Cuando una pareja decide ir a la cama, muchas veces lo hace por motivos tan diferentes a los del placer, que nos quedaríamos asombrados, tanto de su presencia, como de su variedad.
Entre los señalados por Eric Berne, en su libro “Hacer el Amor” está el de descargar tensiones, por afán de posesión de la otra persona, o por culminar con el acto, una celebración importante. El autor expone más de diez…
Y señala que estos motivos responden a necesidades de los seres humanos generalmente relacionadas con sus vacíos o afanes emocionales y no por vivir con la pareja, ese acto de entrega y de gozo que su nombre nos sugiere.
Es así como, a la famosa lista de Berne, podemos anexar el afán de los hombres por “marcar su territorio”, o el de las adolescentes curiosas por “saber de qué se trata”, o la mujer despechada que se “venga del marido” cobrándole en la cama de otro, deudas pasadas o vigentes… o quizá el de nuestras madres, que a lo mejor nos engendraron, clasificando el acto sexual, como parte de la larga lista de sus deberes conyugales.
Los rituales que utilizamos para llegar al encuentro de pareja terminan siendo pautas culturales tan comunes, pueriles y hasta cursis, que casi parecen tomadas de alguna receta culinaria. Acudimos a las serenatas, frases acuñadas para la ocasión o copiadas de algún verso conocido, cajas de chocolate o cenas a la luz de las velas, donde cualquiera puede predecir su desenlace.
O tenemos mecanismos aún más cotidianos, como apagar las luces, fingir interés en temas de la otra persona, mostrar explícitamente los genitales o decir “alístate que hoy en la noche no te perdono”.
Cada quien tiene su propio manual de comportamiento y cada quien reacciona ante sus hambres sexuales con códigos propios.
Unas veces vencidos por la falta de creatividad o la pereza mental de inventar algo novedoso y propio, otras solamente guiados por el instinto de descarga, que es distinto del placer.
La verdad es que el placer no se inventa, pero tiene tantas y tan diversas maneras de alcanzarlo que por abundante, terminamos escogiendo el camino más rápido, pero por tal razón, el más incompleto.
A lo mejor, cada uno de nosotros, tiene su propia lista de motivos ajenos a “hacer el amor”, que forma parte de nuestra rutina en la cama. Y seguramente varía según lo que nos pasó en el día, los “peros” que acuñamos, los “pendientes” que aún no resolvemos o la cara que pone la pareja frente al encuentro.
Todos tenemos necesidad de complemento, de gustar, de sentir que le importamos a alguien. Y muchos adolecen de un lugar que nunca les dieron. O quizá muchas mujeres miran con horror o con asco aquel evento donde una y otra vez se sienten utilizadas y ensuciadas.
Muchas parejas van a la cama ilusionadas para ver si esta vez logran un embarazo, o al revés, aterrorizados ante la idea de “meterse en berenjenales”.
La verdad es que pasamos por alto lo trascendente y dedicamos a los mil afanes cotidianos, lo mejor de nuestros esfuerzos.
Es una tarea necesaria revisar las razones porque nos acostamos con quien lo hacemos y que motivos nos mueven cuando tenemos sexo con alguien.
En los humanos, el sexo es algo más que un hambre, es algo más que espermatozoides desesperados buscando fecundar un óvulo, es algo más que una necesidad biológica de descarga y reproducción.
Quizá esta reflexión se encamine a diferenciar entre “hacer el amor” cuyo único fin es el placer compartido mientras me entrego y te entregas sin trucos ni segundas intenciones, y el de tener sexo (coger) que puede ser como un pulpo de mil razones, todas relacionadas con necesidades pocas veces identificadas, conscientes, o asumidas adultamente.
Hacer el amor es sexo para el placer, para juntar los gozos, abundar en caricias, perderse en una y mil sensaciones, flotar, susurrar, gemir, agonizar, renacer, abrirse, entregarse, levitar, explotar y explorar en los mil recodos que los sentidos regalan.
El erotismo como recurso y como aliado, sin reservas, sin peros, sin otro motivo que el de ser y estar con esa persona en tiempo presente….
Y si además se hace con la persona que ocupa el primer lugar en tu vida, esa que, por imperfecta es humana y te importa auténticamente aparte de tus necesidades y sus carencias.
Dicho en otras palabras, la del lugar primordial en tu corazón, no hay nada más completo, ni nada mejor, ni experiencia más gloriosa que la de HACER EL AMOR.
http://www.confidencial.com.ni/articulo/11454/sexo-para-el-placer-o-sexo-por-otras-razones#sthash.XStnYA9h.dpuf