El divorcio puede afectar la vida de los hijos por años y a veces para toda la vida. Esto no depende únicamente del divorcio, sino también del manejo del conflicto, de la habilidad de los padres para continuar criando a sus hijos conjuntamente, del grado de problemas económicos que experimenten, de la cantidad de momentos estresantes que vivan como: cambio de colegio o de casa, entre otros.
Gran parte del estrés depende de la forma en que se relacionen los padres para manejar la situación, además de la información y orientación adecuada sobre sobre cómo ayudar a sus hijos.
Es de suma importancia ser buenos observadores en términos de lenguaje verbal, no verbal, expresión de emociones, reacciones y síntomas de los niños cuando sus padres se separan:
Por ejemplo, un niño -aunque sus padres se lleven mal- no acepta la separación y raramente siente alivio. Por lo general, especialmente los más pequeños, esperan la reconciliación durante varios años.
En los primeros momentos, los más pequeños no relacionan la conducta de sus padres con la disolución de su familia, creen que están jugando o que no están bien de su mente. No entienden qué está pasando y su primera reacción es de desconcierto, miedo a que sus padres no los quieran, a no volver a ver al padre que se va del hogar y también a que los abandone el padre/madre que se queda con ellos: ¿qué va a pasar conmigo? Es una de las interrogantes que se plantean.
Muchos niños piensan que son rechazados, creen que si sus padres los quisieran de verdad no se separarían, y esto disminuye su autoestima. También pueden sentir enojo e impotencia, estar enojados con sus padres por haber creado la situación en la que se encuentran o enojados consigo mismos por no poder cambiar las cosas.
Hay niños que están bajo presión porque creen que ahora tendrán que asumir nuevas responsabilidades o preocuparse por el presupuesto, especialmente cuando escuchan a sus padres discutir por dinero. Quizás piensen: "Voy a trabajar después del colegio para ayudar a mamá."
Para otros, sus padres les fallaron y pierden la confianza en ellos y en las demás personas. Algunos, niegan lo que está sucediendo, como si no pasara realmente o tratan de convencerse a sí mismos de que la separación no se va a concretar.
Pueden envidiar a otros niños cuyos padres permanecen juntos y aparentemente llevan una vida "ideal o mejor"; en silencio anhelan una vida como la de esos niños.
Algunos, están avergonzados porque sus padres no pudieron resolver las cosas de otra manera y se sienten disminuidos ante la mirada de los demás, y es en ese momento en que debe haber una intervención para hacerles saber que ellos no son menos valiosos porque sus padres se hayan divorciado.
Los más pequeños piensan que son responsables por el divorcio, por lo que sienten culpa y vergüenza: "¡Si hubiera sabido, hubiera podido hacer algo, portarme mejor, estudiar más!"
Los adolescentes, por lo general, usan la distancia para sobrevivir al dolor inicial de la ruptura: "No siento nada, no me importa". Se refugian en sus compañeros: mantienen largas conversaciones telefónicas, están preocupados por conseguir pareja, se refugian en fiestas, y actividades de fin de semana con amistades.
Las jóvenes adolescentes creen que no habrá un hombre que les sea fiel en caso se hayan enterado de que papá fue infiel. Ellas necesitan que su papá les diga: "Eres linda", "eres importante". Cuando no ven al padre con frecuencia se ponen tensas, agresivas y más seductoras con los muchachos.
Algunos adolescentes tienen miedo de fracasar en su relación de pareja; en algunos casos desestiman el matrimonio como una opción para su vida, es decir, no se quieren casar.
Todos estos sentimientos son normales en las primeras etapas de la separación. Es importante dar el espacio a los hijos a expresar verbalmente sus sentimientos e ideas sobre el divorcio para que pueda superarlos, es conveniente buscar ayuda psicológica para todos los miembros de la familia. Los padres juegan un papel fundamental en este proceso, ya que depende del manejo de la "resolución del conflicto" en gran manera que sus hijos superen el divorcio de sus padres y sepan con toda seguridad que aunque sus padres ya no viven con ellos bajo el mismo techo, aún cuentan con dos padres que en hogares diferentes los cuidan, los aman y estarán allí para ellos siempre.
Fuente: Prevención de Divorcio Destructivo. Familias Siglo XXI. D. Davison