“Nada Grande en la Vida Viene Fácil”. Son muchos los que confunden un sueño, un ideal con el milagro instantáneo de turno que les cambie la vida con la velocidad de un rayo, muchos son los que esperan que las cosas se solucionen en un santiamén, con un simple chasquido de dedos.
Es sorprendente como en pleno siglo XXI con todo el avance tecnológico y la maduración de conocimientos que tenemos hoy día, aun existan personas que cifran esperanzas en cosas que les cambien la vida de la noche a la mañana. Es prácticamente una cuestión fabulesca que raya en lo ilógico, siendo por demás una idea romántica apoyada en ideas extrañas que a manera de una película pretenden que en dos horas, se transforme una vida que no agrada en una vida llena de lujos y de posesiones que muchos quisieran tener.
Si bien desear un mejor estilo de vida no es malo, sí lo es pretender tomar atajos con la vida, y cada vez que se ha tratado de hacer eso, las cosas no terminan para nada bien. La historia está plagada de ejemplos que así lo demuestran.
Algunos pretenden hacer las cosas de la manera fácil, compran la lotería, se mandan a leer el tabaco o las cartas, se cuelgan al cuello la pata de conejo, cuelgan en su puerta la herradura, prenden la vela que espantará los malos espíritus, en fin, una serie de acciones que aparte de hacer nuestro paso más lento, hacen que nos distraigamos del camino que deberíamos estar andando mientras perdemos la vida haciendo otras cosas que no tienen sentido.
Volar alto es una realidad que no está reservado para algunos, las cimas de las montañas están allí para ser descubiertas por personas intrépidas que decidan lanzarse al desafío de vivir la vida así como viene, y a generar las condiciones que quieren para lograr lo que se han propuesto.
Pero tenemos que alejarnos de la mirada simplista que nos dice que podemos lograr mucho haciendo poco, o nada. Eso es falso. No se aprende un nuevo idioma estudiando 5 minutos por semana, no se adquiere una condición físicoatlética envidiable haciendo 15 minutos de deporte cada 15 días, no se llega al nivel de un excelente lector leyendo una que otra línea por semestre.
Nadie ha llegado muy lejos, nadie ha cruzado las líneas de cualquier mortal, nadie ha trascendido su propia historia y la de otros, nadie ha logrado excelentes, increíbles e históricos resultados trabajando apenas 8 horas diarias y de lunes a viernes. Todos sabemos y si no, lo sabremos tarde o temprano, que si queremos llegar alto, debemos trabajar “inteligentemente”, pero que luchando a medias, durmiendo hasta tarde, dándole todo el honor y el derecho sobre nuestras vidas a la pereza difícilmente lograremos salir del atolladero que nosotros mismos con esas actitudes labramos.
Nada que hacer, o nos esforzamos o perdemos la posibilidad de hacer nuestros sueños realidad.
La realización, el éxito, la materialización de sueños no tienen contratos exclusivos con nadie, están ahí dados para cualquiera, cualquiera que decida dar lo que es necesario dar a cambio para llegar a las nubes.
No estoy hablando de esos esfuerzos caóticos de trabajo que imprimen algunas personas que terminan ignorando las otras áreas de su vida, áreas que son clave para un sano equilibrio en la vida personal de cada quien. Hablo de un trabajo constante, metódico y organizado, mezclado con perseverancia, tenacidad, disciplina que nos lleve a lograr eso que nos hemos propuesto.
Una buena cantidad de personas terminan argumentando sin razón que quienes se han logrado labrar un camino con su propia tenacidad lo hicieron gracias a la buena suerte, a los buenos vientos, o a que DIOS les tiene en muy buen concepto. Nada de eso, nada es así.
Lo que “ellos” desconocen es la historia que hay detrás de esos logros. Una historia colmada de sacrificios, de actos heroicos de disciplina, de situaciones adversas tenaces, pero de un empuje extraordinario que impidió que abandonaran donde cualquier otro se hubiese alejado del camino. Mujeres y hombres que entendieron el modo en que opera la vida, comprendieron que la vida les iba a dar a cambio cualquier cosa que le pidieran si estaban dispuestos a darle el equivalente en trabajo, perseverancia, disciplina y tenacidad para recibir lo solicitado. Así lo hicieron porque así lo entendieron.
Creo que la mayoría de las personas sabe esto, pero muchos prefieren ignorar ese llamado y seguir instalados en la poltrona, en esa vida cómoda donde pueden hacer poco y recibir lo suficiente. “Después de que haya para comer”… le escuché decir a alguien alguna vez. Si ese es su principio rector, cómo será su existencia entonces.
Pero ni tú ni yo nacimos para revolcarnos en el fango de la mediocridad, estamos llamados a la grandeza, una grandeza que sólo le será dada a aquellos que entreguen mucho más que 8 horas de trabajo a la vida. Nada es gratis, pero los premios son formidables.
Si tú quieres abrazar con todas tus fuerzas la realidad de un sueño hecho verdad, ponte las botas, porque el camino que hay que cruzar necesita de gente, de personas que acepten el reto, el desafío al que fueron llamados, de gente que de pasos grandes así se vean pequeños, de personas que aunque tiemblen siguen caminando, que no se amilanen ante la adversidad, que permanezcan cuando ya muchos hayan abandonado, que tengan la fe, la certeza de que harán realidad sus proyectos.
Puedes aprender un nuevo idioma, generar tu propio negocio, tener una relación de pareja increíble pero reconoce que si le das a la vida esfuerzos pobres, no esperes otra cosa que limosnas, ni siquiera propinas.
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