuentros que más sirven para robarte toda tu esperanza que para hacerte feliz de verdad…
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